La mexicanidad y los cambios en la cultura del Trabajo
PARTE TRES y ÚLTIMA
Dra. Zaida Alicia Lladó Castillo
2) Lo que corresponde a la empresa, al Estado y a la representación sindical
a) Las políticas económicas de Estado que repercuten en la empresa mexicana.
Los cambios internacionales y locales, presionan hoy a México a repensar sobre el esquema en que han de operar en adelante, sus empresas y la base productiva que son sus trabajadores. Pero para poder entender los cambios que se necesitan en materia empresarial y laboral, es urgente analizar lo que le está afectando a la empresa mexicana en la actualidad, sean del sector privado o público, pues los serios cambios globales y particulares, derivado de variables internas y la mayor parte externas, requieren de replantear, más que reformas constitucionales o de los modelos, las prácticas al interior de los centros de trabajo.
Pero vámonos por partes. Mucho se ha hablado de las políticas económicas de nuestro país, pero entre ellas me llama la atención, la síntesis del Dr. Francisco Suarez Dávila (2010)[1], uno de los más importantes economistas de México, cuando revisa las políticas económicas mexicanas y visualiza los cambios sufridos, a través de siete periodos históricos:
“Un primer periodo es el de México, antes de 1905, que permitió crecer dentro de la desigualdad; pero a partir de la segunda mitad de esa década, con Porfirio Díaz aún, se sientan las bases del desarrollo moderno. Un segundo periodo es el que va, de la etapa revolucionaria (1910), a la gran depresión de 1929 en donde aun sin crecimiento se crea un nuevo orden institucional”. El tercero es el Cardenismo (1929-1938), un periodo de desarrollo con transformación social que instaura el proyecto de país propuesto en la Constitución de 1917.El cuarto periodo es el desarrollismo (1938-1970), la fase más exitosa del país en lo económico. En éste hay crecimiento e industrialización acelerados, inicialmente con inflación moderada, luego con estabilidad. El éxito del desarrollismo se complementó con la orientación hacia la exportación que siguieron los asiáticos a partir de 1970. En un quinto periodo (décadas 70 y 80), vemos intentos fallidos por superar las deficiencias del modelo y sus elementos de agotamiento, y de encontrar uno nuevo. Aunque fugazmente con el auge del petróleo, se produce el crecimiento más rápido de nuestra historia, pero sin estabilidad. A partir de 1982 se inicia una nueva fase de intentos de transformación por medio de reformas estructurales, algunas exitosas, otras fallidas, (hay que recordar que en esta etapa, sobrevino la crisis de 1984/85, en la que se paralizó la producción del país, los precios dependieron de la oferta y la demanda y el gobierno tuvo que meter orden, para poder recuperar los equilibrios económicos).
A partir de 1994 con Salinas y Zedillo, como sexta etapa, se aceleraron las reformas estructurales de orientación neoliberal, también algunas exitosas y otras fallidas” (Suarez, 2010).
A propósito del periodo de Salinas, satanizado más por cuestiones políticas, hay autores que reconocen un crecimiento importante en esa etapa. Dam y Gutierrez (2003), reconocen a Salinas aciertos tales como: señalar las privatizaciones, (no de sectores estratégicos de la economía) y la desregulación administrativa; la liberación comercial y los tratados de libre comercio; el saneamiento de las finanzas públicas y la autonomía del Banco de México; las modificaciones al artículo 27 constitucional; la renegociación de la deuda externa, lo cual apuntó en la dirección correcta y desde luego impacto en la corrección del rumbo de la economía mexicana y su política social (que llegó hasta los grupos más desprotegidos). Los errores, fueron en su último año de gestión al no haber abierto, dichos sectores privatizados a la competencia, no haber operado una regulación eficaz de la actividad bancaria y el error de marzo de 1994, después de la muerte de Colosio, al no haber ampliado la banda de fluctuación del tipo de cambio, lo cual permitió la acumulación de presiones devaluatorias que, una vez agotadas las reservas internacionales del Banco de México, no pudieron contenerse por más tiempo, y dieron lugar a una devaluación que dejó venir la peor crisis económica de las últimas décadas (Dam, 2003).
A Zedillo le tocó enfrentar esa crisis, que se recrudece aun con el error de diciembre de 1994, que provocó la huida de los capitales golondrinos, principalmente de empresarios mexicanos, repercutiendo en la falta de liquidez para cumplir compromisos financieros obligándole a realizar esfuerzos para superar la inflación que llegó a ser superior al 100%. Y la forma de atacar la crisis y la conducción económica de ese gobierno, fue mantener el modelo neoliberal. Aplicó una política ortodoxa abiertamente restrictiva, siguiendo los lineamientos marcados y monitoreados por el FMI, pero finalmente se llevo el tiempo en meter orden en las finanzas nacionales. No obstante ese gobierno, llegó al final con estabilidad social y con una imagen confiable hacia el exterior, aunque sufrió un costo político fuerte.
El periodo posterior a 2000 y hasta la fecha, como la séptima etapa ya con Vicente Fox y hoy con la administración de Felipe Calderón, la economía se concentró en los medios —la estabilidad macroeconómica— y olvidándose de los fines (Suarez, 2010).
No obstante que se suscitaron circunstancias económicas favorables, especialmente con Fox, como la elevación de los precios del petróleo[2], las ganancias se destinaron a cubrir el gasto público concentrado en el gasto corriente que en 2007 llegó a 82.8% del total, en lugar de ocupar los excedentes en pago de deuda, elevar producción o mejorar condiciones de pobreza en las entidades. Y ya de ese año a 2009, con Calderón, derivando a un periodo temporal estabilizado pero, cambiante en forma radical a partir de la gran recesión, generada ese año, en los EEUU y otras variables que alteraron la dinámica de trabajo de las empresas mexicanas con motivo de la inseguridad pública.
Y quien diga que esto no afecta a la empresa mexicana y a sus trabajadores, simplemente está ciego o no vive con consciencia en este país, porque éste breve recorrido por la historia, nos da una pequeña muestra de las señales del agotamiento del modelo de desarrollo económico y las políticas de Estado mexicanas, que hoy se reflejan en los siguientes aspectos:
El modelo de exportaciones supone una excesiva dependencia de la economía de Estados Unidos y no ha estado acompañado de medidas complementarias internas y externas.
La inversión extranjera ha dejado de orientarse a la creación de nuevas capacidades industriales con avance tecnológico. Los flujos de inversión a México también disminuyen con respecto a los países emergentes más dinámicos.
El país ha sufrido una caída de la producción industrial y manufacturera del 3% del pib.
Los porcentajes de importación de muchos productos agrícolas han aumentado.( mínima producción en el campo)
Se ha privilegiado el equilibrio de las finanzas públicas y la estabilidad de precios sobre el objetivo del crecimiento. El gasto corriente excede a los ingresos tributarios en 40 por ciento. La recaudación fiscal depende en 40% de los volátiles ingresos petroleros. México tiene uno de los más bajos coeficientes tributarios del mundo y un gasto público y deficiente.
La explotación irresponsable de yacimientos significó un deterioro prematuro de nuestro balance energético y la caída de la producción y las reservas.
México avanzó con cierta rapidez en el sistema de descentralización fiscal hacia un “nuevo federalismo”. Hoy en día, sin embargo, a nivel estatal hay mayor despilfarro y una menor transparencia que a nivel federal.
La evolución de la estructura de gobierno ha sido muy negativa.
El sistema financiero, de propiedad extranjera en más de 80%, no ha contribuido al desarrollo económico del país desde 1994. El financiamiento se ha concentrado en el crédito al consumo y el hipotecario fomenta la actividad productiva en menos de 20% del pib. Han proliferado los intermediarios financieros no bancarios, que están insuficientemente regulados y hacen vulnerable al sistema. Se debilitó la banca de desarrollo.
Carecemos de una política social eficaz. El gasto social no se ha traducido en una reducción de la desigualdad entre personas y regiones, y en muchos casos tiene un carácter regresivo. (Suarez, 2010)
Todo ello, en ciertas regiones llegando ya a niveles de gravedad incontrolables, paralizando la empresa mexicana, directa o indirectamente, acentuando otros problemas tales como: a) la desocupación y la intensificación de la pobreza que es el resultado de variables relacionadas con la falta de oportunidades, de inversión y de generación de empleos; que a su vez es consecuencia de, b) la falta de créditos y de garantías fiscales para el inversionista, c) de temores por la inseguridad, que ha inhibido la intención del grande, mediano y pequeño empresario para abrir nuevos negocios o para poder crecer, y finalmente d) el peso del paternalismo sindical que ha venido a ser en las últimas décadas, una carga más que le cuesta a las finanzas nacionales.
b) Lo que corresponde a los sindicatos
México, vive con una Ley Federal del Trabajo, con más de 40 años de atraso. Ésta se firmó en el gobierno del entonces Presidente Gustavo Díaz Ordaz (que abrogó la Ley Federal del Trabajo de 1931) y desde entonces hasta septiembre de 2012 ha sufrido 25 reformas, por lo tanto es evidente que hay puntos específicos rebasados que obligan al Estado, a la clase patronal y a los trabajadores a analizar el marco constitucional y la Ley general, para adecuar lo mejor para todos y para el país.
Si no se ha avanzado en reformas sustanciales, en décadas pasadas, mucho ha tenido que ver la resistencia de ciertos sindicatos (con muy contadas excepciones) de ser afectados en sus privilegios de poder y de control, más que lo compete a la clase trabajadora a la que se le ha procurado cumplir a través de acuerdos entre las partes involucradas, en función de las condiciones económicas y políticas del país.
Pero, qué país del mundo puede avanzar cuando en pleno siglo XXI algunos sindicatos: a) se reservan la clausula de exclusividad en las contrataciones para meter a gente inexperta y con falta de habilidades; b) cuando la abultada plantilla laboral, es producto de la corrupción -compra y venta de plazas sindicales-, así como de la herencia familiar; c) cuando las prácticas antidemocráticas dentro de los sindicatos, fomentan los feudos de poder, los liderazgos se eternizan y la base trabajadora tiene que recibir humillaciones para poder obtener una oportunidad de trabajo y está a expensas del humor con que amanezcan sus líderes para ser atendidos; d) cuando se pierde tiempo, dinero y esfuerzo por parte de la empresa al preparar o capacitar a meritorios que no dan el ancho, que no garantizan permanencia y que tienen que ser contratados bajo presión contractual, aun sin ajustarse a las necesidades y proyecciones futuras. Qué país aguanta, e) pago de salarios caídos por tiempo indefinido, en huelgas ilegales o inexistentes que son producto de pleitos internos de los propios sindicatos. Como igualmente, qué nación en el mundo, aguanta f) el ingreso de empleados a los cargos de confianza, con perfiles bajos de liderazgo y careciendo de capacidad, experiencia y sensibilidad para la toma de decisiones trascendentales, pero ganando cantidades escandalosas, que no merecen.
Ningún país del mundo lo soportaría y si México lo ha aguantado es porque tiene la capacidad de tolerancia de un roble. Pero hasta el más fino roble también se deteriora y muere con el tiempo.
Del sindicalismo eficiente, que a ultranza fue orgullo de México hasta la primera mitad del siglo XX, se pasó al sindicalismo de los “líderes-caciques”, con alianzas con la clase gubernamental para la obtención de privilegios económicos y políticos y con controles rígidos hacia la clase trabajadora que no necesariamente creció económicamente, sino que propició, que el circulo vicioso se extendiera a través de una inercia de descomposición, misma que ha frenado las mejores intenciones de lograr los acuerdos para que las empresas (sean industriales, educativas, comerciales, de servicios, gubernamentales, etc.,) se superen y ello a su vez, reactive el desarrollo económico, social y cultural de esta nación.
Y en algunos sectores laborales, están tan mal las cosas, que si les preguntaran a los verdaderos trabajadores u obreros, los que conforman la base no a las cúpulas que no dan golpe desde hace años, si, ¿están de acuerdo que los sindicatos les rindan cuentas de los manejos de sus cuotas y de su ahorro, ajustándose a la Ley de transparencia nacional? Estoy segura, que la gran mayoría ESTARÍA DE ACUERDO. Porque, los malos líderes (aquellos que han desvirtuado esta instancia) hacen “caravana con sombrero ajeno” con las cuotas de los trabajadores, confiados de que nadie les supervisa sus manejos. Por eso el enriquecimiento inexplicable de algunos, mancha al buen sindicalismo nacional y sus excesos y lujos ofenden, porque contrastan con el bajo nivel económico del que gozan sus agremiados. Lo que no es justo ni ético y, en estos tiempos intolerable.
Es decir, el trabajador u obrero, estoy segura, que sí desea que las cosas cambien. Los trabajadores piden a gritos de sus empresas, mejores garantías, mejores sueldos, contrataciones sin intermediarismos (empresas subcontratistas que abusan de la necesidad del trabajador triangulando los tratos, para evadir pago de derechos y prestaciones), aun trabajando por periodos pequeños, etc.
Pero, para ello necesita una Ley visionaria, que reconozca derechos y obligaciones con respeto a sus logros, a sus capacidades y necesidades, e igualmente una instancia sindical eficiente que siga siendo su apoyo y garantía, en la defensa de sus derechos laborales Por eso el sindicalismo mexicano, debe cambiar sus prácticas, abrirse a la democratización interna y hacer de la eficiencia y honestidad lo cotidiano. De esta manera no le habrá de preocupar ajustarse a los mecanismos de transparencia en el manejo de los fondos, porque estará operando en buenas cuentas y podrá exhibirlas cuando así se lo requieran. De esa manera habrá de cumplir con creces la misión que históricamente, ha dado motivo y justificación a su existencia.
c) La agenda del siglo XXI
Son muchas cosas las que pueden cambiar en adelante, desde luego para bien del país y con el esfuerzo de los mexicanos. Por lo tanto los puntos que puede incluir la agenda pendiente para la segunda década del siglo xxi, puede considerar entre otras, las siguientes premisas:
México requiere de un plan estratégico de largo plazo, consensuado entre gobierno y sociedad y que defina un nuevo modelo de desarrollo.
Es indispensable una reforma fiscal y laboral de fondo.
Ésta debe ligarse a una reforma al régimen de seguridad social.
La política social debe ser revisada.
El Estado Mexicano requiere una verdadera reinvención del gobierno (reforma del Estado).
Se deben articular políticas industriales y regionales modernas.
Se requiere de un impulso eficaz a la infraestructura.
El sector energético debe ser una palanca del desarrollo nacional.
La política agrícola debe renovarse para hacerla eficiente
Son necesarias políticas generales para que el sistema bancario incremente su financiamiento a la actividad productiva, industrial y agropecuaria.
Las telecomunicaciones son una asignatura pendiente fundamental y que puede traer importantes corrientes de inversión extranjera.
La educación, la ciencia y la tecnología deben ser el nuevo motor del desarrollo de México.
Abrir al país a las relaciones internacionales en materia económica y cultural, en el ámbito de la colaboración entre los pueblos y naciones, con pleno respeto de la soberanía y con el deseo de afianzar lasos de respeto y unidad mundial.
Son etapas de reflexión, de decisiones fuertes y trascendentales, desde el gobierno y los Congresos y desde la sociedad en su conjunto, dirigidas a quitar los vicios y procurando la estabilidad de las instituciones sociales y gubernamentales, atacando todos los frentes que generan problemas y provocan desaliento. Son tiempos de hacer valer el lado positivo de nuestra mexicanidad, cambiando lo que nos agobia, recuperando la autoestima, defendiendo nuestra Nación y excluyendo lo que atenta contra ésta, en lo general y particular.
Son tiempos de usar nuestra inteligencia, emoción y nacionalismo para bien de México, de tomar decisiones fuertes pero necesarias, de promover la justicia, de recuperar el orden y de hacer valer la norma; y todo aquello que no sirva, se tendrá que desechar o renovar y quien no lo entienda, será rebasado, porque el crecimiento del país es lo prioritario y es responsabilidad de todos hacerlo realidad en el corto y mediano plazo.
Gracias y hasta la próxima.
Bibliografía
Damm, Arturo (2003), Las reformas estructurales que México necesita, Ed. Continental.
Mayer Serra, Carlos Elizondo (2011), Por eso estamos como estamos, la economía política de un crecimiento mediocre, Ed. Debate
Rivera, G. 2012, Las reformas estructurales no son necesarias, http://www.asuntoscapitales.com/mini.asp?idm=265
Suarez Dávila F. (2010) La economía mexicana del siglo XX: entre milagros y crisis, Revista Este País, México.
[1] Ex diputado federal, ex subsecretario de Hacienda y Crédito Público y representante de México ante la OCDE.
[2] Los ingresos petroleros pasaron de 31 680 a 103 908 millones de dólares diarios entre 2000 y 2007 (el precio promedio del crudo mexicano pasó de 24.79 a 53.04 dólares por barril)
PARTE TRES y ÚLTIMA
Dra. Zaida Alicia Lladó Castillo
2) Lo que corresponde a la empresa, al Estado y a la representación sindical
a) Las políticas económicas de Estado que repercuten en la empresa mexicana.
Los cambios internacionales y locales, presionan hoy a México a repensar sobre el esquema en que han de operar en adelante, sus empresas y la base productiva que son sus trabajadores. Pero para poder entender los cambios que se necesitan en materia empresarial y laboral, es urgente analizar lo que le está afectando a la empresa mexicana en la actualidad, sean del sector privado o público, pues los serios cambios globales y particulares, derivado de variables internas y la mayor parte externas, requieren de replantear, más que reformas constitucionales o de los modelos, las prácticas al interior de los centros de trabajo.
Pero vámonos por partes. Mucho se ha hablado de las políticas económicas de nuestro país, pero entre ellas me llama la atención, la síntesis del Dr. Francisco Suarez Dávila (2010)[1], uno de los más importantes economistas de México, cuando revisa las políticas económicas mexicanas y visualiza los cambios sufridos, a través de siete periodos históricos:
“Un primer periodo es el de México, antes de 1905, que permitió crecer dentro de la desigualdad; pero a partir de la segunda mitad de esa década, con Porfirio Díaz aún, se sientan las bases del desarrollo moderno. Un segundo periodo es el que va, de la etapa revolucionaria (1910), a la gran depresión de 1929 en donde aun sin crecimiento se crea un nuevo orden institucional”. El tercero es el Cardenismo (1929-1938), un periodo de desarrollo con transformación social que instaura el proyecto de país propuesto en la Constitución de 1917.El cuarto periodo es el desarrollismo (1938-1970), la fase más exitosa del país en lo económico. En éste hay crecimiento e industrialización acelerados, inicialmente con inflación moderada, luego con estabilidad. El éxito del desarrollismo se complementó con la orientación hacia la exportación que siguieron los asiáticos a partir de 1970. En un quinto periodo (décadas 70 y 80), vemos intentos fallidos por superar las deficiencias del modelo y sus elementos de agotamiento, y de encontrar uno nuevo. Aunque fugazmente con el auge del petróleo, se produce el crecimiento más rápido de nuestra historia, pero sin estabilidad. A partir de 1982 se inicia una nueva fase de intentos de transformación por medio de reformas estructurales, algunas exitosas, otras fallidas, (hay que recordar que en esta etapa, sobrevino la crisis de 1984/85, en la que se paralizó la producción del país, los precios dependieron de la oferta y la demanda y el gobierno tuvo que meter orden, para poder recuperar los equilibrios económicos).
A partir de 1994 con Salinas y Zedillo, como sexta etapa, se aceleraron las reformas estructurales de orientación neoliberal, también algunas exitosas y otras fallidas” (Suarez, 2010).
A propósito del periodo de Salinas, satanizado más por cuestiones políticas, hay autores que reconocen un crecimiento importante en esa etapa. Dam y Gutierrez (2003), reconocen a Salinas aciertos tales como: señalar las privatizaciones, (no de sectores estratégicos de la economía) y la desregulación administrativa; la liberación comercial y los tratados de libre comercio; el saneamiento de las finanzas públicas y la autonomía del Banco de México; las modificaciones al artículo 27 constitucional; la renegociación de la deuda externa, lo cual apuntó en la dirección correcta y desde luego impacto en la corrección del rumbo de la economía mexicana y su política social (que llegó hasta los grupos más desprotegidos). Los errores, fueron en su último año de gestión al no haber abierto, dichos sectores privatizados a la competencia, no haber operado una regulación eficaz de la actividad bancaria y el error de marzo de 1994, después de la muerte de Colosio, al no haber ampliado la banda de fluctuación del tipo de cambio, lo cual permitió la acumulación de presiones devaluatorias que, una vez agotadas las reservas internacionales del Banco de México, no pudieron contenerse por más tiempo, y dieron lugar a una devaluación que dejó venir la peor crisis económica de las últimas décadas (Dam, 2003).
A Zedillo le tocó enfrentar esa crisis, que se recrudece aun con el error de diciembre de 1994, que provocó la huida de los capitales golondrinos, principalmente de empresarios mexicanos, repercutiendo en la falta de liquidez para cumplir compromisos financieros obligándole a realizar esfuerzos para superar la inflación que llegó a ser superior al 100%. Y la forma de atacar la crisis y la conducción económica de ese gobierno, fue mantener el modelo neoliberal. Aplicó una política ortodoxa abiertamente restrictiva, siguiendo los lineamientos marcados y monitoreados por el FMI, pero finalmente se llevo el tiempo en meter orden en las finanzas nacionales. No obstante ese gobierno, llegó al final con estabilidad social y con una imagen confiable hacia el exterior, aunque sufrió un costo político fuerte.
El periodo posterior a 2000 y hasta la fecha, como la séptima etapa ya con Vicente Fox y hoy con la administración de Felipe Calderón, la economía se concentró en los medios —la estabilidad macroeconómica— y olvidándose de los fines (Suarez, 2010).
No obstante que se suscitaron circunstancias económicas favorables, especialmente con Fox, como la elevación de los precios del petróleo[2], las ganancias se destinaron a cubrir el gasto público concentrado en el gasto corriente que en 2007 llegó a 82.8% del total, en lugar de ocupar los excedentes en pago de deuda, elevar producción o mejorar condiciones de pobreza en las entidades. Y ya de ese año a 2009, con Calderón, derivando a un periodo temporal estabilizado pero, cambiante en forma radical a partir de la gran recesión, generada ese año, en los EEUU y otras variables que alteraron la dinámica de trabajo de las empresas mexicanas con motivo de la inseguridad pública.
Y quien diga que esto no afecta a la empresa mexicana y a sus trabajadores, simplemente está ciego o no vive con consciencia en este país, porque éste breve recorrido por la historia, nos da una pequeña muestra de las señales del agotamiento del modelo de desarrollo económico y las políticas de Estado mexicanas, que hoy se reflejan en los siguientes aspectos:
El modelo de exportaciones supone una excesiva dependencia de la economía de Estados Unidos y no ha estado acompañado de medidas complementarias internas y externas.
La inversión extranjera ha dejado de orientarse a la creación de nuevas capacidades industriales con avance tecnológico. Los flujos de inversión a México también disminuyen con respecto a los países emergentes más dinámicos.
El país ha sufrido una caída de la producción industrial y manufacturera del 3% del pib.
Los porcentajes de importación de muchos productos agrícolas han aumentado.( mínima producción en el campo)
Se ha privilegiado el equilibrio de las finanzas públicas y la estabilidad de precios sobre el objetivo del crecimiento. El gasto corriente excede a los ingresos tributarios en 40 por ciento. La recaudación fiscal depende en 40% de los volátiles ingresos petroleros. México tiene uno de los más bajos coeficientes tributarios del mundo y un gasto público y deficiente.
La explotación irresponsable de yacimientos significó un deterioro prematuro de nuestro balance energético y la caída de la producción y las reservas.
México avanzó con cierta rapidez en el sistema de descentralización fiscal hacia un “nuevo federalismo”. Hoy en día, sin embargo, a nivel estatal hay mayor despilfarro y una menor transparencia que a nivel federal.
La evolución de la estructura de gobierno ha sido muy negativa.
El sistema financiero, de propiedad extranjera en más de 80%, no ha contribuido al desarrollo económico del país desde 1994. El financiamiento se ha concentrado en el crédito al consumo y el hipotecario fomenta la actividad productiva en menos de 20% del pib. Han proliferado los intermediarios financieros no bancarios, que están insuficientemente regulados y hacen vulnerable al sistema. Se debilitó la banca de desarrollo.
Carecemos de una política social eficaz. El gasto social no se ha traducido en una reducción de la desigualdad entre personas y regiones, y en muchos casos tiene un carácter regresivo. (Suarez, 2010)
Todo ello, en ciertas regiones llegando ya a niveles de gravedad incontrolables, paralizando la empresa mexicana, directa o indirectamente, acentuando otros problemas tales como: a) la desocupación y la intensificación de la pobreza que es el resultado de variables relacionadas con la falta de oportunidades, de inversión y de generación de empleos; que a su vez es consecuencia de, b) la falta de créditos y de garantías fiscales para el inversionista, c) de temores por la inseguridad, que ha inhibido la intención del grande, mediano y pequeño empresario para abrir nuevos negocios o para poder crecer, y finalmente d) el peso del paternalismo sindical que ha venido a ser en las últimas décadas, una carga más que le cuesta a las finanzas nacionales.
b) Lo que corresponde a los sindicatos
México, vive con una Ley Federal del Trabajo, con más de 40 años de atraso. Ésta se firmó en el gobierno del entonces Presidente Gustavo Díaz Ordaz (que abrogó la Ley Federal del Trabajo de 1931) y desde entonces hasta septiembre de 2012 ha sufrido 25 reformas, por lo tanto es evidente que hay puntos específicos rebasados que obligan al Estado, a la clase patronal y a los trabajadores a analizar el marco constitucional y la Ley general, para adecuar lo mejor para todos y para el país.
Si no se ha avanzado en reformas sustanciales, en décadas pasadas, mucho ha tenido que ver la resistencia de ciertos sindicatos (con muy contadas excepciones) de ser afectados en sus privilegios de poder y de control, más que lo compete a la clase trabajadora a la que se le ha procurado cumplir a través de acuerdos entre las partes involucradas, en función de las condiciones económicas y políticas del país.
Pero, qué país del mundo puede avanzar cuando en pleno siglo XXI algunos sindicatos: a) se reservan la clausula de exclusividad en las contrataciones para meter a gente inexperta y con falta de habilidades; b) cuando la abultada plantilla laboral, es producto de la corrupción -compra y venta de plazas sindicales-, así como de la herencia familiar; c) cuando las prácticas antidemocráticas dentro de los sindicatos, fomentan los feudos de poder, los liderazgos se eternizan y la base trabajadora tiene que recibir humillaciones para poder obtener una oportunidad de trabajo y está a expensas del humor con que amanezcan sus líderes para ser atendidos; d) cuando se pierde tiempo, dinero y esfuerzo por parte de la empresa al preparar o capacitar a meritorios que no dan el ancho, que no garantizan permanencia y que tienen que ser contratados bajo presión contractual, aun sin ajustarse a las necesidades y proyecciones futuras. Qué país aguanta, e) pago de salarios caídos por tiempo indefinido, en huelgas ilegales o inexistentes que son producto de pleitos internos de los propios sindicatos. Como igualmente, qué nación en el mundo, aguanta f) el ingreso de empleados a los cargos de confianza, con perfiles bajos de liderazgo y careciendo de capacidad, experiencia y sensibilidad para la toma de decisiones trascendentales, pero ganando cantidades escandalosas, que no merecen.
Ningún país del mundo lo soportaría y si México lo ha aguantado es porque tiene la capacidad de tolerancia de un roble. Pero hasta el más fino roble también se deteriora y muere con el tiempo.
Del sindicalismo eficiente, que a ultranza fue orgullo de México hasta la primera mitad del siglo XX, se pasó al sindicalismo de los “líderes-caciques”, con alianzas con la clase gubernamental para la obtención de privilegios económicos y políticos y con controles rígidos hacia la clase trabajadora que no necesariamente creció económicamente, sino que propició, que el circulo vicioso se extendiera a través de una inercia de descomposición, misma que ha frenado las mejores intenciones de lograr los acuerdos para que las empresas (sean industriales, educativas, comerciales, de servicios, gubernamentales, etc.,) se superen y ello a su vez, reactive el desarrollo económico, social y cultural de esta nación.
Y en algunos sectores laborales, están tan mal las cosas, que si les preguntaran a los verdaderos trabajadores u obreros, los que conforman la base no a las cúpulas que no dan golpe desde hace años, si, ¿están de acuerdo que los sindicatos les rindan cuentas de los manejos de sus cuotas y de su ahorro, ajustándose a la Ley de transparencia nacional? Estoy segura, que la gran mayoría ESTARÍA DE ACUERDO. Porque, los malos líderes (aquellos que han desvirtuado esta instancia) hacen “caravana con sombrero ajeno” con las cuotas de los trabajadores, confiados de que nadie les supervisa sus manejos. Por eso el enriquecimiento inexplicable de algunos, mancha al buen sindicalismo nacional y sus excesos y lujos ofenden, porque contrastan con el bajo nivel económico del que gozan sus agremiados. Lo que no es justo ni ético y, en estos tiempos intolerable.
Es decir, el trabajador u obrero, estoy segura, que sí desea que las cosas cambien. Los trabajadores piden a gritos de sus empresas, mejores garantías, mejores sueldos, contrataciones sin intermediarismos (empresas subcontratistas que abusan de la necesidad del trabajador triangulando los tratos, para evadir pago de derechos y prestaciones), aun trabajando por periodos pequeños, etc.
Pero, para ello necesita una Ley visionaria, que reconozca derechos y obligaciones con respeto a sus logros, a sus capacidades y necesidades, e igualmente una instancia sindical eficiente que siga siendo su apoyo y garantía, en la defensa de sus derechos laborales Por eso el sindicalismo mexicano, debe cambiar sus prácticas, abrirse a la democratización interna y hacer de la eficiencia y honestidad lo cotidiano. De esta manera no le habrá de preocupar ajustarse a los mecanismos de transparencia en el manejo de los fondos, porque estará operando en buenas cuentas y podrá exhibirlas cuando así se lo requieran. De esa manera habrá de cumplir con creces la misión que históricamente, ha dado motivo y justificación a su existencia.
c) La agenda del siglo XXI
Son muchas cosas las que pueden cambiar en adelante, desde luego para bien del país y con el esfuerzo de los mexicanos. Por lo tanto los puntos que puede incluir la agenda pendiente para la segunda década del siglo xxi, puede considerar entre otras, las siguientes premisas:
México requiere de un plan estratégico de largo plazo, consensuado entre gobierno y sociedad y que defina un nuevo modelo de desarrollo.
Es indispensable una reforma fiscal y laboral de fondo.
Ésta debe ligarse a una reforma al régimen de seguridad social.
La política social debe ser revisada.
El Estado Mexicano requiere una verdadera reinvención del gobierno (reforma del Estado).
Se deben articular políticas industriales y regionales modernas.
Se requiere de un impulso eficaz a la infraestructura.
El sector energético debe ser una palanca del desarrollo nacional.
La política agrícola debe renovarse para hacerla eficiente
Son necesarias políticas generales para que el sistema bancario incremente su financiamiento a la actividad productiva, industrial y agropecuaria.
Las telecomunicaciones son una asignatura pendiente fundamental y que puede traer importantes corrientes de inversión extranjera.
La educación, la ciencia y la tecnología deben ser el nuevo motor del desarrollo de México.
Abrir al país a las relaciones internacionales en materia económica y cultural, en el ámbito de la colaboración entre los pueblos y naciones, con pleno respeto de la soberanía y con el deseo de afianzar lasos de respeto y unidad mundial.
Son etapas de reflexión, de decisiones fuertes y trascendentales, desde el gobierno y los Congresos y desde la sociedad en su conjunto, dirigidas a quitar los vicios y procurando la estabilidad de las instituciones sociales y gubernamentales, atacando todos los frentes que generan problemas y provocan desaliento. Son tiempos de hacer valer el lado positivo de nuestra mexicanidad, cambiando lo que nos agobia, recuperando la autoestima, defendiendo nuestra Nación y excluyendo lo que atenta contra ésta, en lo general y particular.
Son tiempos de usar nuestra inteligencia, emoción y nacionalismo para bien de México, de tomar decisiones fuertes pero necesarias, de promover la justicia, de recuperar el orden y de hacer valer la norma; y todo aquello que no sirva, se tendrá que desechar o renovar y quien no lo entienda, será rebasado, porque el crecimiento del país es lo prioritario y es responsabilidad de todos hacerlo realidad en el corto y mediano plazo.
Gracias y hasta la próxima.
Bibliografía
Damm, Arturo (2003), Las reformas estructurales que México necesita, Ed. Continental.
Mayer Serra, Carlos Elizondo (2011), Por eso estamos como estamos, la economía política de un crecimiento mediocre, Ed. Debate
Rivera, G. 2012, Las reformas estructurales no son necesarias, http://www.asuntoscapitales.com/mini.asp?idm=265
Suarez Dávila F. (2010) La economía mexicana del siglo XX: entre milagros y crisis, Revista Este País, México.
[1] Ex diputado federal, ex subsecretario de Hacienda y Crédito Público y representante de México ante la OCDE.
[2] Los ingresos petroleros pasaron de 31 680 a 103 908 millones de dólares diarios entre 2000 y 2007 (el precio promedio del crudo mexicano pasó de 24.79 a 53.04 dólares por barril)
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