domingo, 30 de diciembre de 2012

DIARIO DE UN REPORTERO

Luis Velázquez
DOMINGO

“¡Qué pequeño soy ante usted!”

Flaquita:

Termino el mes de diciembre con Joseph Goebbels de compañía. Se ha convertido en mi libro de cabecera…y Goebbels me ha alucinado.

Era un tipo de baja estatura, pero además, cojo. Desde la infancia los amigos se burlaban y por eso mismo luchó y luchó contra sí mismo hasta convertirse en el poderoso y temido súper Ministro de Información y Propaganda de Adolfo Hitler, el asesino de seis millones de judíos.

En el Diario de Goebbels (gracias por tu súper regalazo navideño), lo describen de la siguiente manera:

I. Un hombre que se amaba a sí mismo y amaba a sus hijos, su prioridad.

II. Un político “fríamente calculador y realista” que nunca, jamás, dio pie sin huarache, pues todos los hechos, circunstancias, decisiones y acciones, los tejía y destejía en los pros y los contras.


III. Era tan virulento, una inteligencia perversa fuera de duda, doctor en Filosofía, doctor en Literatura, doctor en Artes Plásticas, que comparaba al equipo político de Hitler con el reino animal, según las características de cada uno.

IV. Adulaba hasta la ignominia a Hitler, a tal grado que, por ejemplo, Hitler tenía los ojos azules y Goebbels le decía, sin escrúpulos de ninguna naturaleza y ante los demás, que “sus ojos parecían estrellas”.

Era tanta la adoración de Goebbels por Hitler, que le decía: “¡Qué pequeño soy ante usted!”.

Y lo peor, Hitler, mesiánico, le creía. Y sonreía, feliz, contento.

Hitler solía pronunciar discursos de tres horas seguidas, ininterrumpidas, actuando como un artista de cine y televisión.

Goebbels decía: “Es un genio político. Un hombre único. Un gran hombre”.

Ah, flaquita, Hitler tenía un don: la lealtad de sus hombres la pagaba con una protección total.

LUNES

Buenísimo pa’la enagua…

Flaquita:

Igual que Pancho Villa, que se casó 28 ocasiones y engendró 27 hijos, Goebbels era buenísimo para la enagua.

Pero más aún, sus aventuras amorosas eran públicas y notarias, sin recato alguno.

Y por tanto, luego que todo mundo se burlaba de su cojera, en la cúspide del poder solía tener cinco amantes… pero al mismo tiempo.

En sus Diarios escribió lo siguiente de una de sus amadas amantes: “¡Cómo me gusta esta chiquilla!”.

Y es que, además, siempre procuraba tener chamaquitas a su lado.

Recuerda Goebbels a Else, una de sus barbies de la siguiente manera: “Ah, Elise, gorda, jovial, saludable, alegre, me da alegría”.

De Hess, decía: “Es bella y deliciosa”.

Un día, de aquellos tres años que Hitler duró en el poder, escribió: “Necesito una mujer amable y dulce”.

Y no obstante, en una parte de su Diario escribe: “Arrastro una maldición: odio a las mujeres que me aman”.

Alguna vez su esposa le descubrió una aventura…y le pidió el divorcio. Entonces, Hitler intervino y dijo a la señora Goebbels: “En mi equipo nadie se divorcia”.

Y la convenció. Después ordenó a Goebbels: “Tenga más cuidado. Sea discreto”.

MARTES

Mentiroso por naturaleza

Flaquita:

Goebbels, como tantos políticos, era un maestro en ocultar sus sentimientos.

Es decir, un mentiroso por naturaleza.

Filósofo, había aprendido a conocer la sicología del pueblo alemán, y desde tal mirada, programaba con frialdad las políticas públicas, pero más aún, construía la imagen de Hitler.

Durante un tiempo, antes de convertirse en un súper asesor de Hitler, dirigió un periódico, y escribía “de manera virulenta y venenosa”.



En sus textos mezclaba la sátira con el sentido del humor, la ironía con la seriedad, el lenguaje plebeyo con frases altisonantes.

Y de paso, inventaba historias para desacreditar y deshonrar a los judíos a partir de cuando Hitler, hijo natural de un judío, el patrón de su mamá, programaba el holocausto.

Todo, claro, para proclamar a Hitler como el héroe universal que necesitaba el mundo.

MIÉRCOLES

Lealtad a prueba de bomba

Flaquita:

Ningún político dedicado a la comunicación social ha acumulado tanto poder como Goebbels.

Te cuento:

1.- Asume el Ministerio de Información y Propaganda.

2.- Asume el Ministerio de Instrucción Pública.

3.- Asume la presidencia de todas las cámaras de radio y teatro.

4.- Se convierte en asesor de Hitler.

5.- Se adueña de las neuronas de Hitler, al grado que sin un conocimiento del arte de la guerra, Hitler lo escuchaba para programar las acciones bélicas.

Así, crea una ley de prensa, en donde declara a los periodistas “servidores del Estado, servidores de Hitler y sujetos a vigilancia”.


Prohíbe toda crítica periodística a Hitler.

Prohíbe, incluso, publicar los discursos de los ministros del gabinete, pues la prensa escrita sólo debía publicar los discursos de Hitler.

Incluso, establece en la ley de prensa que ningún periodista “podía citar a Hitler sin su permiso” y, por tanto, echaba pluma a todos los escritos, sin excepción.

Una noche, con sus auxiliares militares, saquea las librerías de Alemania y luego incendian todos los libros incómodos al proyecto hitleriano.

Flaquita, si un director de Comunicación Social, un vocero, leyera los tres ‘’Diarios’’ de Goebels sería como cursar un doctorado, digamos, en un mes, pues los libros se leen, como dicen los estudiantes de la facultad de Letras, ‘’de una sentada’’.

JUEVES

Goebbels espiaba a los demás

Flaquita:

Goebbels clasificada a los ministros de Hitler de la siguiente manera:

a) Lo que piensan.

b) Lo que debieron haber hecho.

c) Lo que hicieron.

Y desde ahí, operaba.

Por eso se impuso a los demás, todos, genios militares.

Por ejemplo, había un ministro, Herman Wilhelm Goering, Ministro del Aire, Ministro de la Defensa, el segundo de Hitler, a quien enloquecía el alcohol, las mujeres fáciles y el sexo.

Es más, a un lado de su oficina habilitó una recámara para practicar el sexo rápido, de igual manera como los villistas luchaban en el día y parte de la noche y luego salían corriendo a casa de la amante para “un rapidín”, solo bajándose el pantalón y levantando la falda de la Adelita en turno.

Goebbels lo vigiló con lupa, documentó pruebas, hurgó en la vida privada de cada una de las chicas. Y sin consultar a Hitler, desapareció a Goering de las páginas de los periódicos, pues era un frívolo, urgido de mirarse en el periódico con sus hazañas militares.

VIERNES

El perro de Goebbels

Flaquita:

Goebbels tenía un perro. Se llamaba Benno.

Y Benno llegó a ocupar, luego de él, luego de sus hijos, el tercer espacio más importante de su vida.

Incluso, Goebbels platicaba con Benno, a quien mostraba su inteligencia deslumbrante, de igual manera como lo hacía en sus reuniones sociales, a las que era tan afecto, grandes comelitonas en su casa, teniendo como invitados a todo el equipo de Hitler.

Con unas copitas, Goebbels necesitaba del aplauso de los demás y solía pronunciar, primero, un discurso sobre el destino del mundo con los argumentos de Hitler; después, otro discurso sobre el destino de la humanidad con los argumentos de José Stalin, quien gobernaba Rusia.

Luego, otro discurso con los argumentos de Theodore Roosevelt, el presidente de Estados Unidos, y de inmediato, otro discurso con los argumentos de Winston Churchill, el súper ministro de Gran Bretaña.

Y en todos los casos, convencía, como si fuera ministro de Información y Propaganda de Hitler, Stalin, Roosevelt y Churchill.

Flaquita, en unas horas terminaré de leer a Goebbels pero seguiré la práctica de mi nieto, que suele mirar dos, tres veces la misma película para descubrir nuevas escenas, nuevos hechos, nuevos diálogos.

He elegido a Goebbels mi libro de cabecera.

Cierto, como un texto de consulta, pero más aún, para tratar de conocer a los políticos, pues los “Diarios” son también un diagnóstico psicológico de la elite política y nada más interesante que escudriñar en la vida interna de los hombres públicos (su historia, trayectoria, formación familiar y cultural, derrotas, traumas, gustos, debilidades, etcétera) para explicarse su forma de gobernar y ejercer el poder.

Incluso, habría de recordarlo, los grandes escritores rusos del siglo XIX revolucionaron la literatura teniendo como eje central de su narrativa el estudio de la naturaleza humana.

POSDATA: Navegue con información fresca, incómoda en www.blog.expediente.mx.

1 comentario:

Sergio dijo...

Excelente narrativa... muy buena descripción...
Que bien haría una narrativa similar con Fouche el temible conde de Otrato.. .. como los tiempos actuales lo ameritan.
Saludos cordiales.