jueves, 5 de septiembre de 2013

POR LA VERDAD Y LA CONFIANZA

¿ES IMPORTANTE EVALUAR LA EDUCACIÓN?

Dra. Zaida Alicia Lladó Castillo

Hasta la más modesta ama de casa evalúa los resultados de su quehacer diario midiendo si éstos son buenos o malos. Y lo hace a través de sus indicadores domésticos: calidad y sabor de los alimentos, imagen de la casa, limpieza, ahorro en el gasto, atención a la familia, etc. Y de los comparativos que realiza, día a día, mes con mes, se da cuenta si las cosas van bien o tiene que corregir lo necesario y adecuar su labor o sus planes, en función de mejorar la calidad de vida, propia y de su familia. 

Porque planear y evaluar son funciones casi naturales en los seres humanos, pues de ahí se desprenden las retroalimentaciones individuales, grupales e institucionales, que permiten reforzar nuestras conductas o castigarlas, que lleva a reparar lo necesario y procurar un mejor resultado como persona y como miembro de una institución o comunidad. 

Por lo tanto, el proceso de evaluación es vital en todos los escenarios, mucho más en los gubernamentales por tratarse de actividades públicas que afectan a cientos, miles o millones de ciudadanos según sea el caso y en donde se tiene el compromiso y la obligación de lograr que las cosas invariablemente marchen bien--porque se hace obra y acción con dinero que no es propio sino de todos los ciudadanos--, y ello exige con mayor razón, a estar atentos a cualquier error (voluntario o involuntario) para enmendar y no fallarle a la ciudadanía. 

En el caso del sector educativo nacional, donde está de por medio la formación de millones de niños y jóvenes mexicanos, la evaluación se hace vital. Hoy nuestro país lo requiere con urgencia porque los problemas, que no se resolvieron de fondo, fueron cada vez más grandes que la voluntad de corregirlos, provocando un serio retraso en el nivel cultural de nuestra sociedad en su conjunto. 

Y al decir nivel cultural, me refiero a los parámetros generales que miden nuestras problemáticas y que son analizados y publicitados por los organismos nacionales e internacionales con resultados lamentables en los niveles de: pobreza, productividad, competitividad, transparencia, seguridad y honradez, etc., en donde México sale reprobado y ocupando los peores lugares. Y todo como consecuencia de una inercia acumulativa de indicadores de deficiencia en diversos rubros, entre ellos el más importante: la educación disciplinaria, para el trabajo y para la vida. 

Y esas generaciones que hicieron la primaria o secundaria hace 20 o 25 años, da pena reconocerlo pero hay que decirlo, un buen segmento se formó con bases deficientes en conocimientos y principalmente en valores morales y cívicos. Hoy la incompetencia, ignorancia y falta de calidad personal, está en el menú diario de muchas personas aparentemente preparadas, que poseen graves deficiencias y carencias en el conocimiento profesional y en la ética de servicio; que pretenden suplirlos con la llamada: “astucia”. Pero la “astucia”, cuando no se complementa con el conocimiento y los valores, sólo lleva a la mentira, la simulación, la incompetencia, la negligencia, la soberbia, la irresponsabilidad, la corrupción y en el peor de los casos, a los actos prostituidos o lesivos hacia los demás, desgraciadamente. 

Por eso no nos extrañe, que predominen estudiantes y profesionistas, que hablan como carretoneros, que escriben con las peores faltas de ortografía y dicen asquerosas vulgaridades al referirse a los demás, que tratan a los otros como si fueran sus criados, que le faltan el respeto a todo lo que les represente autoridad, incluyendo a sus padres, maestros y representantes; que golpean a sus parejas o las engañan, que acosan a compañeras o compañeros de trabajo aprovechando la ventaja o superioridad, que no le tienen amor a su casa o a su patria, etc., etc. Y esas generaciones, lamentablemente están dentro de los círculos de los nuevos maestros, funcionarios, políticos, dirigentes, empresarios, etc., que no tienen idea de lo que es actuar con límites, con respeto y con consciencia. 

Y lo que hoy las estadísticas proyectan es en mucho, esa falta de educación y de cultura producto de una deficiente educación en la casa, en la escuela y en la sociedad (con sus honrosas excepciones), porque nuestros hijos y nietos han sido formados en sistemas educativos y núcleos familiares con serias deficiencias. 

¿Cómo es posible que durante décadas, no se hubiera puesto remedio a lo que sucedía en el sector educativo nacional, como un sistema dominado por las cúpulas magisteriales en lugar de los profesionales de la educación? Y en eso los gobiernos mismos tuvieron la culpa, porque sólo les importó en su momento, su imagen y su proyecto; porque en lugar de impulsar la educación se interesaron en negociar con la educación; porque nunca miraron más allá de su intereses personales o de gremio, porque tuvieron miedo a enfrentarse al monstruo, porque no realizaron cambios de fondo en sus bases jurídicas y administrativas ni se comprometieron con la sociedad ni con las futuras generaciones. A los líderes nacionales los hicieron “dioses” omnipotentes, los dotaron de privilegios y permitieron, frente a sus ojos, que dieran rienda suelta a sus excesos. Algunos hasta a la locura llegaron y… tendrán que caer tarde o temprano, para “cocerse a fuego lento”, en algún penal de la República. 

Por eso, qué pena que México esté entre esos países donde, por ciertos personajes de la política, de los gremios, en el gobierno y en la propia sociedad, quedemos mal parados por corruptos o encubridores. Y por esa imagen “negra” de algunos, nos pasan a traer a todos. 

Y todavía hay quienes se oponen a ser evaluados. 

Creo que a nadie le debe molestar que le digan lo que está mal en su persona o en su sector, y sobre todo saber cuál es el grado de conocimiento que se tiene o de lo que se carece, para poder acceder a la capacitación lo más pronto posible. Especialmente si el mismo gobierno a través del sector educativo da las oportunidades para superarse y profesionalizarse, logrando así hacer una carrera óptima dentro de la institución sin ser afectado en derechos. 

Pero se ha tratado de confundir a la opinión pública sobre el contenido de las reformas y adiciones a la Ley de Educación y sus leyes secundarias, ya aprobadas en el Congreso. En el fondo no es la Ley del Servicio Profesional Docente que establece las reglas para la contratación, promoción y profesionalización de los maestros dirigida a lograr una educación con calidad, sino la concepción equivocada de los sindicatos de que las propias reformas les restarán autoridad sobre su base. 

Pero, si éstos miran con objetividad las cosas, es hasta favorable para ellos que sea la propia institución quien controle las instancias responsables de calificar a los aspirantes y haga los filtros, porque ello les permitirá tener mejores maestros, calificados en el más alto nivel y saldrán ganando al tener mejores personas entre sus agremiados. 

Desde el momento que la Ley no es retroactiva, no habrá de correrse a nadie, a menos que lo desee. Quien repruebe una evaluación anual, podrá capacitarse y tendrá dos oportunidades más, en los siguientes dos años; es decir tendrá cada maestro 3 oportunidades en el mismo número de años. Y si de plano reprueba éstas, pues podrá optarse por hacerle un cambio de adscripción o puesto, no solo dentro del sector educativo sino del sector público en general, enviándolo a una plaza administrativa o de servicio, equivalente a su sueldo y donde pueda desarrollarse mejor de acuerdo a su nivel de capacidad. Y si de plano ahí también lo reprueban, pues tendrá que despedirse del sistema con urgencia, sin quejarse de que no se le haya ayudado. Lo cual nos hará un favor. 

Con ello se pretende frenar el crecimiento de la bola de nieve, porque de no hacerlo, se continuaría atentando contra la cultura—esa que hace a los individuos conscientes, sensibles y lúcidos en la toma de decisiones--; evitando que la educación siga estando al garete, y se recupere el equilibrio al cultivar a las siguientes generaciones. 

Y el Presidente Enrique Peña Nieto, fue enfático en su primer informe de gobierno al hablar de su trabajo en los primeros 9 de meses, en donde la gestación y nacimiento de leyes de importancia trascendental, serán determinantes para el país y será una característica en adelante de su gobierno. 

Las disyuntivas han estado sobre la mesa y el Gobierno de la República, ha tenido que valorarlas con decisión en el propósito de no sólo administrar sino transformar a México, ponderando lo mucho que se podría perder si se mantiene la inercia o si se emprenden cambios de fondo para superar los problemas lo más rápidamente posible. Cito lo que él mencionara el día de su mensaje a la nación: 

“En seguridad y justicia, la disyuntiva era seguir usando solamente la fuerza contra la criminalidad, o ser más eficaces con mayor y mejor información, análisis, coordinación institucional y prevención social del delito. 

En materia social, la alternativa era sólo mantener los programas existentes o replantearlos para enfrentar lo más doloroso e inaceptable para cualquier sociedad, el hambre.

En educación, también había un dilema: permitir que siguiera estancada o que el Estado recuperara la rectoría para transformarla y elevar su calidad.

En materia económica, las opciones eran: conformarnos con la inercia o emprender las reformas para que el país crezca con fuerza. En política exterior, la alternativa era dejar que se siguiera proyectando una imagen distorsionada de México, o ir al mundo para reposicionarlo como la gran Nación que somos.

Hoy queda claro, hemos optado por la ruta de la transformación. Es un camino exigente, arduo, que nos demandará grandes esfuerzos, pero, también, es el único que nos llevará al México que queremos construir”. (Peña, E., 1er informe de gobierno, 2013) 

Y decidirse por tomar la ruta de los cambios, claro que no es fácil…más bien es altamente complejo y complicado; pero del tamaño de los problemas es el tamaño de los desafíos y el valor del gobierno y de la sociedad . Y hoy el modelo surge desde el más alto nivel, decidido a predicar con el ejemplo y los demás habrán de imitarlo. Porque los tiempos hoy son de las mayorías responsables y valientes y no de las minorías que entorpecen y le apuestan al desánimo y al pesimismo. Porque somos miles y millones de mexicanos que queremos ver al país productivo, activo económicamente, competitivo y en paz. 

Así que, entre más pronto se logre revisar, cuestionar y reconstruir el sistema educativo, se le dirá adiós a las escuelas “patito” (sean públicas o privadas), adiós a los maestros “de a mentiritas”, adiós a los directivos escolares y sectoriales corruptos o simuladores, adiós a las directivas de padres de familia ambiciosas, adiós a las malas administraciones y a la carencia de infraestructura en los centros educativos; en fin, adiós a la deficiencia e insuficiencia que tanto daño nos ha hecho en el pasado y que es tiempo de despedirlas.

Porque no es justo que México, sigo empobrecido en su cultura, desvirtuado en su educación formal e informal y en su imagen. Y ahí cada quien tendrá que tomar su parte en la responsabilidad. Lo que no se puede posponer es que las nuevas generaciones sean mejor formadas: niñas, niños y jóvenes, que deben recibir óptimos conocimientos y valores, para que dignifiquen a su patria y estén preparados para enfrentar cualquier reto que el futuro les depare como personas y como país. 

Gracias y hasta la próxima.

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