J. Enrique Olivera Arce
Transparencia y ciudadanía
“El poder sigue siendo fuerte cuando permanece en la oscuridad; expuesto a la luz, comienza a evaporarse”. Samuel P. Huntington
He tenido la oportunidad de leer la propuesta que bajo el título “El combate Preventivo de la Corrupción” y que en su calidad de aspirante a candidato a consejero del Instituto Federal de Acceso a la Información y Protección de Datos personales (IFAI), presentó Reynaldo Castro Melgarejo en comisiones del Senado de la República. Misma que reafirma el planteamiento que el distinguido economista ha venido defendiendo en diversos foros, entre otros, la Alianza para el gobierno abierto (OGP)
Lo sustantivo y es lo que a quien esto escribe llama la atención, es que Castro Melgarejo en su propuesta hace énfasis en arrancar un proceso de transparencia y rendición de cuentas a partir del municipio, sustentado en participación responsable e informada de la ciudadanía.
Aclara el aspirante a Consejero del IFAI que con realismo acepta que las condiciones en cada uno de los municipios del país son diferentes y, en consecuencia, objetivos proyectados en el tiempo y estrategia para alcanzar estos, también debe ser diferenciados; atendiendo al hecho de que entre más grande y con mayor índice de crecimiento relativo sea un municipio, la resistencia a la rendición de cuentas y transparencia del quehacer público sería mayor.
No sé si en las actuales condiciones de una democracia representativa secuestrada por la partidocracia, puedan prosperar tanto su aspiración como su propuesta. Lo que si me queda claro coincidiendo con éste, es que sin participación responsable no se construye ciudadanía y, sin esta, todo propósito de sanear la vida pública de México desde la cúspide del poder público es nugatorio si no es que utopía.
Construyendo ciudadanía como proceso.
La participación informada y responsable como proceso permanente de construcción de ciudadanía tiene que darse desde abajo, por los de abajo y con plena conciencia de que las clases dominantes no ceden espacios sin la acción consecuente y firme de las clases subordinadas. Buen gobierno, transparencia y rendición de cuentas, son por tanto reivindicaciones que la población tiene que hacer suyas a partir de la célula básica de la sociedad, la familia y, por extensión, del municipio como el orden de gobierno más cercano a la vida cotidiana de la gente; confrontando y exigiendo al poder público en su carácter de mandante como está establecido en nuestra Carta Magna.
Sin presión desde abajo, el poder público no ve, no escucha y transparencia y rendición de cuentas no pasan del discurso oficial.
El gobierno en teoría se sustenta en el mandato popular expresado en las urnas, así como el erario público en la tributación de los contribuyentes, tanto uno como el otro, por tanto, deben ser objeto de contraloría social independiente de la autoridad, exigiendo lo mismo eficiencia, eficacia y transparencia en el ejercicio del poder público y en el manejo del erario, como en una rendición de cuentas puntual y oportuna por parte de quienes lo administran. No hay vuelta de hoja, así debería ser y así se debe entender de manera responsable; de otra manera la administración pública se va por la libre, auspiciándose corrupción e impunidad al despacharse con la cuchara grande.
Ciudadanía es cultura.
Lo complejo de algo que parece tan simple, es que no puede contemplarse de otra manera distinta a un proceso permanente tanto de voluntad política de las autoridades responsables como de construcción paulatina de ciudadanía, inscribiéndose en un marco de aculturación que a través de la participación informada y consecuente eleve niveles de cultura política y rescate de principios y valores éticos, en pro de una nueva manera de enriquecer la relación entre ciudadanía y poder del Estado.
Como todo proceso social de largo aliento, requiere de amplios consensos que van de lo simple a lo complejo y que mejor, que partiendo de la célula política que da sustento a la Federación, el Municipio Libre; en una estrecha conjunción entre el interés comunitario y el Ayuntamiento en la atención a necesidades reales y sentidas de la población.
Punto de partida.
Sin duda, es mayor el peso de lo que se le opone a tal proceso civilizador que lo que lo auspicia y facilita. Son muchos los intereses creados históricamente condicionantes del desarrollo de la comunidad, de ahí, coincidiendo con Castro Melgarejo, la necesidad no sólo de diferenciar a unos municipios de otros privilegiando en el orden de prioridades a los más pequeños como punto de partida, enriqueciendo en el tiempo experiencia a la par que identificando y estableciendo denominadores comunes aplicables a los municipios con mayores índices de crecimiento relativo, poblacional y económico.
Y aquí es donde la marrana tuerce el rabo. ¿Quién estaría a cargo, sin que se corra el riesgo de que el proceso de ciudadanización se subordine al aparato del Estado? Estaríamos de acuerdo en que corresponde al Instituto Federal de Transparencia, Rendición de cuentas y Protección de Datos Personales, si este fuera independiente del poder público. Desafortunadamente, estamos en México, con ello está dicho todo.
De ahí que cobre fuerza la idea ya prendida a nivel nacional, de que el único camino viable para la llamada sociedad civil es la participación organizada. Un proceso de tal naturaleza tiene que partir, con todos los riesgos que ello implica e impone, desde abajo en el seno de la comunidad construyéndose a sí misma como ciudadanía responsable. No hay de otra, así que ¿quién le pone el cascabel al gato?
Hojas que se lleva el viento.
Cumplir por cumplir, tapándole el ojo al macho es la tónica a seguir en materia de planeación municipal. El ayuntamiento que preside Américo Zúñiga no escapa a esta verdad de Perogrullo, pretendiendo dotar a la capital veracruzana de un plan con horizonte de cuatro años que por elemental lógica debe encuadrarse a su vez en propósitos, objetivos, estrategias y metas del plan estatal de desarrollo. Instrumento éste último que sólo existe en el papel como listado de buenos y ambiciosos propósitos incumplidos en tiempo y espacio. A su vez, tiene que atenerse a lo que se denomina un plan de arbitrios que considere ingresos y egresos presentes y futuros de la comuna, pues sin dinero el perro no baila. Así las cosas, ¿el joven alcalde sólo seguirá tapándole el ojo al macho, dejándose llevar por la improvisación y respuesta a compromisos de ocasión?
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