miércoles, 4 de septiembre de 2013

PULSO CRÍTICO


J. Enrique Olivera Arce

Yunes Landa y la educación

Leí con interés el artículo del talentoso senador Héctor Yunes Landa, en el que bajo el título: “Educación de calidad: llave de la democracia moderna” nos ilustra con lugares comunes ya bastante manoseados pero a mi juicio, vigentes en el marco del debate sobre las reformas presuntamente estructurales en boga.

“El bienestar de la población, el desarrollo de un pueblo, un país con mejor calidad de vida y una democracia fortalecida puede darse en la medida que exista un sistema educativo capaz de preparar a los ciudadanos con calidad técnica y humana para ejercer plenamente sus derechos y cumplir a cabalidad sus obligaciones”. 

Sin lugar a dudas no puede uno estar en desacuerdo con el Sr. Senador, aunque con sus asegunes existe un amplio consenso respecto a que con una mejor educación en México, otro gallo nos cantara. 

Yunes Landa, en su intención de refrescarnos la memoria en torno a lo que no debe obviarse en cuanto a propósitos y objetivos más generales del proceso educativo, también aporta su granito de arena en la defensa de la tan cuestionada reforma educativa y sus consecuencias inmediatas, diciéndonos:

“Hoy, con satisfacción vemos que el Presidente Peña Nieto está coordinando los esfuerzos para acceder a una educación pública competitiva, universal, integral y de alta calidad”.

La intención del legislador veracruzano es plausible y legítima. Está en su papel como senador priísta, en la naturaleza de su partido y en congruencia con el propósito de convencer en la calle sobre la bondad de las panaceas que con sus reformas ofrece el presidente Peña a la ciudadanía.

No obstante, a mi juicio el senador se queda corto en su intención y más que convencer da lugar a cuestionamientos que ponen en duda lo por el aseverado. No es facil aceptar que la educación pública como está, o como se pretende mejorarla con reformas presuntamente estructurales, sea la “llave” o varita mágica para lograr mayor bienestar para la población y acceder a una “democracia moderna”.

Para poder estar de acuerdo con el senador, este tendría que aclarar que debemos entender en México por educación integral y de calidad y para que sociedad es que está orientada esta y, por lo consiguiente la reforma educativa del Sr. Peña.

Y, por lo consiguiente también, que debe entenderse por “democracia moderna” y en que medida la reforma educativa incide en el fortalecimiento de esta abstracción. Sin la obligada explicación del concepto, para mi gusto se incurre en una falacia más en torno al paquete de presuntas reformas estructurales del presidente Peña.

Si como afirma Yunes Landa, la educación constituyera por sí misma la ”llave” para alcanzar el bienestar pleno de la sociedad, en el hemisferio occidental Europa sería el paradigma. En los tiempos que corren, vemos que no es así, pese al alto nivel de escolaridad y “calidad” educativa alcanzado éste no basta para afrontar una crisis sistémica que acabó con la llamada “sociedad del bienestar” en las deterioradas democracias modernas del viejo continente.

Tampoco pasa desapercibido el que en los Estados Unidos de Norteamérica, la calidad, competividad y excelencia en la educación que para este país funciona, está orientada a la guerra y dominación, con el propósito inequívoco de mantener hegemonía y no para elevar bienestar social y fortaleza de la “democracia moderna”.

A mi modo de ver y hasta donde alcanzo a entender como ciudadano de a pie, la educación de los pueblos no transita sola y por camino propio. Se da en contextos culturales específicos y diferenciados avanzando en un entramado vertical y horizontal multidimensional; interactuando dentro de un proceso permanente de retroalimentación con otras manifestaciones super estructurales de la sociedad que a su vez, dependen de la estructura económica y social endógena y exógena del país o región de que se trate.

Tengo entendido que al igual que la política y el marco jurídico normativo, es resultante y se deriva de la base económica que le da sustento; de las relaciones sociales concomitantes y, por lo consiguiente, de propósitos y objetivos particulares y los que competen sistémicamente a toda la aldea global en su conjunto.

Luego, sin cambios de fondo en la estructura económica y relaciones sociales que apunten efectivamente a un mayor bienestar de la población mediante una equitativa distribución y redistribución de la riqueza generada por la sociedad, el proceso educativo como herramienta de transformación y cambio, resulta insolvente, aún en el marco de los requerimientos fluctuantes del mercado en la etapa neoliberal actual del capitalismo como sistema global dominante.

Un ligero recuento de las condiciones económicas por las que atraviesa el país y las que manifiesta una población empobrecida y sin expectativas de progreso, dan una idea de hasta donde resulta un tanto cuanto utópico asignar a la educación en el mandato del Sr. Peña, el carácter de llave o más bien, panacea. 

A lo sumo, estimo, se pretendería ajustarle a objetivos y propósitos en los que hoy se asigna al fruto del proceso educativo el carácter de mercancía, o mano de obra capacitada, dúctil y barata. Atendiendo más a la productividad y competividad que demanda el mercado, que a la formación integral del individuo. 

En la medida en que es ampliamente aceptado que sin empleo y con salarios bajos y congelados el bienestar es nugatorio, la educación como accesorio sigue la suerte del principal. Dependiente de y no como “llave” maestra para transformar una realidad real que deviene de enfrentar al hombre contra lo humano.

Luego entonces el fortalecimiento de nuestra balbucéante democracia, por su parte, no podría ir más allá de los propósitos y objetivos del proyecto neoliberal de desarrollo adoptado por nuestro país. Así que el asignar a la educación el carácter de “llave” para acceder a la “democracia moderna”, no pasa de ser simple eufemismo con el que se disfrazan relaciones sociales injustas que acompañan a un modelo económico tan depredador como injusto. 

Otra cosa sería si el proceso educativo estuviera encaminado a dar sustento cultural a los mexicanos para la toma de conciencia de las mayorías sobre libertad, participación, democracia y progreso humano; si esto fuera así, estaríamos hablando no de simples reformas presuntamente estructurales, sino de un acto conciente de transformación de la sociedad por la vía revolucionaria.

Esto último, seguramente no entra en los planes del Sr. Peña. Mucho menos en los del senador, su partido en particular o en general la cúpula de la partidocracia en el llamado pacto por México, conformes con lo que desde la presidencia de la República se cocina bajo los auspicios del Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional, paladines del sistema global prevaleciente.

No obstante, se aplaude el esfuerzo del senador Yunes Landa, cuando en Veracruz su partido está más interesado en quien sucederá al Sr. Dr. Javier Duarte de Ochoa en la gubernatura, que en convencer de las bondades de una a mi juicio ilusoria panacea.

Hojas que se lleva el viento

Con la Cámara de Diputados del Congreso de la Unión transformada literalmente en bunker, bajo protección policiaca y sitiada por la Coordinadora Nacional de Trabajadores de Educación (CNTE) y diversos movimientos sociales, el secretario de gobernación, Miguel Ángel Osorio Chong, hizo entrega formal a los presidentes de las mesas directivas del Senado y Cámara de diputados del Primer Informe de Gobierno de Enrique Peña Nieto. ¡Qué bonito país! dividido, polarizado, empobrecido y sin rumbo.- Xalapa, Ver., Septiembre  de 2013


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