viernes, 16 de mayo de 2014

REFORMAR LA MENTE Y EL CORAZÓN PLANTEAN LOS OBISPOS.

Por Martha Cruz. 

Tras reconocer que las reformas son necesarias para adecuar el presente en la búsqueda de un futuro mejor, la iglesia católica sostiene que lo primero se tiene que reformar es la mente y el corazón, si no se transforma la conciencia que genere una auténtica escala de valores no habrá cambios que ayude a superar las intolerables desigualdades e injusticias sociales que llevan a la sociedad a estar más atentos por la vida privada de los artistas, o a ver como estadística y nota periodística los secuestros, la trata de personas, la impune actividad del crimen organizado, las cuotas forzadas, la violencia y los cadáveres decapitados en fosas clandestinas.

Ante esta situación los obispos mediante un comunicado coincidieron: “No podemos acostumbrarnos a tener en la pobreza a más de cincuenta millones de mexicanos, muchos de ellos en una miseria que les condena a morir sin atención médica. Esa indiferencia cómplice en contra del valor de la vida humana, es la que hace que se festeje que miles de niños en gestación sean sacados del vientre de la madre para ser arrojados a un bote de basura. Adujeron ¡Nos falta una verdadera reforma interior para que el País sea mejor!”

Aunque esta visión de la parte dolorosa de nuestra realidad podría llevarnos al fatalismo que nos vende la idea que ante el mal no hay solución; que es mejor legalizarlo en la droga o transar con él en el crimen, los creyentes, y en particular los cristianos, sabemos que el camino para superar todo lo que destruya la vida o la dignidad humana, necesita siempre la entrega generosa de la propia vida.

A todos nos urge ser positivos y propositivos. No podemos lamentar el mal sin actuar contra él. La búsqueda personal y sincera del bien, la vida familiar como transmisora de valores y de comunicación armónica, los diversos grupos e iniciativas sociales que buscan el mejoramiento de la vida política, económica, cultural, familiar, social, laboral. Son espacios de participación. ¡Esa participación debe ser cada vez más consciente, organizada y oportuna! No dejemos que las decisiones queden en manos de unos pocos que miran para sus propios intereses. ¡Actuemos!

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