martes, 16 de enero de 2018

Lo que no dicen los políticos

Pedro Bravo/ Isael Petronio
Imagen: Redes Sociales
El bluf o balandronada es el arma predilecta de los políticos, sobre todo en la política mexicana, donde el alarde se impone por encima de la razón y de la objetividad, pareciera más una pelea de gallos que de ideas.

En el transcurso de la semana, y en medio de la lucha política electoral para la elección de presidente de la República, gobernador y diputados, lo hemos visto son más las descalificaciones, el vituperio y las falacias que las propuestas que orienten al elector a la hora de votar y constituir un verdadero gobierno que acabe con la iniquidad, la inseguridad y la corrupción.

Todo se centra en la figura del candidato mejor posicionado, en nuestro caso López Obrador, quien por estar en la delantera recibe los ataques de los candidatos seguidores; pero no solamente éstos sino también los personeros de los distintos gobiernos que comparten el poder en el país, de tal suerte que hay una sincronía: todos contra el puntero; pero esas inercias que en el ataque se manifiestan como negativas, tienen en otros momentos su manifestación positiva, tal como lo señalan los analistas gringos, puede ser que en un un momento se diga: ¡Vamos todos con el ganador! Y así, lo que antes fue negativo para un personaje se transforme en positivo y viceversa.

Este ruido mediático, es contrario a lo que dicta la razón de una sociedad informada y crítica, pues simplemente exacerba pasiones provocando un voto sin sentido, maleable y hasta corrompible.

Todo inicia en el pantanoso problema de la corrupción, es decir, del uso ilegal e ilegítimo de cargos públicos para beneficiarse de ellos, como individuo, familia, grupo o clase social, tal como también lo significa el estancamiento del sistema al establecer, recientemente (desde 2014) la posibilidad de reelección en cargos de elección dado que, permite el enquistamiento de una clase política que vela por sus intereses y no de la población.

Una visión de tal realidad se muestra en la imagen del video en el que el gobernador Yunes, a la vez que habla en una rueda de prensa decide quitarse un reloj de pulso y lo guarda en la bolsa de su saco. Sin que nadie lo precise y menos lo confirme, se aseveró en las redes y lo difundió un periódico nacional, dicho reloj es de la marca Richard Mille y tiene un valor aproximado de seis millones de pesos.

Con ese precio, no es menor el escándalo que existe en redes sociales, pues si eso es cierto, la pregunta pertinente sería ¿por qué un reloj tan caro si el tiempo es fugaz, pero además, la hora está por dondequiera en esta época de gadget donde en todos lados y múltiples formas hay un reloj

Todo hubiese quedado en una simple anécdota de nuestros políticos propensos a la fanfarronería y lo naco; pero el hecho cayó como anillo al dedo para asumirlo como un rasgo de la corrupción y de la ostentación.

Sin verificar si eso vale el reloj, si lo compró con dinero propio, etcétera, AMLO agarró el dato y lo sumó a sus críticas contra el régimen tanto del PAN como del PRI y palabras más o palabras menos, comparó a Yunes con el indiciado Javier Duarte e hizo mofa de que “ellos también quieren vivir en la abundancia”.

Por su parte el gobernador aliancista PAN-PRD no esquivó el golpe y de frente señaló que AMLO era un corrupto y que tenía pruebas para ello y que además lo “retaba” a debatir en la mismísima plaza Lerdo-Regina de la capital del país

Mucho ruido y pocas nueces, porque si ambos tuvieran pruebas contundentes de acciones que configurarán un delito normado por el código penal, no habría ninguna duda de que ya hubiesen judicializado el caso.

Se pueden decir de todo, finalmente, no pueden comprobárselo, pero además lo peor: no les interesa que los actos de corrupción realmente se esclarezcan y se castiguen, sino simplemente hacer ruido y tener contentas a su audiencias, que como coro aplauden acríticamente todo lo que hagan o digan.

Si el debate de la corrupción fuera racional y verdadera lo primero que tendrían que hacer todos los políticos es dar a conocer públicamente su declaración tres de tres: patrimonial, hacendaria y el conflicto de intereses, pero hasta la fecha, hacer transparente el patrimonio de los políticos es tan raro como oírlos hablar con la verdad.

Si la crisis nacional que, tiene un Estado fallido, está necesitado de una auténtica revolución cultural en la política, implica que los políticos se bajen del ring y suban a la palestra republicana a proponer soluciones viables que no evadan la realidad. Muchos problemas existen con sus propias víctimas, pero los tres más graves son: corrupción, desempleo y sobreexplotación de la fuerza de trabajo y la seguridad pública.

No nos interesan los relojes, ni si engordan los políticos por andar en eternas campañas, ni si se parecen a Don Gastón Billetes*, lo que nos interesa es saber si gobiernan rindiendo cuentas, si construyen un gobierno abierto que transparente toda política pública, si impulsan una gobernanza democrática fomentando una ciudadanía más crítica, capaz de revocar el mandato a los políticos corruptos y llevarlos ante los tribunales, en pocas palabras si gobiernan realmente para el bien común o por el contrario para acrecentar sus fortunas y su ego.

*Don Gastón Billetes es un personaje de Abel Quezada, tan adinerado que se ponía un gigantesco anillo de diamantes en la nariz.
Isael Petronio Cantú Nájera
2288464633

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