miércoles, 31 de agosto de 2016

SÍ A LA VIDA, NO A LAS CULPAS

POR LA VERDAD Y LA CONFIANZA
Dra. Zaida Alicia Lladó Castillo
Imagen: Archivo Vaxtuxpan 
Ha dado mucho de qué hablar en México, el tema de “sí a la vida” que garantiza el derecho a ésta y penaliza el aborto, tema en la que se involucran diferentes ideologías y convicciones: éticas, sociales, religiosas y políticas.

En especial en nuestro Estado ha sido un tema muy discutido. Desde el mes de enero en que se validó el proyecto de decreto que adiciona un párrafo al artículo 4º de la Constitución Política del Estado de Veracruz, dejando en éste previsto: “la protección a la vida del ser humano desde la gestación hasta la muerte por causas naturales”, mismo que fue ratificado en el mes de Julio y que finalmente, de acuerdo al informe rendido en la sesión extraordinaria del Congreso del Estado del día 18 de agosto pasado en donde 137 cabildos lo avalaron, queda en firme tal disposición turnándose al Ejecutivo para su promulgación y publicación en la Gaceta Oficial del Estado.

Desde luego esta iniciativa prevé las circunstancias en donde el aborto no es objeto de penalización, siendo éstas: a) cuando el embarazo sea como resultado de una violación, b) cuando esté en riesgo la vida de la madre; o c) por malformación del producto. Por lo tanto, cualquier condición fuera de estas tres excepciones queda penalizada.

Pero ¿Por qué estos temas polarizan a la sociedad? Para responder esta pregunta, me permito analizar algunos razonamientos que bien podrían justificar estas diferencias:

A) Visiones disímbolas, que confrontan a las mujeres feministas con las tradicionalistas.

Hoy la visión de las mujeres tiende a polarizarse y hay razones para ello. Y es que existe un porcentaje de mujeres mexicanas que responden a intereses distintos a los esquematizados en el pasado, tanto en lo personal como en lo social…y qué bueno que así sea. Pero esas mujeres no deben olvidar que, el hecho de que hayan superado tabúes y prejuicios sociales y religiosos, quiera decir que todas lo hayan logrado, piensen igual o acaten de la misma manera los nuevos discursos de género o los supuestos avances de la modernidad. En eso estriban las diferencias perceptivas entre las “feministas” y las “tradicionalistas” y de ahí los grandes contrastes que existen aún en la propia sociedad mexicana.

Y ahí está el meollo, porque me parece que en ese sentido, las feministas—que no todas femeninas-- que caen en posiciones extremas, al no aceptar otra posición que no sea la propia entran en el obstinamiento, incluso en la intolerancia y se resisten a comprender otros criterios provenientes de las de su mismo género. Tazar a todas a partir de la experiencia propia es hasta cierto punto egoísta, cuando existe aún un alto porcentaje de mujeres y familias mexicanas que no concuerdan con las iniciativas modernas-en ciertos temas- o se oponen a acatarlas. Posiciones que también son igualmente válidas.

B) Centrar sólo la discusión en la visión del género femenino y no tocar el género masculino.

El problema del aborto es un problema de dos: hombre y mujer, luego entonces ¿por qué se penaliza sólo a la mujer? En todo caso, se debe ejercer cargos en contra del varón que participa también en una concepción no planeada. Porque no es justo que la mujer cargue con todo el problema y el hombre salga bien librado, cuando es tan responsable como ella. Y ahí entonces está un vacío en la Ley por el cual las mujeres deben luchar, para igualar la aplicación de la justicia sin distingos y para que también los varones asuman las consecuencias de sus actos irresponsables.

C) No reconocer –las propias mujeres y varones--las fallas que deben corregirse en la educación, formal e informal, para enseñar a los hijos a tomar decisiones de vida.

En otros artículos lo he mencionado. Algo de lo que están adoleciendo en buena parte las nuevas generaciones es la incapacidad para tomar decisiones de vida. El tomar decisiones cualesquiera lo puede hacer, pero tomar “buenas” decisiones,-- aquellas que sirven para crecer y que no deriva en consecuencias negativas a quien la toma-- no todos lo logran. Para ello se requiere madurez, preparación y seguridad personal y eso ya no se proporciona tan fácilmente en los hogares, hoy en día.

Esto nos lleva invariablemente a identificar las causas, que en un alto porcentaje se remite a las fallas en la educación formal e informal que no han puesto en el centro del interés el educar para la vida. Es decir, en eso está fallando la familia—concretamente los padres--, la escuela y la sociedad y ello implica se realicen acciones para ayudarles y traten los problemas de manera integral, en donde intervengan: médicos, psicólogos, psiquiatras, sociólogos, trabajadoras sociales, etc. y en donde la prevención en temas como sexualidad, valores, comunicación entre padres e hijos, personalidad, control emocional, etc., son vitales para lograr que los jóvenes puedan tomar decisiones acertadas en su vida.

En los diagnósticos psicológicos de las historias de cada mujer-joven o adulta- que se somete a un aborto o espera un hijo no deseado, esta:

a) Ser hijos de padres consecuentes, es decir, que les permiten demasiadas libertades en sus hogares, y que al no ir aparejada esa permisibilidad con la orientación afectiva y al iniciar una vida sexual a edades tempranas sin consciencia ni responsabilidad, aumenta la probabilidad de concebir un hijo que no tiene la culpa de los arrebatos hormonales de sus padres.

b) Casos de parejas que no superan la etapa de adaptación ni los conflictos o ajustes propios de una relación en unidad y que ven en la separación o el divorcio la alternativa para la solución de sus problemas de intolerancia y por esa circunstancia, optan por la separación y la eliminación de todo tipo de lazo, entre ellos los embarazos no deseados.

c) Madres solteras jóvenes—de segunda o tercera generación--, que repiten patrones ancestrales, que padecen de la ausencia de la figura del “varón responsable” en sus vidas o que se toma como algo común el realizarse interrupciones de embarazo por la inexistencia de una relación estable en pareja. Por lo tanto, eso lleva a las nuevas parejas a repetir patrones y a cometer los mismos errores.

d) Hijos sobreprotegidos cuyas familias manipulan la vida de éstos, incluso en su incapacidad para decidir si se embarazan o no.

D) El papel de la moral social y su confrontación ideológica con la mujer desinhibida

Quien piense que no existe una moral social, está perdido o vive en otro planeta. Y el hablar de moral social no es referirse a la “moral religiosa” o la “moral represora” que se abrogan algunos grupos insertos en la sociedad, que se sienten con el derecho de juzgar la vida de otros.

La moral social existe en el medio y no es algo que se imponga al hombre de manera súbita. Es algo que se forma en los seres humanos a través del aprendizaje de comportamientos adaptativos con el medio y de los principios educativos, sociales y culturales recibidos desde la niñez, que definen la forma de percibir el mundo en lo personal y en convivencia sana con los demás. Incluye también, normas de urbanidad y jurídicas que se acatan en la comunidad, así como la educación en valores que dan sentido a la vida sana, física y mental, de cada quien.

No hay que confundir la moral social con los “prejuicios morales”. Los prejuicios son propios de las sociedades represoras, siendo éstas dañinas porque minimizan la capacidad de las personas, adjetivan en función de las apariencias y se sienten con el derecho de hacer juicios sumarios de sus habitantes. Son sociedades que estigmatizan a las mujeres principalmente, y que en el pasado generaron tabúes e inseguridades en ellas y son lastres con los que se ha tenido que cargar y luchar para erradicarlos para lograr una sociedad más justa e igualitaria.

La moral social—siendo un tema elemental de asimilar--, los padres no se preocupan por explicarlo a sus hijos. Si lo hicieran, los harían conscientes de que viven dentro de una sociedad que opera con normas urbanas, sociales, cívicas, jurídicas, etc., y que en la medida de que las asimilen generarán vínculos de empatía, responsabilidad, respeto y buena convivencia con los demás.

Por lo tanto adoptar una posición frente al aborto, tan es perjudicial hacerlo a partir de la perspectiva de una sociedad que practica una moral prejuiciada, que inhibe las libertades y crea sentimientos de culpa en las protagonistas, como aquella que en uso de un discurso de libertad sin límites permite la transgresión de los derechos de otro: entre ellos un ser que tiene derecho a vivir.

E) La posición de la ciencia y la ética profesional

La posición de la ciencia es otro de los factores que se han venido imponiendo en la no aceptación de la despenalización del aborto. El papel que juega el sector salud al respecto, que está compuesto por médicos y enfermeras que en su gran mayoría poseen ética profesional, ha venido a ser decisivo. Porque no todos estos profesionales están dispuestos a practicar interrupciones de embarazos por mucho que lo permita la Ley. Por lo tanto, en los lugares que si está permitido, al no haber toda la disposición clínica en el sector salud, ha provocado que haya crecido el número de centros clandestinos—que siguen siendo el gran negocio-- y eso seguramente se convertirá tarde o temprano, en un problema de salud pública.

Lamentablemente los primeros resultados que se han obtenido, en la Ciudad de México, permite confirmar lo que ya han hecho públicas las estadística: la despenalización del aborto no ha resuelto el problema de los embarazos no deseados, porque por una parte no ha llevado a la disminución de estas prácticas clínicas y por la otra se ha tomado como una práctica anticonceptiva para comodidad de las parejas descuidadas que son reiterativas en su práctica.

Por el contrario, con una Ley que respeta la vida, sumada a una efectiva orientación sexual entre otros temas vitales, se pretende pueda crear consciencia en las parejas que gozando plenamente de su sexualidad, puedan protegerse en sus relaciones y de esta manera puedan planear mejor su vida; y cuando se tome la decisión de traer un hijo al mundo, se haga con un deseo firme de que será recibido con amor y asumiendo el compromiso integralmente.

Por lo tanto, aceptar el principio de “SÍ A LA VIDA”, no es darle la razón a un precepto religioso, el asunto de fondo es darle la razón a la sociedad que es la que asume los resultados –buenos o malos--, de la actuación de sus integrantes; y también es prudente otorgar la confianza a la acción del Estado que representa la autoridad y que es a quien le toca enfrentar este y otros problema más, que están hoy en discusión y que pueden y deben ser debatidos con apertura, pero también abogando a la conciencia y la responsabilidad social.
Gracias y hasta la próxima

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