miércoles, 20 de agosto de 2014

LAS PRISAS DE PEÑA

Por Marco Antonio Medina Pérez

Al gobierno mexicano le urge la entrega de los recursos energéticos del país a empresas extranjeras por 2 razones fundamentales: uno, porque en virtud de los magros resultados económicos la esperanza de Peña Nieto estriba en que lleguen lo más pronto posible las inversiones de los consorcios internacionales y puedan inyectar recursos al empleo y a la demanda interna; dos, por la caída en las expectativas electorales del partido en el gobierno y sus asociados políticos para la próxima contienda electoral. Como telón de fondo están las exigencias de estos consorcios y la premura de los bolsillos de los burócratas que estarán al frente de los negocios de licitación.

En efecto, se adelantó la promulgación de la reforma, se le dio celeridad a la definición de las llamadas ronda Cero y Uno y se dio un mensaje de contundencia (de “unidad nacional”) para hacer saber a las compañías y gobiernos extranjeros que los propósitos privatizadores y extranjerizantes de la reforma energética van con toda prontitud y certeza. 

Quedó claro que el futuro inmediato de PEMEX será sobrevivir en los próximos 5 años para seguir alimentando el presupuesto nacional sin desfondar críticamente los ingresos gubernamentales. Su futuro a corto y mediano plazo será enfrentar una competencia desleal –se mantiene su alto nivel impositivo, aunque disminuya gradualmente- y su virtual desaparición a largo plazo. Su nivel de producción se fijó en 2.5 millones de barriles diarios de aquí a 20 años, no más (resultado de la asignación del 87 por ciento de la explotación de las reservas probadas y probables (2P) y 21% de las reservas en prospección (3P). 

A las empresas privadas, nacionales y, seguramente, en mayor medida las extranjeras, se les deja el 13% de lo que PEMEX ya ha adelantado en exploración, explotación y prospección, en 10 proyectos de inversión que significarán negocios por más de 144 mil millones de dólares. Mientras que PEMEX perderá inversiones ya realizadas, en donde están involucrados cerca de 100 mil millones de dólares, es decir, ya de entrada el país realizará transferencias de recursos nacionales sin que a las trasnacionales les cueste más que las bases de licitación. O por lo menos, el gobierno no ha aclarado en qué condiciones se llevarán a cabo estas licitaciones.

La esperanza del gobierno de Peña Nieto es que con las asociaciones que haga PEMEX y sus propias inversiones sobre lo ya asignado y que está ya en activo (recordemos que Pemex podrá migrar los contratos que tiene actualmente –Integrales de Exploración y Producción,CIEPs, y de Obra Pública Financiada, COPF, a asociaciones con particulares) se generen inversiones de 2015 a 2018 por 44 mil millones de dólares y, por otra parte, que derivado de los nuevos proyectos a desarrollar (10, que incluyen campos maduros, de crudo extrapesado, de gas y de aguas profundas) se llevarán a cabo inversiones por más de 32 mil millones de dólares en los próximos 5 años. Tan sólo en 2015 se esperan 12 mil millones de dólares adicionales a los 25 mil que en promedio destina PEMEX actualmente.

Lo que se quiere es que con esto se detone el crecimiento de la economía nacional que a cada rato da pasos atrás.

La errática política económica tiene al régimen en los peores momentos de aceptación de la ciudadanía. Ya a estas alturas, anteriores gobiernos que incluso comenzaron con diversos niveles de cuestionamiento, ya habían remontado la impopularidad inicial y tenían calificaciones mayores a 6. La desconfianza en el gobierno actual tiene que ver con las medidas draconianas en contra de sectores importantes del país en el ámbito laboral, educativo y fiscal. Incluso con relación a la reforma energética hay una oposición del 80 % de la ciudadanía. Los incrementos de impuestos han deteriorado la confianza de la clase media y de los pequeños y medianos empresarios. Por ello los niveles de inversión privada han disminuido.

En razón de lo anterior las expectativas de crecimiento económico se revisan a la baja constantemente. Ya es un deporte nacional el que juegan las consultorías, los organismos internacionales y el propio Banco de México, restando posibilidades de crecimiento al país cada semana. Tan sólo en medio de la euforia por la promulgación de la reforma energética, el gobernador del Banco de México situó entre 2 y 2.8 por ciento el intervalo de crecimiento del país, cuando anteriormente lo tenía entre 2.3 y 3 por ciento. Recordemos que al principio del año el Banco de México auguraba un incremento económico de entre el 3 y el 4 por ciento.

Las cosas andan mal para el gobierno tricolor. Por ello han puesto el acelerador en los índices de confianza para las inversiones extranjeras. Es de lo que se trata. La materialización de las inversiones no se darán de la noche a la mañana pero los niveles de confianza de los socios que quieren atraer sí los pueden ir madurando.

Lo cierto es que las consecuencias de esas inversiones no se reflejarán tampoco en mayores salarios ni muchos empleos más de lo que la inercia actual está indicando. La reforma laboral se ha encargado de proporcionar la confianza a los inversionistas extranjeros de que la mano de obra mexicana se ofrecerá a niveles bajísismos de contratación. La reforma energética por su lado tendrá como consecuencia el “adelgazamiento” de PEMEX y la CFE, es decir, el despido masivo de trabajadores que podrán ser contratados por las transnacionales pero ahora con menores sueldos. No habrá un significativo aumento de plazas en la industria energética del país, sólo una transferencia de trabajadores pero con menores salarios y prestaciones.

Y para el resto del país, sólo quedará la promesa de que se reducirán los precios de los energéticos a consumir. Lo que sí irá al alza es el gasto en publicidad y promocionales de convencimiento, lanzados al aire en proporción creciente por los medios masivos de comunicación en razón directa de las mentiras y promesas que contienen. 

¡Y todo a paso acelerado porque ya vienen las elecciones intermedias federales!

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