Uriel Flores Aguayo
Un cuadro generalizado de descomposición policial se vive en nuestro país, en verdad alarmante; pareciera que es uno de los efectos provocados por la loca guerra de Calderón, aunque ya se puede visualizar como uno de los problemas estructurales de México, donde su policía, local y federal, no sólo no inspira confianza sino que se presenta como parte de la delincuencia, es decir, como parte del problema. Ya sabíamos que la PFP de García Luna, era puro teatro, como se documentó ampliamente, el problema es que sus deficiencias y papel antisocial sigue presente; pero lo peor de todo es que las policías locales son de papel y, en abundantes casos, están al servicio de la delincuencia; tanto dinero, tanta faramalla para seguir iguales.
En unos cuantos días se han dado tres hechos criminales en los que han participado policías, estoy hablando de los muy sonados casos de Xalapa, Acapulco y el DF, los cuales, lamentablemente, son una muestra; en la capital de Veracruz, seis policías estatales, fueron despedidos por golpear a un trabajador de Radio, quien cometió la osadía de rebasarlos en una calle; no se trata de un hecho aislado, con periodistas o ciudadanos en general, hay por lo menos unos cinco hechos similares recientes; en Acapulco, se detuvieron a trece policías federales por secuestradores y asesinos, mientras que en el DF, hace unos días, se difundieron las imágenes de policías locales mientras, a la luz del día, secuestraban a una persona extranjera.
Estos botones de muestra nos presentan un cuadro de crisis policial en México, ante la cual no debieran emitirse discursos huecos, eufemismos y formalidades; no se trata de despedir o detener y ya, no, de ninguna manera, tiene que encararse esta descomposición con absoluta seriedad y determinación, para lo cual haría falta saber sobre las estrategias, medidas y equipos de trabajo que se aplicarán. Es un escándalo lo que pasa en estos cuerpos policiales, que no son excepción; debieron presentar sus respectivas renuncias los titulares de tales agrupaciones si no es que ya se las solicitaron, como muestra de vergüenza y como una acción de salud pública; es el colmo que pasen cuestiones así en sus filas y ellos no se den cuenta o, si lo saben, hagan mutis para conservar el puesto.
No son hechos aislados en tanto se repiten constantemente y son muy graves en tanto participan grupos amplios, en forma concertada, incluso con equipos a su cargo. El efecto en condiciones de seguridad es brutal para los ciudadanos, espanta al turismo, inhibe la actividad económica y genera absoluta desconfianza ciudadana en los actos de Gobierno, colocándonos en un círculo vicioso. La lección para los titulares de esas policías es devastadora, cuestionando su actitud para el cargo, así como el funcionamiento y todo tipo de procesos de certificación en sus filas; lamentablemente pareciera que estamos ante una farsa, donde el Gobierno deja hacer a los delincuentes en detrimento de la sociedad. Para Mondragón, es una bofetada con guante blanco después de alardear de sus capacidades represivas ante indefensos y pacíficos maestros, lo exhibe como jefe de papel. Para el DF es un recordatorio de que en esa área andan mal, que van bajando de control y eficacia en su policía. Para Veracruz, que llegó el momento de revisar estrategias, sobre todo en lo que tiene que ver con la capacitación y seguimiento de sus elementos; tal vez sea necesario examinar los resultados en medidas como los retenes, los desfiles de patrullas, el enmascaramiento de sus policías, a la policía vial, entre otras.
De por sí somos una sociedad profunda y brutalmente desigual e injusta, generadora de descontento y resentimiento, como para tener que padecer policías mediocres o, lo que es mucho peor, delincuenciales. Van a tener que emplearse a fondo en la Presidencia y los Gobernadores para darnos seguridad con agrupaciones profesionales, honestas, democráticas y absolutamente respetuosas de los derechos humanos. En primer lugar deben poner al frente a jefes muy capacitados para el cargo, después dotar de suficientes recursos a sus agrupaciones, con buenos sueldos y seguridad social, para completar el círculo con verdadera profesionalización. Es lo mínimo que se debe hacer; la seguridad pública es cuestión de policías pero no solo eso, también cuenta, la legalidad pareja, la reactivación económica, el bienestar social y la democracia.
Recadito: Un abrazo a los maestros que luchan, son un buen ejemplo.
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