Por Juvenal González González
El día que el triunfo alcancemos
ni esclavos ni dueños habrá
los odios que al mundo envenenan
al punto se extinguirán.
La Internacional
El viernes 24 de mayo falleció Arnoldo Martínez Verdugo, líder histórico del Partido Comunista Mexicano (PCM). Fue su Secretario General de 1963 a 1981 en que desapareció al fusionarse con otras formaciones políticas para dar origen al Partido Socialista Unificado de México (PSUM).
Durante los 18 años que dirigió al PCM ocurrieron importantes acontecimientos, nacionales e internacionales, que transfiguraron el último tercio del Siglo XX, hechos que explican el desgraciado nacimiento del nuevo siglo y las penurias que padece en lo que lleva de vida.
En el plano mundial el hecho más trascendente fue, sin duda, la desaparición de la Unión Soviética y la derrota del movimiento comunista internacional. El predominio de la unipolaridad bajo el imperio del gran capital financiero y las grandes potencias intervencionistas, dejó el campo libre al capitalismo salvaje y sus depredadoras políticas de apropiación y acumulación a cualquier costo.
Arnoldo arriba a la dirección del PCM justo cuando las luchas revolucionarias y los movimientos anticolonialistas y antimperialistas van al alza en el mundo. Pero también, como quedará en evidencia a lo largo de la emblemática década de los 60, las nuevas generaciones se lanzan desbocadas hacia la búsqueda de nuevos paradigmas culturales y de convivencia social, rechazando sin ambages el establishment, el prohibicionismo y el autoritarismo prevalecientes. El fantasma que recorre entonces al mundo, es el fantasma de la libertad.
El PCM que, al igual que los intelectuales de izquierda, siempre se hizo bolas con la Revolución Mexicana, decidió que para resolver las tareas pendientes en el país, hacía falta “una nueva revolución”. Más tarde, frente al auge de la Revolución Cubana y presionado por las agitadas aguas entre su militancia y fuera de ella, resolvió que la vía“más probable” para la nueva revolución en México, sería la “vía armada”.
En este punto es necesario recordar dos hechos. El primero es que en México no había libertad política. Había un régimen autoritario bajo la hegemonía de un solo partido (el PRI), que mantenía en la ilegalidad al PCM y reprimía con violencia inaudita cualquier movimiento de oposición política, sindical y social.
Y el otro es que a nivel mundial se confrontaban ideológica y políticamente dos grandes concepciones respecto a las vías para dar cauce al movimiento revolucionario, a saber: la vía pacífica y la vía armada.
Pero el imperialismo y la reacción no tenían maldito ánimo de discutir nada. Simplemente se lanzaron al derrocamiento de manera directa (invasión militar incluida) o auspiciada, de cualquier régimen que no se sometiera a sus órdenes e intereses. El aplastamiento del gobierno de la Unidad Popular y el asesinato del Presidente Salvador Allende en Chile, acabaron con las esperanzas de la revolución pacífica. Sobre el continente cayó la negra noche de las dictaduras militares y su “guerra sucia” contra la oposición política.
En México las cosas fueron un tanto diferentes. Luego de la conmoción provocada por la represión al Movimiento de 1968, se fortalecieron las tendencias proclives a la lucha armada. Las organizaciones ya existentes y otras nuevas se lanzaron a la acción directa.
Al tiempo que se intensificaba la “guerra sucia” contra los insurgentes y se sucedían las más terribles tragedias, violaciones y asesinatos -cuya impunidad sigue vigente- el PCM decidió participar, aún sin registro, en la campaña presidencial de 1976 con Valentín Campa como candidato. Este sería a la postre el único adversario del candidato oficial, José López Portillo (JLP).
Una vez ungido JLP, con carro completo por supuesto, con Jesús Reyes Heroles al frente de la secretaría de Gobernación, se iniciaron pláticas con los líderes de la oposición, principalmente del PCM, con miras a abrir espacios legales a la participación política de la izquierda.
El resultado fue la Reforma Política de 1977, que permitió el reconocimiento legal y el registro electoral del PCM. En este proceso Arnoldo Martínez Verdugo junto con Arturo Martínez Nateras y Gilberto Rincón Gallardo, jugaron un papel relevante. Con la participación en las elecciones intermedias de 1979 y una votación cercana al 5% (muy por debajo de la que se estimó había obtenido Valentín Campa) el PCM se integró a la LI Legislatura con 18 diputados.
Con un problema nada menor, a saber: el abandono de la lucha armada como “vía más probable” para la “nueva revolución” y el paso a la vía electoral de facto, nunca se procesaron al seno del PCM, ergo, no hubo definiciones y conclusiones claras al respecto, lo que condujo a una confusión política que se trasladó al PSUM, luego al PMS y, finalmente, al PRD.
Una buena parte de la vieja guardia comunista se fue alejando en el camino de las fusiones y confusiones, me atrevo a decir que hoy la gran mayoría no están en el PRD, ni en ninguno de los partidos con registro, donde se han enseñoreado el canibalismo, la corrupción y el agandaye.
La patética disputa por los huesos que terminó en una trifulca a balazos, ocurrida recién en una sesión del Consejo Estatal del PRD en Oaxaca ¿será la vía armada elegida por ese partido para disputarse el poder?
Se nos fue Arnoldo, pero se nos adelantaron la revolución y la izquierda. Qué pena.
Fuente: RADIO AMLO…
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