lunes, 25 de junio de 2018

El ganador estadístico (AMLO)

Todo es un número. Con ese argumento, rápidamente seríamos incluidos entre los pitagóricos, cuya idea del número se volvió, aparte de una ciencia, casi una religión.

Pero sin duda, poco podríamos hacer, si no tuviéramos el mínimo entendimiento de contar y agrupar, desagrupar o dividir las cosas, operaciones elementales de las matemáticas.

Del todo y sus partes o al revés, se pueden sacar diferentes correlaciones, que utilizadas lógicamente nos ayudan a prevenir errores o accidentes, diseñar políticas públicas o incidir en un mercado incipiente… con las matemáticas, de manera natural, se llegó a lo moderna estadística; entendida esta como una ciencia matemática que estudia una muestra representativa de datos, sus correlaciones y que puede generalizarse a todos los datos de donde provino la muestra; por ejemplo, cuando el INEGI presenta cada trimestre sus trabajos estadísticos de número de pobres y de ricos en el país, de empleados y desempleados o el valor real del salario mínimo. Pocos pueden negarle al INEGI que sus predicciones, utilizando la estadística, hacen referencia a la totalidad de la población en México; tanto el gobierno como la iniciativa privada, utilizan esos trabajos para diseñar sus políticas públicas o su metas productivas para el mercado local e internacional.

Pero no hay peor error en la estadística que interpretarla desde la frivolidad de la política, porque sin duda, a la frialdad racional de los números, se sobrepondrá el interés mezquino del gobernante… un ejemplo macabro: el “fisculín”, es decir el indiciado Luís Ángel Bravo Contreras, ex fiscal de Veracruz, México, ha sido sujeto a proceso por la desaparición de 13 cadáveres de un total de 19 que fueron rescatados en la barranca de La Aurora, ¡Quiso modificar la estadística y aparentar que había menos cadáveres!

Hasta la elección del 2012, las grandes casas encuestadoras y los propios políticos de diversos partidos, se manejaban como expertos estadísticos y desde sus ejercicios matemáticos, lanzaban a la opinión pública sus resultados con el claro fin de predecir e incluso influenciar a la masa sobre las tendencias ganadoras de tal o cual candidato. El INE mismo, tuvo que emitir un acuerdo para detener la guerras de encuestas que de una u otra manera, incidía en la opinión de la gente… pero aquí comenzamos a caminar el pantanoso sendero de la politización de la estadística, donde proliferaron las encuestadoras y sus resultados marca “patito”.

Pero eso no tiene nada que ver con la dureza, la veracidad y la potencia de las matemáticas estadísticas, que nos ayudan a comprender fenómenos generales a partir de la recolección, organización y estudio de los datos de una muestra representativa de esos fenómenos.

Ahora, dados los datos estadísticos que benefician a AMLO, como candidato preferente para la presidencia de la república, se han alzado voces señalando a la estadística como una ciencia perversa e inútil, a pesar de que esas mismas voces sigan a pie juntillas lo que diga INEGI sobre sus haberes o débitos de sus cuentas personales; es decir, estúpidamente rechazan los datos estadísticos que benefician a AMLO pero aceptan los que les benefician: ¡Nada matemático, verdad!

Es un hecho que los ejercicios encuestológicos de las compañías más serias del país presentan a AMLO como el candidato presidencial con mayor preferencia entre la población; también es un hecho que los problemas más sentidos (obtenido el dato de manera estadística) entre los mexicanos y las mexicanas son: corrupción, inseguridad, desempleo y pobreza y que debido a ello, no piensa en volver a votar por el PRI ni por el PAN y que esperan que AMLO cumpla sus promesas de resolver o acabar, en buena medida esos problemas.

Algunas voces, nada matemáticas, alegan que aún hay muchos “indecisos” y que esos pueden hacer que AMLO pierda la elección; lo que no hacen es inferir que esos indecisos son indecisos para todos los candidatos y no sólo para uno, que ellos, bien querrían que sólo lo fuera para AMLO y que se presentaran el día de la elección a votar por Meade, Anaya o el Bronco. ¡Así no funciona la estadística!

Sin duda un ejercicio matemático de estadística es más preciso entre mayor es la “muestra representativa” del universo a estudiar, y por obviedad, el “censo” es el más exacto: pues se cuenta todo; pero sin duda, la economía y la certeza (con un margen de error perfectamente estudiado) de la estadística nos permite inferir rasgos de una población como si la contáramos toda, obteniendo: la media, la moda, la desviación estándar, el coeficiente de correlación de Pearson, Chi cuadrada, elementos de una rigurosa estadística matemática… por supuesto que todos pueden ser como el “fisculin”: desaparecer cadáveres y así aparecer como un estado que tiene menos cadáveres y por consiguiente asesinatos, que otros estados.

Tengo entendido, que en el caso de AMLO, él no ha hecho las encuestas, ni menos ha dictado los resultados estadísticos, sino más bien, empresas y agentes nada afectos a su candidatura y aún así, él: ¡Es el ganador estadístico!

Finalmente, el próximo domingo primero de julio, cada ciudadano o ciudadana mexicana, volverá a poner a prueba la capacidad predictoria de las matemáticas estadísticas y de paso, si AMLO, puede desde la Izquierda, terminar con la corrupción, la inseguridad, el desempleo y pobreza… por eso, ante esa duda insidiosa… Yo, como decía Petronio, mi padre: ¡Pitágoras no se equivoca!
Isael Petronio Cantù Nàjera

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