martes, 2 de abril de 2013

SLIM, BENITO JUÁREZ Y DON GATO

Javier Hernández Alpízar 

“Porque si Juárez no hubiera muerto… todavía viviría”. Los Xochimilcas. 

Hace mucho escribí un artículo sobre Don Benito Juárez y Don Gato y su Pandilla. Hoy recuerdo ese símil y disculpas anticipadas a los admiradores de uno y de otro por vincularlos con Carlos Slim. 

El punto de intersección entre la leyenda del indígena zapoteco que en su niñez cuidó ovejas y el personaje de los 30 capítulos de Top Cat que no tuvieron éxito en ningún país excepto en México (en mucho por el doblaje al castellano mexicano) es el mito del Self Made Man: el prohombre que se hace a sí mismo… La leyenda liberal criolla que oculta el racismo estructural en México y la leyenda liberal irónica de Hanna y Barbera: un gato que es el amo… siempre en su callejón. 

Para la educación pública mexicana, estatista y estatalista, criollocentrista, positivista de nacimiento y liberal, Benito Juárez es la prueba fáctica (sin importar que sea la excepción y que una golondrina no hace verano) de que en México todos puede llegar a ser abogado, presidente de la Suprema Corte de Justicia, presidente y héroe nacional: incluso un indio zapoteco. No importa que sea el único y no haya un solo caso más, es el “contraejemplo” detrás del cual se intenta ocultar que para los y las indígenas en México el lugar ha sido la pobreza, la exclusión, la muerte, la prisión o el personaje del cual burlarse en squetches y chistes racistas. En México, los mestizos se insultan llamándose “indio” y es una palabra malsonante, como en los Estados Unidos la palabra “negro”. 

Don Gato, por su parte, soporta con buen ánimo su permanente pobreza e indigencia no solamente por su buen humor y talante y con un poco de ayuda de su pandilla inseparable, sino por su American Dream: algún día será un magnate y tendrá enmarcado su primer dólar. Como se supone que hace cualquier multimillonario: con ideas geniales, mucho deseo y energía (en México se dice “echarle ganas”)… pero el mito de Don Gato es más realista, pues se divierte mucho, pero siempre termina pescando monedas en una cloaca. 

En cambio Benito Juárez es un icono intocable. Cuenta la leyenda que a un cómico llamado Loco Valdés (hermano de Tin Tan) lo vetaron alguna vez de la televisión (me parece que Televicentro, antecesora de Televisa) por un chiste sobre Benito Juárez. Se supondría que Juárez (no debió de morir, ay, de morir) es el ejemplo para que los niños estudien (derecho) y sean patriotas (casi nadie nos dice que Juárez no solamente quitó sus tierras a la Iglesia sino a los pueblos indios, incluso que mandó al ejército a combatir a los zapotecos de su tierra, Oaxaca; como Stalin reprimió a los chechenos: por el bien de la patria). Se le recuerda como el indio que llegó a presidente. Qué merito: en un país donde pueden llegar a la presidencia oligofrénicos, adictos al prozac, ex empleados de coca cola y maniquíes, al menos un presidente de origen indio no podía faltar, aunque no representó ningún cambio para los indios y al llegar a la cúspide estaba aculturado, blanqueado y tenía una cabeza criolla- liberal. 

Como el mito de Juárez ya no conecta (de hecho el Mexican Dream seguramente no incluye un fenotipo indígena) con el glamur del consumo vicario de hoy, más afín a los afanes de Don Gato, ahora tenemos el intento de Carlos Slim de hacerse a sí mismo, con un poco de ayuda de sus millones, el icono de Self Made Man. Por suerte, aunque sea una minoría de mexicanos (y esperamos que no sea tan pequeña) recuerda que no se hizo a sí mismo: lo hizo Salinas (el hacedor de Elba Esther Gordillo, de Peña Nieto y otros Godzillas) porque le dejó tener el monopolio de la telefonía en México, lo cual le ha permitido tener usuarios cautivos con uno de los peores y más caros servicios, incluida la peor internet del continente. Además le han permitido crecer derechas e izquierdas: casi se compra el DF con la venia del PRD y de AMLO, de hecho éste ha sido su candidato. Solamente lo ha frenado el otro sector de la oligarquía: Televisa- TV Azteca, el poder en México, quien quita y pone maniquíes, es decir: presidentes. 

No obstante, más de un ingenuo o ingenua diría que hay que “aprender” de Slim, como Don Gato pretende aprender del mito de Rockefeller. Claro que en todo eso hay felino encerrado: trampa, políticas públicas para fabricar millonarios y empobrecer a millones de personas, electorerismo ramplón que no permite una verdadera participación de los gobernados, fabricación de mitos de baja calidad pero que en algunos casos funcionan. 

En fin que no metemos la mano al fuego por Don Benito Juárez, precursor del porfirismo y el neoliberalismo en México, sobre todo en lo económico; ni por su producto sociohistórico: Carlos Slim. Acaso de los tres salvamos a uno, al que tiene humor, creatividad y una capacidad de sobrevivir intensamente sus 30 capítulos y un largometraje: Don Gato y su Pandilla. 

Fuente: RADIO AMLO… 


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