Desde hace dos años La Colectividad del maíz ha impulsado un juicio contra la siembra de maíz transgénico que ha impedido su siembra en el país. A pesar de los argumentos presentados por científicos, abogados, campesinos y organizaciones de la sociedad civil sobre los daños al medio ambiente y los riesgos que implica el uso de este tipo de cultivos, el Juzgado Décimo Segundo de Distrito negó la medida precautoria que suspende su siembra sin haber resuelto todos los argumentos y pruebas presentadas. Sin embargo, gracias a la apelación presentada por la misma colectividad el pasado 19 de agosto, la siembra de estas semillas se suspende hasta que haya una resolución a dichos argumentos y pruebas.
¿Por qué la negación a la medida precautoria es preocupante?
Esta decisión pone en riesgo el derecho humano a un medio ambiente sano, a los más de 600 platillos culinarios que emplean maíz mexicano, y a las 59 razas de maíz y las miles de variedades de este grano que existen en México, centro de origen con gran diversidad genética. La contaminación genética y la imposible coexistencia entre las semillas nativas y los transgénicos ha sido probada por distintos investigadores, un claro ejemplo es que como informa la Colectividad del maíz, aún durante la suspensión de su siembra “el Instituto Nacional de Ecología y Cambio Climático de la SEMARNAT, reporta 89 casos de presencia de transgenes en maíces nativos de 6 estados del país a lo largo de una década”.
Por si esto fuera poco, la autorización de la siembra de semillas transgénicas fomentaría la injusticia social ya que se fortalece el control corporativo sobre la venta de semillas que pertenecen a un puñado de empresas, y generando además la dependencia al uso de agrotóxicos que en lugar de favorecer el uso sustentable de los recursos naturales, pone en riesgo la calidad de los mismos y la salud de las personas. Ejemplo de ello es el uso del glifosato, herbicida que se utiliza en todos los transgénicos y que ha sido reclasificado como probable cancerígeno por una agencia de la Organización Mundial de la Salud.
Una decisión como esta, sería evidencia clara de que las autoridades más allá de garantizar alimentos sanos para las personas y para el medio ambiente, buscan la comercialización y el favorecimiento a las grandes empresas que controlan el mercado de semillas.
Las autoridades deben impulsar la agricultura ecológica que proteja la biodiversidad sin el uso de agrotóxicos y permita el desarrollo de las comunidades en lugar de a las grandes empresas. La suspensión de siembra de maíz transgénico continúa y la lucha por la comida sana también.
Fuente: Greenpeace
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