martes, 29 de octubre de 2013

TRIUNFA FAMILIA JAROCHA EN E.U.

•Huyeron de Veracruz de la pobreza, la miseria y el desempleo

•Ahorrando, sin vida social, el hijo compró un tráiler y va por el segundo 

•La señora G. chambea de trabajadora doméstica y la hija cursa bachillerato

Luis Velázquez

 I

Para cuando su esposo murió de un síncope cardiaco, la señora G. ya tenía a su hijo mayor trabajando en la ciudad de México, gracias al cobijo de un tío. 

Pero entonces, se sintió en la orfandad luego de tocar puertas en el pueblo, sin éxito, para chambear de trabajadora doméstica (apenas y concluyó el cuarto año de primaria), y luego de tantas vueltas de día y de noche en la cabeza, la única salida fue emigrar a Estados Unidos.

Habló con su hijo en el Distrito Federal que laboraba de agente federal, pero le pidió una tregua, un tiempecito de espera.

Y es que el hijo desempeñaba una comisión con otros colegas, la más difícil de su vida, rastrear la pista de Daniel Arizmendi “El mochaorejas”.

Había presentado examen de admisión en la procuraduría General de la República con 400 jóvenes más, de los cuales solo 150 aprobaron. 

Y ni modo que renunciara así nomás, de un día para otro.

Apretó su salario mensual para enviar más dinerito a su mamá, la señora G., para que los frijolitos y el arroz y las tortillitas alcanzaran para ella y su hija, mientras buscaban otro camino.

Un día detuvieron a “El mochaorejas” y su banda. 

Y en respuesta, la otra parte de la banda, otras bandas quizá, empezaron a ejecutar a los agentes federales y el hijo de la señora G. sintió miedo, pavor, incertidumbre, zozobra, por su vida.

Y la familia, la señora G. con el par de hijos se fueron de migrantes.

II

En el otro lado la señora G. se empleó de trabajadora doméstica, la sabrosa comida mexicana. Y su hijo inició chambeando en una tortillería, mientras decidía alguna otra opción con su dinerito ahorrado y el pago de la liquidación en su paso como agente federal.

La hermana menor, la única, le auxiliaba en la tortillería, y más porque estaba ubicada en una ciudad repleta de paisanos, tanto de Veracruz como del país.

Se fijaron un solo objetivo: ahorrar lo más que pudieran. Cero vida social con otros migrantes. Cero salidas los fines de semana, ni al cine, vaya, menos, mucho menos, a un antro para bailar, distraerse, tomarse un refresco, una cerveza, unos taquitos al pastor.

Vida monástica, pues.

Y más, porque el hijo de la señora G. había aprendido una gran disciplina en la Procuraduría General de la República.

Y, claro, porque los tres habían migrado del pueblo en medio de la pobreza y la miseria, sin un centavo de ahorro, sin una pensión heredada por el padre, un antiguo campesino y jornalero.

Y más, porque los sicarios de “El mochaorejas” buscaba a los agentes federales para cobrar diente por diente, ojo por ojo.

III

Les fue bien. “De maravilla para arriba” como afirmaba don Alfonso Valencia Ríos, el maestro de decenas de generaciones de reporteros.

Un día, el hijo compró un tráiler, y desde entonces, buscó contratos para transportar mercancía de la frontera norte al interior de Estados Unidos y viceversa. 

Y desde entonces, la vida ha cambiado, con vientos favorables, pues el chico, administrado, además, por la señora G. sigue ahorrando para comprar el segundo tráiler.

La señora G. continúa como trabajadora doméstica porque con todo significa un ingreso más. 

Y la hermana menor estudia el bachillerato, pues ya domina el idioma inglés, que La señora G. estudia todos los días, no obstante los 60 años de edad.

-¿Cuándo volverán a Veracruz? se les pregunta.

Y responden con una sonrisa feliz:

-¿A la pobreza y al desempleo? ¡Nunca!

Si acaso, dice el hijo de La señora G., sólo para visitar la tumba de mi padre… “a quien llevamos todos los días en el recuerdo”.

blog .expediente.mx

1 comentario:

Anónimo dijo...

Una gran enseñanza de superación, amor familiar, unidad, honestidad, integridad, gue se puede decir de todo esto, ejemplo para los políticos mexicanos, ejemplo para super beto silva.