lunes, 14 de mayo de 2012

SIN EMBARGO...

Por: Alonso Castaño

alonso-cas1@hotmail.com

A mitad del agobiado régimen de Felipe Calderón, Miguel Martín López aceptó competir por la diputación federal del tercer distrito. Frente a una dirigencia panista local tacaña de generosidad política hacia él, Miguel Martín suscribió con personajes impresentables del sótano del PRI, tanto en Álamo como en Tuxpan, acuerdos que el día de la elección le redituaron los votos suficientes para derrotar a Martín Cristóbal, miembro éste de un clan corporativo en la CCI que hasta esa fecha era ajeno a las derrotas. Entre la vulgar y cínica clase política de Tuxpan la atmósfera despedía un olor a hazaña por la gesta de voto por voto que condujo a Miguel Martín al palacio de San Lázaro.

Ya en la cámara federal Miguel Martín siguió la ruta insípida a la que están condenados los diputados de provincias, camino amargo que dejó de serlo una vez que acomodó en su cartera los primeros miles de pesos de su primera dieta. Limitado en su capacidad de acción como la mayoría de sus pares Miguel Martín ocupó cargos en comisiones y se afanó, con el éxito que da ser diputado del partido en el gobierno, en promover apoyos para los sectores productivos del distrito que representaba. De aspecto candoroso y maneras crédulas Miguel Martín se erigió una personalidad seria en la comunidad tuxpeña, y nada extraordinario habría en su derrotero político sino fuera por aquellos memorables sainetes con el entonces diputado Javier Duarte donde el tuxpeño fue protagonista distinguido en la tribuna de la cámara.

En las elecciones de cambios de poderes locales del 2010 en el estado Miguel Martín colocó sus fichas en el tablero de Miguel Ángel Yunes Linares. Trabajó para él con abierto celo y decisión e hizo suyo el personal encono que Miguel Ángel Yunes imprimió en su campaña en las figuras de Fidel Herrera y Javier Duarte. Supo, además, como pocos en aquellos momentos de lo que venía en la figura descollante de Josefina Vázquez Mota pues queda en el registro panista la dedicación y esfuerzo que invirtió para realizar aquel mitin en el “palenque” en las instalaciones de la feria, donde la hoy candidata presidencial tuvo el honor de ser la oradora estelar. Quienes recuerdan aseguran que el alma de la organización de ese exitosísimo evento fue el diputado federal Miguel Martín.

Sin embargo Miguel Martín no supo cómo deshacerse de la etiqueta de ‘apestado’ que le colocaron quienes, insaciables, carroñen aún las vísceras magras del PAN. Discriminado, vilipendiado, el diputado federal vio en la recta final de su cargo el empobrecimiento político de su futuro y horrorizado ante la imagen de la soledad partidista que proyectaba saltó del barco abrazado a un salvavidas. Dejó la curul, asumió un cargo burocrático cuya sola mención avergüenza a quien esto escribe y se fue del PAN, partido en el que según él le cerraron a cada oportunidad las puertas para registrarse como miembro activo.

Tomó esa decisión Miguel Martín, la de retirarse del cargo de diputado federal, sin dar una explicación razonable a sus electores; electores que por lo demás son famélicos cuando de pedir cuentas se trata. Hoy abulta las filas del gobierno estatal, el mismo al que sirven sus antiguos rivales, a quienes derrotó en la raya en buen lid, a quienes hoy seguramente palmea y abraza, refrendando con ello que la política, la política de la que gustan estos personajes, es la castrada de convicciones, de principios.

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