sábado, 22 de octubre de 2016

Explosión en Pajaritos, seis meses de impunidad


Blogpost por Edith Martínez 
El 20 de abril de 2016 era un día como cualquiera para los habitantes de Coatzacoalcos, Veracruz. A las 15:15 horas –según la información oficial de Pemex- todo cambió. El ruido de dos fuertes explosiones en la Planta Clorados III del complejo Pajaritos y la nube negra que vino después, convirtieron aquel miércoles en un día fatídico para miles de personas.

Seis meses han pasado desde aquella tragedia arrebató la vida a 32 personas y dejó cientos de heridos y un coctel de tóxicos en el ambiente. Hasta ahora no hay culpables, menos sanciones y mucho menos, una explicación clara sobre las causas del siniestro, gracias a la impunidad y opacidad con la que las autoridades mexicanas han llevado este caso.

Al principio, el polémico gobernador (ahora con licencia) del estado, Javier Duarte, las autoridades sanitarias y de medio ambiente del país, decían que la emergencia estaba controlada, que no había riesgo para la población; presumían lo rápido de su actuar y prometían llegar al fondo del asunto y castigar a los culpables y sobre todo, proteger a las personas. Nada de eso ha ocurrido.

Ni las autoridades federales y estatales, ni la firma Petroquímica Mexicana de Vinilo (PMV), operada por Mexichem y Pemex, han dado una explicación sobre las causas de la explosión; no hay resultados de los estudios sanitarios que el secretario de Salud estatal, Fernando Benítez prometió realizar; tampoco se conoce la “investigación de fondo” que anunció el director general de Pemex, José Antonio González Anaya.

La impunidad y opacidad imperan en este caso, como en muchos otros en los que se apela al olvido, pero la memoria social y la evidencia del daño existen. El 23 y 24 de abril, un equipo de Greenpeace se trasladó a Coatzacoalcos para hacer por primera vez en el país, lo que en la teoría le correspondía a las autoridades: analizar el impacto de la emergencia química en las personas y el ambiente.

Se tomaron muestras de agua residual industrial, agua del río Coatzacoalcos, del suelo y polvo superficiales y los resultados fueron alarmantes: encontramos la presencia en agua de al menos 59 químicos orgánicos aislados, entre ellos algunos considerados de alto riesgo y cancerígenos como el Dicloruro de Etileno (EDC), así como la existencia de otras sustancias tóxicas conocidas como dioxinas y furanos sujetas –al menos en el papel- a estrictas regulaciones en México. Link a reporte completo: http://www.greenpeace.org/mexico/Global/mexico/Docs/2016/toxicos/Pajaritos-una- bomba-de- toxicos.pdf

La legislación exige a los emisores de dioxinas informar cualquier cantidad de esta sustancia que sea liberada al medio ambiente. Sin embargo, en México, no se analiza el impacto en las personas y en los ecosistemas por la exposición a dioxinas y furanos, pese a que son sustancias incluidas en el Convenio de Estocolmo por su peligrosidad. A seis meses de la emergencia química, la población y la opinión pública carecen de información sobre los riesgos a los que están expuestos las personas tras la explosión.

Por si fuera poco, las autoridades ambientales ha guardado silencio sobre el supuesto plan de remediación que solicitó a Mexichem en junio pasado y sobre la limpieza del sitio, qué empresas se encargaron de retirar los residuos tóxicos, quién los caracterizó y cuál fue el destino final de los mismos.

Es urgente que el gobierno mexicano transparente la información sobre los hechos, sus planes de acción y las medidas que tomará para evitar que casos como éste se repitan. A medio año de la tragedia en Pajaritos, no olvidamos y seguimos exigiendo la verdad.
Fuente: Greenpeace

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