viernes, 3 de octubre de 2014

COSAS DE MUCHACHOS




Dijo Salvador Allende en su célebre discurso en la Universidad de Guadalajara “ser joven y no se revolucionario, es una contradicción hasta biológica”; por su parte, mi papá opinaba con ironía que lastimaba más que la sentencia, “la juventud es una enfermedad que se cura con el tiempo”; en el mismo sentido, pero escrito con un tono de amargura, un poema de José Emilio Pacheco, alude a quienes al paso del tiempo se convirtieron en lo mismo que criticaron cuando jóvenes; en los 70s, cuando yo fui joven y jipioso, se decía que había que desconfiar no sólo de los encorbatados, sino de todo aquel anciano que rebasara… ¡los treinta años!; por esa época, me sacudió saber de un texto de Pier Paolo Pasolini en el que tilda de burgueses a los estudiantes y les hace saber que en algún disturbio, él tenía ganas de que los policías, auténticos hijos del pueblo, les partieran la madre por arrogantes.

Todo lo anterior me viene a la mente, tras los últimos días de septiembre, en los que hechos relacionados con jóvenes mexicanos se han vuelto motivo de interés y reflexión: 1) Los indicios de que catorce de los veintidós jóvenes muertos a balazos en Tlatlaya, Estado de México, fueron acribillados por miembros del ejército con disparos a menos de treinta centímetros de distancia. 2) El movimiento que surge en el IPN contra reformas profundas que en opinión de los estudiantes atentan contra su formación profesional, contra el Instituto y contra la educación pública… y 3) El artero atentado en Iguala, Guerrero contra estudiantes de la normal de Ayotzinapa, por parte de la policía municipal y un oscuro grupo armado. Murieron por lo menos once personas (la mayoría estudiantes, pero también una profesora que viajaba en un taxi, y tres personas que iban en el camión que transportaba al equipo local de futbol: un futbolista menor de edad, el director técnico del equipo y el chofer). Además, a raíz de estos hechos, aún se encuentran desaparecidos más de cuarenta normalistas.

La situación da miedo, también vergüenza y coraje.

Tlatlaya se yergue como monumento a la impunidad, la opacidad y la simulación. ¿Por qué asesinaron a esos jóvenes? Lo más seguro es que ni siquiera sepamos porque se vieron involucrados en un conflicto contra el ejército.

Lo de Iguala, parece una advertencia a los estudiantes del Poli, cuyo movimiento si bien mostró poderosa musculatura en la marcha llevada a cabo el martes 30 de septiembre, también ha dejado ver cierto distanciamiento con el entorno nacional. Indudablemente sus motivaciones son legítimas, pero me parece incongruente que hayan discutido tanto su participación en la marcha conmemorativa del dos de octubre, porque según algunos, su movimiento tiene que ver con la educación y no con la política. ¡Cómo si en este país una cosa pudiera separase de la otra!

Tuve el gusto de cubrir para radioamlo.org su mega marcha, pero me desconcertó que nadie reclamara por el asesinato de sus compañeros normalistas. Pareciera que algunos politécnicos quisieran que su movimiento germinara aislado, como si el IPN no formara parte de una realidad cuyos disturbios nos atañen a todos los mexicanos.

Deseando que el movimiento del Poli se deje llevar por la realidad nacional y no por los políticos que la manipulan, concluyo lamentando el oportunismo del secretario de gobernación, en su afán de beneficiarse con el manejo de la justa causa politécnica.

(¡Dos de octubre no se olvida!)

@Vegdelanoche

Nota editorial leída en la emisión del 1-2 de octubre de 2014 en #LosAtractivosDeLaNoche, programa de radioamlo.org, que se transmite los miércoles desde las diez de la noche hasta las altas horas de la madrugada. 

Foto de la marcha, @ojelikal
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Víctor Hernández. 

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