Por Uriel Flores Aguayo
urielfloresaguayo@hotmail.com
A golpes de realidad ya nadie puede dudar de la presencia de una crisis generalizada en nuestro país. El fraude reciente en la elección presidencial puso en evidencia a nuestra precaria democracia y nos mostró instituciones electorales parciales y corruptas. Las cúpulas adoptaron la alternancia política con alguien a modo como el locuaz Vicente Fox, pero sacaron toda su esencia pestilente y simuladora cuando vieron que el cambio venía por la izquierda, con lo cual expusieron a México a peligros mayores, como son la descomposición y los estallidos sociales. La crisis económica es administrada por el “Presidente del empleo” con recetas repetitivas y caducas; los problemas económicos se multiplican, nuestra dependencia con los Estados Unidos nos pasa una factura alta que se traduce en enormes problemas sociales, especialmente en el agravamiento de la pobreza.
El estado mexicano es débil, más de lo que podría suponerse, no responde necesariamente a intereses generales y está bajo el control de poderes fácticos y privilegios grupales. La violentísima irrupción de los criminales dedicados al narcotráfico muestra un gobierno enclenque e inútil. La sociedad está desprovista de protección y caminando, poco a poco, hacia la ley de la selva. Vamos de crisis en crisis, por todos lados y de todo tipo; andamos en escenarios inéditos mezclados con hechos que, de tan vistos, a la vez que espantan también hartan a la gente.
Vivimos una situación explosiva que nos puede llevar a situaciones difíciles y dramáticas. A más violencia y pobreza, a más desempleo y espectáculos frívolos de las élites la población responde con desencanto y el miedo. Lo peor de todo en el desanimo y la desesperanza, ésta sí de toda gravedad, pues nos vuelven ciudadanos apáticos, “vale madristas”, cínicos y cómplices. Esa no puede ser la ruta hacia la democracia y el bienestar. Con qué autoridad moral Calderón pretende dar ejemplo a la sociedad o convocarnos a enfrentar a la delincuencia organizada cuando se robó la presidencia de la república, cuando envileció a instituciones del estado, cuando sigue con la política económica que ha producido más desigualdad y pobreza. Es un gobierno de ornato, prescindible; es parte del problema, no de la solución.
Es de suponerse que la crisis general debería tener salida por vías democráticas, en la cual la política tiene la centralidad. El problema es que nuestra democracia se volvió hueca cuando no se respetó la voluntad popular, cuando no se observó el principio original del sufragio efectivo, lo cual, entre otros efectos, convierte en ilegitimo a Felipe Calderón. En esas condiciones también la política en México se encuentra en una terrible crisis: aparatos gubernamentales, partidos y procesos electorales que operan con altísimos costos del dinero público; partidos sin ideologías, defendiendo conveniencias propias y dejando de representar el interés general; restricción de espacios para el debate, sobre todo en el duopolio televisivo donde, a pesar de la ley y sus obligaciones sociales, funcionan como poder político de facto.
La crisis de la política se expresa en sus gastos, insultantes para la realidad económica del país, y en la función de partidos y políticos, tan parecidos y tan ociosos. A la actual situación del país no le quedan ni le sirven políticos tradicionales; hace falta su renovación hacia lo auténtico y lo austero. Primero tienen que dejar de ser una carga para el pueblo, servir y no servirse, buscar quehaceres de utilidad social, estudiar y hacer las cosas bien y, si no es mucho pedir, ser serios y sencillos. Tal vez todavía están a tiempo antes de que el pueblo los corra al grito de ¡que se vayan todos!. Cuánta sabiduría hay en el comentario de un humilde bolero del parque Juárez, en el sentido de que ahora andan muchos bufoncitos en el medio político. Pues si, digo yo, buena parte de nuestra tradicional y folklórica clase política local está integrada por políticos prepotentes, payasos, rateros y cantinflescos.
Recadito: Recorridos del FAS en Cosoleacaque y Coatzacoalcos el 22 de noviembre; allá nos vemos.
urielfloresaguayo@hotmail.com
A golpes de realidad ya nadie puede dudar de la presencia de una crisis generalizada en nuestro país. El fraude reciente en la elección presidencial puso en evidencia a nuestra precaria democracia y nos mostró instituciones electorales parciales y corruptas. Las cúpulas adoptaron la alternancia política con alguien a modo como el locuaz Vicente Fox, pero sacaron toda su esencia pestilente y simuladora cuando vieron que el cambio venía por la izquierda, con lo cual expusieron a México a peligros mayores, como son la descomposición y los estallidos sociales. La crisis económica es administrada por el “Presidente del empleo” con recetas repetitivas y caducas; los problemas económicos se multiplican, nuestra dependencia con los Estados Unidos nos pasa una factura alta que se traduce en enormes problemas sociales, especialmente en el agravamiento de la pobreza.
El estado mexicano es débil, más de lo que podría suponerse, no responde necesariamente a intereses generales y está bajo el control de poderes fácticos y privilegios grupales. La violentísima irrupción de los criminales dedicados al narcotráfico muestra un gobierno enclenque e inútil. La sociedad está desprovista de protección y caminando, poco a poco, hacia la ley de la selva. Vamos de crisis en crisis, por todos lados y de todo tipo; andamos en escenarios inéditos mezclados con hechos que, de tan vistos, a la vez que espantan también hartan a la gente.
Vivimos una situación explosiva que nos puede llevar a situaciones difíciles y dramáticas. A más violencia y pobreza, a más desempleo y espectáculos frívolos de las élites la población responde con desencanto y el miedo. Lo peor de todo en el desanimo y la desesperanza, ésta sí de toda gravedad, pues nos vuelven ciudadanos apáticos, “vale madristas”, cínicos y cómplices. Esa no puede ser la ruta hacia la democracia y el bienestar. Con qué autoridad moral Calderón pretende dar ejemplo a la sociedad o convocarnos a enfrentar a la delincuencia organizada cuando se robó la presidencia de la república, cuando envileció a instituciones del estado, cuando sigue con la política económica que ha producido más desigualdad y pobreza. Es un gobierno de ornato, prescindible; es parte del problema, no de la solución.
Es de suponerse que la crisis general debería tener salida por vías democráticas, en la cual la política tiene la centralidad. El problema es que nuestra democracia se volvió hueca cuando no se respetó la voluntad popular, cuando no se observó el principio original del sufragio efectivo, lo cual, entre otros efectos, convierte en ilegitimo a Felipe Calderón. En esas condiciones también la política en México se encuentra en una terrible crisis: aparatos gubernamentales, partidos y procesos electorales que operan con altísimos costos del dinero público; partidos sin ideologías, defendiendo conveniencias propias y dejando de representar el interés general; restricción de espacios para el debate, sobre todo en el duopolio televisivo donde, a pesar de la ley y sus obligaciones sociales, funcionan como poder político de facto.
La crisis de la política se expresa en sus gastos, insultantes para la realidad económica del país, y en la función de partidos y políticos, tan parecidos y tan ociosos. A la actual situación del país no le quedan ni le sirven políticos tradicionales; hace falta su renovación hacia lo auténtico y lo austero. Primero tienen que dejar de ser una carga para el pueblo, servir y no servirse, buscar quehaceres de utilidad social, estudiar y hacer las cosas bien y, si no es mucho pedir, ser serios y sencillos. Tal vez todavía están a tiempo antes de que el pueblo los corra al grito de ¡que se vayan todos!. Cuánta sabiduría hay en el comentario de un humilde bolero del parque Juárez, en el sentido de que ahora andan muchos bufoncitos en el medio político. Pues si, digo yo, buena parte de nuestra tradicional y folklórica clase política local está integrada por políticos prepotentes, payasos, rateros y cantinflescos.
Recadito: Recorridos del FAS en Cosoleacaque y Coatzacoalcos el 22 de noviembre; allá nos vemos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario