domingo, 27 de julio de 2014

POR LA VERDAD Y LA CONFIANZA


POBRES Y RICOS, TODOS CONTAMOS EN ESTE PAIS

Dra. Zaida Alicia Lladó Castillo

¡¡TODOS CONTRA SLIM!!…¡¡VAMOS CONTRA LOS RICOS MEXICANOS!! ¡¡FUERA ACAPARADORES DEL DINERO Y PODER DE ESTA NACIÓN!! ¡¡FUERA LOS VENDE-PATRIAS!! Ese era el mensaje de la izquierda unida en las décadas de los 80, 90, que se fue atenuando en la década del 2000 y hoy se intensifica nuevamente. Esas y muchas otras expresiones, era común escucharlas en las manifestaciones públicas o en las tribunas del Congreso de la Unión, conducidas por sus líderes. Personajes que todos identificamos, que seguían formas claras de resistencia afines a enfoques radicales y habituados a aportar muy poco o nada a la construcción de acuerdos y menos al mejoramiento de las condiciones sociales y económicas del país. 

Pero el discurso cambió a partir de 2006, cuando el hombre más rico del mundo se sumó a la campaña del político mexicano más obstinado que existe: Andrés López (AMLO). Eran los tiempos en que Slim, arremetía contra el neoliberalismo y el libertinaje del mercado. Y entonces la coyuntura se dio y fue clara la alianza después de que éste trabajara con AMLO en la remodelación del centro histórico de la ciudad de México, entre otras acciones. Entonces al supuesto líder de la izquierda, le importó muy poco su rechazo ancestral al capitalismo si en el momento le convenía, que lo más representativo del mismo, estaba con él. Eso que tanto rechazaba López, hoy confirmaba su incongruente ideario. Pero ambos tenían y siguen teniendo cosas en común, están peleados con Televisa y quieren el poder político. Pero ese es un juego en donde el hilo se puede romper por lo más débil. Porque tarde o temprano se descubrirá quién es el juguete de quién. Y yo me pregunto: ¿acaso los intereses de un hombre con poder económico, puede unirse a otro que—por sí mismo--, no ha producido nada para este país, ni siquiera impuestos? 

¿Acaso un hombre que le ha costado mucho llegar a donde está, puede coincidir con alguien que busca siempre el defecto en lugar de la virtud, el pesimismo en lugar del optimismo, el caos y el conflicto social en lugar de la cooperación y entendimiento entre las diferentes fuerzas y ciudadanos de una nación. Por eso, esa alianza de un hombre rico con un político obstinado, no le veo futuro, simplemente porque no están hablando con la misma esencia ni con los mismos valores. 

Porque la actitud de los “contreras empedernidos”, siempre es la misma. Esos mártires de la democracia, los que se dicen socialistas o social-democráticos, que tienen hábitos de príncipes y comen como burgueses, que usan a los más necesitados alentándoles rencor y los manipulan para que “marchen en su nombre”, sin explicarles la realidad nacional y sin hacer propuestas viables que favorezcan a la sociedad, yo les pregunto: ¿Cuántos empleos han generado ellos, por sí mismos, a esta nación? ¿Alguna vez han puesto de su bolsa algo, para sostener una economía, siquiera de su colonia? 

Porque en la inversión y el empleo, está el presente y futuro de la nación. Es decir, en el trabajo, en la productividad, en el profesionalismo, en la apertura a nuevos mercados internos y externos, etc. Está de más decir, que lo que necesitamos hoy, urgentemente, es trabajo y salario dignos—en activo o pensionado--, para poder cubrir necesidades elementales de millones de familias mexicanas y eso tiene que ver con las nuevas formas de administrar las finanzas y los recursos el Estado y, el esfuerzo de la iniciativa privada de seguir creciendo para generar más trabajo. 

Por eso no entiendo, porqué esas minorías golpean al gobierno si se abre a la competencia o a los propios mexicanos y extranjeros, que están invirtiendo en México o desean hacerlo próximamente, olvidando que los inversionistas no son enemigos a vencer, por el contrario son generadores de fuerza social y económica. 

Los hombres emprendedores que han nacido en México y siguen radicando en él, no les llegó el éxito por magia. Muchos no nacieron ricos. Debió existir alguien que empezó el gran emporio, viviendo inicialmente en la modestia y con sacrificios hizo cimientos, y sin ostentación logró sacar adelante, su familia y la de sus colaboradores, hasta llegar a tener privilegios de los que hoy presumen las generaciones a las que heredan. 

El mismo Carlos Slim, es un hombre que arriesgó en su momento y tuvo visión para tomar decisiones certeras y logró amasar fortuna --que no guardó--, sino que la siguió invirtiendo. Y este señor exitoso en los negocios,--tan criticado--, hoy preside honorífica y activamente uno de los grupos empresariales más importante del mundo. Éste emplea a 250,000 personas en el continente americano --y de éstas en México se quedan 220,000 como empleos directos y 500 mil indirectos-- diversificando sus empresas en: minería, cafeterías, comercio, infraestructura, seguros, fideicomisos, telecomunicaciones o la distribución de contenidos audiovisuales, representando el 5.1% de todos los trabajadores dados de alta en el Seguro Social. [1] Todas esas compañías comparten una cultura corporativa común[2] y su impacto es tan alto, que superan en un 30 % a Walt-Mart-México.

Y como él, tenemos muchas familias y sociedades mexicanas, que están contribuyendo con su esfuerzo a generar empleos y a reactivar a México, pues invierten desde hace décadas en este país y siguen su ejemplo sus descendientes. Así como el grupo Slim (Carso, Telmex, etc.) esta: Chedraui (cadenas de autoservicios), Servitje (Bimbo), González Barrera (Gruma), los Vigil González (grupo CIMEC –acerera), Salinas Priego (televisora y Banca), Azcárraga (televisora) y miles de apellidos más, que se extienden en todo el territorio y en las entidades y están dando empleo a millones de mexicanos; empresarios nativos de este país, que están aquí en las buenas y en las malas. Ya quisieran muchos países de Centro y Sudamérica tener esa gama de firmas y oportunidades. 

Es cierto, mucho tiene que ver, que los marcos normativos laborales mexicanos se revisan y perfeccionan–constantemente--, para garantizar la salvaguarda de los derechos de la planta laboral. Es cierto, lo ideal no sólo es crear empleos, sino que éstos sean dignos y operen en condiciones decorosas. Es cierto, que existe la necesidad de que las grandes empresas, compitan para mejorar sus servicios y el consumidor pueda tener más opciones de calidad qué elegir, siendo la justificación de las reformas constitucionales que hoy se emprenden—en cada materia--, para que no existan monopolios en ningún sector. Es cierto, que el Estado también debe proteger al inversionista de diferentes amenazas y, es lo menos que se les debe ofrecer, porque también generan impuestos para el país. Es cierto, que los ciudadanos estamos esquivos, pero también debemos estar mejor informados para no juzgar apriori las medidas que buscan garantizar orden y equilibrio entre el propio sector empresarial, el sector público y los ciudadanos como receptores de los beneficios. Pero para garantizar esa certeza, el vínculo entre gobierno, empresa y sociedad, debe ser más estrecho, efectivo y basado en la confianza, para generar la sinergia necesaria de crecimiento en la unidad, con oportunidades generales y con consciencia social, para que las mismas se conviertan en expectativas para la gente. 

Así que si un grupo empresarial: industrial o comercial, sea extranjero, mexicano o veracruzano,--se llame como se llame--, quiere invertir o crecer en nuestro territorio, pues bienvenido, porque lo que necesita México es empleo para asegurar bienestar en cada hogar. Hoy las nuevas generaciones están ávidas de ser contratadas en actividades propias de su oficio y profesión, para tener asegurado su futuro mediato y a largo plazo y sueñan con el éxito. 

Pero, para que los mexicanos seamos exitosos, debemos quitarnos los complejos, mismos que nos llevan a ver al que triunfa, como un enemigo a vencer. Basta entonces de criticar a los que les va bien, a los ricos—sólo por ser ricos—o a los empresarios o compañías fuertes que vendrán próximamente a dejar su dinero a México. Basta de verlo en negativo, hay que cambiar la actitud. Inversión es trabajo y eso es positivo por donde se le vea. 

Porque finalmente lo queremos es triunfar todos y eso se construye, no se nos regala. Y lo podemos lograr operando los principios de equidad e igualdad. La equidad, porque el que triunfa a la buena, sin duda es por su capacidad y entonces tiene todo el derecho de disfrutar de su éxito y de lo que le producen sus logros, sean económicos, sociales o políticos. En eso se basa este principio y quien lo haya entendido de otra manera está equivocado. Equidad es darle lo justo, a quien, en la medida de su esfuerzo y capacidad se lo ha ganado o merece. Porque no se le puede dar lo mismo a un “flojo” que se levanta a las 11 am y no da golpe en todo el día, que a un trabajador que se “friega” diariamente, saliendo de su casa desde temprano y regresando de su labor anocheciendo. Eso sería inequitativo e injusto. 

Y la igualdad para hacerla realidad, requiere que quienes poseen el poder político y económico, garanticen que todos los que integran una sociedad tengan las mismas oportunidades, para que cada quien las aproveche en beneficio de su formación y crecimiento en lo individual y en lo social, sacando adelante sus necesidades y expectativas. Tanto la igualdad como la equidad no pueden ser posibles sino se cuenta con: a) la voluntad personal para esforzarse por crecer y, b) la valoración de otros en el reconocimiento de potencialidades, para ser tratado con justicia. 

Los mexicanos flojos y resentidos de este país, no puede exigir equidad e igualdad si no trabajan. Criticar la realidad sin aportar nada a cambio o buscar privilegios sin esfuerzo, es convertirse en parasito o mercenarios en cualquiera de los espacios en que se sitúen. Las personas pesimistas nunca se interesarán en depositar algún empeño a la construcción de un mejor país. Por eso no creo en los actores políticos protagónicos, tendenciosos y además improductivos. Por eso no creo en sus peroratas desgastadas, incongruentes y llenas de rencor, porque son argumentos que ya no ajustan a una realidad actual. 

México ya no es el de 1938 con Lázaro Cárdenas del Río, ni el de 1988 con Salinas, ni el del 2000 con Fox. Ese discurso está agotado, porque hoy tenemos otros problemas serios que resolver, pero también muchas cosas buenas en las que se ha avanzado y que existen en el país, para admirar y disfrutar, así como proyectos visionarios que emprender. Pasar a estadios diferentes implicará nuevos riesgos, pero por ello hoy se emprenden mejores condiciones legales y organizativas, para avanzar organizadamente y capitalizar pronto los beneficios, en favor de las familias mexicanas. Esa va a ser la diferencia. 

Finalmente, pobres o ricos todos somos importantes en este país. Siempre hemos estado en el mismo barco, la diferencia es que hoy –si no todos--, sí la mayoría rememos igual y hacia el mismo rumbo. 

Con la visión y generosidad del empresario, con la capacidad, honestidad y competitividad del funcionario y empleado público y con la colaboración del ciudadano responsable y comprometido, nos tocará próximamente ver lo que no habíamos percibido por décadas: consolidar –sin fantasías--a nuestro país en horizontes económicos y de desarrollo viables y, reducir en serio, la brecha de la desigualdad y la inequidad nacional, que por décadas se ha anhelado, lográndolo en los próximos años. Tengo confianza de que así será. 

Gracias y hasta la próxima. 

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