La reforma energética presentada por el presidente Enrique Peña Nieto prefiere apostar a la exploración y explotación de petróleo en aguas profundas y de gas shale en el norte del país que impulsar las energías renovables.
Para Greenpeace es una pena que nuestra clase política, demuestre, una vez más, que su debate es simple y a corto plazo para responder a las grandes necesidades que tiene México en el sector energético.
Al apostar por un mismo modelo, basado en hidrocarburos, la propuesta presentada por el gobierno federal no es efectiva para combatir el cambio climático, por lo que esta iniciativa está lejos de ser verde porque:
1.- Promueve el gas shale (gas de lutitas) como energía limpia: Para la obtención de este hidrocarburo se requiere perforar a más de 3 mil metros de profundidad, utilizando un método conocido como fracking, en el que se emplean grandes cantidades de agua, contaminándola con algunas de las sustancias contenidas en la mezcla para extraer el gas que son tóxicas e incluso cancerígenas.
En Francia este procedimiento está prohibido y los gobiernos de Inglaterra, Suiza y los Países Bajos han emitido una moratoria. Aunque Estados Unidos ha impulsado la extracción y uso del gas shale, al interior del país se ha desatado un movimiento antifracking por los riesgos ambientales que representa. Colorado, Kansas, Louisiana, Nuevo México, Ohio, Oklahoma, Pennsylvania, Texas, Utah, Wyoming reportan problemas por la extracción de este gas.
En México, las posibles reservas de este gas se encuentran en el norte del país (Coahuila y Nuevo León), zona caracterizada por la escasez de agua.
2.- Impulsa la exploración de aguas profundas y ultra profundas en búsqueda de petróleo: De acuerdo con el diagnóstico del gobierno federal, tenemos reservas probadas de petróleo para los próximos 10 años, tiempo en el que se espera sean encontrados nuevos yacimientos de crudo en las aguas profundas y ultra profundas del Golfo de México.
El tema de aguas profundas también representa un gran riesgo ambiental ya que plantea la posibilidad de un derrame de crudo a más de 500 metros de profundidad en el mar que sería devastador para los ecosistemas y complicado de controlar, como ya ocurrió con los impactos provocados por el vertido de crudo de una plataforma de British Petroleum en el Golfo de México en 2010.
El panorama es desalentador porque desde la administración anterior, Pemex inició la exploración en aguas profundas, el resultado: inversiones millonarias y cero ganancias.
Fuente: Greenpeace...
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