Por Uriel Flores Aguayo
urielfloresaguayo@hotmail.com
Una vez más, aunque choque y aburra, por obligación ciudadana, debo escribir sobre la triste y lamentable situación social en que se encuentra nuestro estado de Veracruz. Sólo desde las comodidades económicas y la demagogia o confusión política se puede omitir o negar el atraso y la marginación generalizada en que se encuentra nuestro querido pueblo jarocho. Saltan a la vista los contrastes y las carencias básicas. No exagero para nada si sostengo que en algunas zonas se viven situaciones de hambruna, por cierto, esa situación es cada vez más acentuada en las ciudades, contra la idea de que sólo se vive mal en el medio rural y, especialmente, en regiones indígenas.
Es abrumadora la falta de empleo, condición indispensable para que la gente lleve una vida normal. En todas partes y casi en todos los niveles sociales se observa desesperación por no tener empleo. También se da el caso de los empleos pésimamente pagados, sobro todo en el comercio, con sueldos como de mentiritas que casi no alcanza para nada. Sería casi imposible encontrar a un empresario justo y solidario que viera por la situación de sus trabajadores y los tratara como seres humanos. En ese contexto se genera un peculiar fenómeno sobre todo entre los jóvenes, en el sentido de que hay miles de personas en edad productiva, que no se dedican a nada útil, resultando oleadas de gentes que del ocio pasan a la vagancia y a la mal vivencia; ese dato explicaría algo de la incontenible oleada de violencia y delincuencia general.
Pero no sólo faltan empleos, igual de grave es la escasa alimentación en niños y jóvenes, observándose un incremento entre el fenómeno de personas obesas y desnutridas a la vez. Son de destacarse los problemas de infraestructura de las escuelas y los hospitales, así como la creciente inseguridad. La lista de rezagos es enorme, sería hasta obsceno completarla hoy. El problema radica en que esos asuntos claves en la vida de Veracruz no se atienden como debe ser, o sea, con seriedad, seguimiento y eficacia. Se prefiere gastar dinero público en cualquier cosa pero que genere imagen que tenderle la mano a tantos grupos sociales que la están pasando tan mal. Vale más un “Tiburón o un Halcón” que un ciudadano veracruzano.
Muy pero muy difícil la tiene el PRI, el partido oficial, si cree que va a repetir en la gubernatura por su bonita cara. La gente no es tonta ni extiende cheques en blanco, mientras no vea resultados y sólo tenga enfrente expectativas cuyo tiempo es ya muy breve, lo más seguro es que, de la decepción, pase al rechazo y aún al repudio. El debate, entonces, debe ir a los indicadores sociales para evaluar a la administración actual; no a la personalidad del gobernador, o a sus lemas y colores o a la escenografía oficial, para la cual hasta un frente frío es la gran noticia que llena falta de anuncios y avances.
Nuestra mayor desgracia social es la pobreza y mientras no la atendamos desde todos los frentes, sobre todo el más obligado que es el público, no podemos dejar de considerarnos inhumanos. Que nadie se espante si roban o matan para comer o si dan mala imagen con su facha débil y sucia. ¿Para que queremos al PRI?
Una vez más, aunque choque y aburra, por obligación ciudadana, debo escribir sobre la triste y lamentable situación social en que se encuentra nuestro estado de Veracruz. Sólo desde las comodidades económicas y la demagogia o confusión política se puede omitir o negar el atraso y la marginación generalizada en que se encuentra nuestro querido pueblo jarocho. Saltan a la vista los contrastes y las carencias básicas. No exagero para nada si sostengo que en algunas zonas se viven situaciones de hambruna, por cierto, esa situación es cada vez más acentuada en las ciudades, contra la idea de que sólo se vive mal en el medio rural y, especialmente, en regiones indígenas.
Es abrumadora la falta de empleo, condición indispensable para que la gente lleve una vida normal. En todas partes y casi en todos los niveles sociales se observa desesperación por no tener empleo. También se da el caso de los empleos pésimamente pagados, sobro todo en el comercio, con sueldos como de mentiritas que casi no alcanza para nada. Sería casi imposible encontrar a un empresario justo y solidario que viera por la situación de sus trabajadores y los tratara como seres humanos. En ese contexto se genera un peculiar fenómeno sobre todo entre los jóvenes, en el sentido de que hay miles de personas en edad productiva, que no se dedican a nada útil, resultando oleadas de gentes que del ocio pasan a la vagancia y a la mal vivencia; ese dato explicaría algo de la incontenible oleada de violencia y delincuencia general.
Pero no sólo faltan empleos, igual de grave es la escasa alimentación en niños y jóvenes, observándose un incremento entre el fenómeno de personas obesas y desnutridas a la vez. Son de destacarse los problemas de infraestructura de las escuelas y los hospitales, así como la creciente inseguridad. La lista de rezagos es enorme, sería hasta obsceno completarla hoy. El problema radica en que esos asuntos claves en la vida de Veracruz no se atienden como debe ser, o sea, con seriedad, seguimiento y eficacia. Se prefiere gastar dinero público en cualquier cosa pero que genere imagen que tenderle la mano a tantos grupos sociales que la están pasando tan mal. Vale más un “Tiburón o un Halcón” que un ciudadano veracruzano.
Muy pero muy difícil la tiene el PRI, el partido oficial, si cree que va a repetir en la gubernatura por su bonita cara. La gente no es tonta ni extiende cheques en blanco, mientras no vea resultados y sólo tenga enfrente expectativas cuyo tiempo es ya muy breve, lo más seguro es que, de la decepción, pase al rechazo y aún al repudio. El debate, entonces, debe ir a los indicadores sociales para evaluar a la administración actual; no a la personalidad del gobernador, o a sus lemas y colores o a la escenografía oficial, para la cual hasta un frente frío es la gran noticia que llena falta de anuncios y avances.
Nuestra mayor desgracia social es la pobreza y mientras no la atendamos desde todos los frentes, sobre todo el más obligado que es el público, no podemos dejar de considerarnos inhumanos. Que nadie se espante si roban o matan para comer o si dan mala imagen con su facha débil y sucia. ¿Para que queremos al PRI?
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