jueves, 28 de agosto de 2014

CIEN AÑOS DE NUESTRO JULIO CORTÁZAR

Julio Cortázar y Salvador Allende (1971)

Una centuria de alcachofas, de regalarnos a los relojes, de arrojarnos a tu mar de posibilidades. Julio, nuestro compañero desde aquellos cafés universitarios donde hablar de ti era un lugar común que nos encantaba, esos años de intelectualidad perfumada, arrogante, apócrifos clubes de la serpiente. Uno va creciendo y disfruta en el anonimato el tiempo que pasa con tus historias, ya sólo se es cómplice de una lectura que nunca termina porque siempre te encontramos algo nuevo.

Nos crece un fama lentamente mientras nadamos en las expectativas de nuestra sociedad, y alojamos una esperanza en el cuarto contiguo; los años pasan de cronopios a rutinas, de tardes de parques y lecturas a papeles desordenados en algún escritorio, pero de vez en cuando la tinta nos llama de nuevo a lo impredecible, entonces nos hundimos en libros extraordinarios y ordinarios, historias descompuestas y realidades mágicas, y nos otorgamos certificados de existencia.

Ya son cien los años que te construyen aunque insistas en esa ausencia desde hace tres décadas, y sabrás que te queremos porque te seguimos buscando entre los estantes de las bibliotecas, en pláticas, en paseos, descubriendo las calles de ciudades húmedas, en nuestro sueños con París, siempre tocando el vidrio con la nariz para escapar de esta pecera.

Escuchamos tu voz firme en grabaciones y entrevistas, ese tono afrancesado que fue una mezcla de sobriedad y erudición, de encanto y poesía, a muchos nos hiciste sentir militantes de una causa de letras, ese querer llegar a casa para continuar la lectura. Es una lástima que estas palabras no atraviesen el tiempo, es injusto y terrible, pero tú/vos lo dijiste “…En todo caso no es un adiós entre el que habla y los que lo escuchan, sino todo lo contrario, una voluntad de seguir estando ahí, cerca, esperando, ayudando a la esperanza con todo lo que se tiene”.

Ahora, tantos años después, te inflaman ese espíritu latinoamericano, tu oposición a las dictaduras, el apoyo a la revolución cubana, esa memorable defensa de la humanidad en el Tribunal Rusell; esa mirada al prójimo te alejó de la intelectualidad fósil que condena a los escritores al olvido, para asomarte a un mundo que se transformaba y reclamaba a sus mejores personas.

Seguimos en el mundo de hoy, el jazz nos sigue fascinando y la utopía se sigue invocando cuando alguien te menciona, se sigue hablando de personas fantásticas, se intenta liberar la escritura de su cordura de academia, todo esto es parte irreductible de tu legado. Por si tuvieras dudas, te informo que las mujeres aún tiemblan como lunas en el agua con los besos de sus amantes, se venden gritos y palabras, y al parecer nuestra América, por lo menos en el sur, ha entendido la moraleja.

Pero ante todo, agradezco esa inagotable sensación de que has escrito para mí, para nuestros viejos y los jóvenes de siempre. Ya para este punto dejaré que los famas hagan la maldad de saturar tu ausencia con lugares comunes, que analicen las influencia de Verne, Rimbaud, Poe, Bretón, las formas huidizas y las posibilidades narrativas, los preceptos literarios. Yo pongo un disco y me siento en un sillón para vivirte otros veinte minutos antes de seguir con la jornada.

Fuente: Radio AMLO.

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