Alonso Castaño
alonso-cas1@hotmail.com
¡Los conductores en Tuxpan son unos hijos de puta! ¡Sí! Sí, me refiero a los de aquí y no a los de otras ciudades de Veracruz o de México porque detesto las extrapolaciones y quiero hacer constar lo propio y no lo ajeno. Tampoco me refiero a los que manejan taxis y autobuses urbanos porque ellos son materia prosaica aparte.
Quiero distinguir a esos hijos de puta de aquí, desde los que al volante conducen chatarras dignas de una miseria tal como sus propias vidas hasta aquellos que se hacen al asiento en coches lujosísimos que provocan el instinto infernal de ladrones y secuestradores.
Todos ellos sin excepción no conducen con manos y pies conectadas al cerebro sino a las tripas. De allí que cada movimiento en las calles de Tuxpan que ellos hacen tenga un origen de mierda.
Humillan al peatón, le son indiferentes las luces distintivas de los semáforos; las calles, los aparcaderos autorizados o prohibidos son de ellos y nada más de ellos, y váyase a la chingada quien se los dispute. Así son, y no se requiere de un ojo experto en comportamiento humano desde la psicología para testificar que los anima la más ruin de las conductas viales.
Ingresan con su vehículo al estacionamiento de un supermercado y los pendejos dan por hecho que los peatones jamás deben poner un píe en esos sitios. Y allí, en esas áreas amplias, le empujan al acelerador para entrar o salir, según sea el caso, con un apresuramiento tal que lleva a juzgar que les han avisado que en su casa la madre estás siendo deshonrada.
Sí, la prisa, esa actitud de ir con prontitud en una ciudad cuyas calles no resisten, por su trazo y longitud, el espíritu loco del exceso de velocidad, salvo para pender en un hilo el desenlace de un acto fatídico. Pero no, esos granujas que son los conductores en Tuxpan, escapan a tan lógico sentido de comunión social que es de compartir las calles con otros conductores y todos quienes transitamos en ellas.
Me han platicado que algunos de estos ojetes conductores cuando cruzan la frontera y se internan en ciudades norteamericanas se acomodan en sus asientos, se abrochan sus cinturones, disminuyen la velocidad de su automotores, abren una sonrisa en sus hocico y con la palma de la mano, en la menor oportunidad, ceden el paso sea a otro conductor o a peatones que se les atraviesan. ¡Cínicos e hipócritas!
alonso-cas1@hotmail.com
¡Los conductores en Tuxpan son unos hijos de puta! ¡Sí! Sí, me refiero a los de aquí y no a los de otras ciudades de Veracruz o de México porque detesto las extrapolaciones y quiero hacer constar lo propio y no lo ajeno. Tampoco me refiero a los que manejan taxis y autobuses urbanos porque ellos son materia prosaica aparte.
Quiero distinguir a esos hijos de puta de aquí, desde los que al volante conducen chatarras dignas de una miseria tal como sus propias vidas hasta aquellos que se hacen al asiento en coches lujosísimos que provocan el instinto infernal de ladrones y secuestradores.
Todos ellos sin excepción no conducen con manos y pies conectadas al cerebro sino a las tripas. De allí que cada movimiento en las calles de Tuxpan que ellos hacen tenga un origen de mierda.
Humillan al peatón, le son indiferentes las luces distintivas de los semáforos; las calles, los aparcaderos autorizados o prohibidos son de ellos y nada más de ellos, y váyase a la chingada quien se los dispute. Así son, y no se requiere de un ojo experto en comportamiento humano desde la psicología para testificar que los anima la más ruin de las conductas viales.
Ingresan con su vehículo al estacionamiento de un supermercado y los pendejos dan por hecho que los peatones jamás deben poner un píe en esos sitios. Y allí, en esas áreas amplias, le empujan al acelerador para entrar o salir, según sea el caso, con un apresuramiento tal que lleva a juzgar que les han avisado que en su casa la madre estás siendo deshonrada.
Sí, la prisa, esa actitud de ir con prontitud en una ciudad cuyas calles no resisten, por su trazo y longitud, el espíritu loco del exceso de velocidad, salvo para pender en un hilo el desenlace de un acto fatídico. Pero no, esos granujas que son los conductores en Tuxpan, escapan a tan lógico sentido de comunión social que es de compartir las calles con otros conductores y todos quienes transitamos en ellas.
Me han platicado que algunos de estos ojetes conductores cuando cruzan la frontera y se internan en ciudades norteamericanas se acomodan en sus asientos, se abrochan sus cinturones, disminuyen la velocidad de su automotores, abren una sonrisa en sus hocico y con la palma de la mano, en la menor oportunidad, ceden el paso sea a otro conductor o a peatones que se les atraviesan. ¡Cínicos e hipócritas!
2 comentarios:
por la mañana tubimos ujna junta y leeimos tu comentario,da tristeza lo que dices,no sabemos de donde vienes pero por lo que dices de los tuxpaños,creo0 que no tienes calidad moral para ofendernos,regresate a tu lugar de origen y se feliz alla,aqui nosotros luchamos cada dia para ganarnos la vida quisas tu haces lo mismo de donde eres,no creemos que seas mejor,asi que toma tus cosas y que dios te bendiga, solamente te digo que en tuxpan crese cada dia mas y esta mas bonita con todo y sus defectos incluyendonos asi que aburrrrr....
pd crece, tuvimos son errores de dedo
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