La agricultura industrial es una amenaza para el suministro mundial de alimentos, y la ganadería impulsada por este modelo contribuye al problema ambiental más serio de nuestra era: el cambio climático, la reducción de la superficie forestal, la pérdida de biodiversidad y la contaminación del aire, tierra y agua.
El alto consumo de carne agudiza además el problema del hambre, porque grandes cantidades de alimentos, como granos y soya terminan en la cadena de producción industrial de carne.
El apetito por la carne está creciendo. De 1980 a 2012, el consumo de carne per cápita aumentó en un 40% en todo el mundo; sin embargo, el consumo se distribuye de manera desigual. Mientras que el consumo medio per cápita de carne en la India es de cinco kilos por año, un estadounidense consume un promedio de 75 kilos durante el mismo tiempo. Según las estimaciones de la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO) con base en los valores de 2006, se espera que la producción de carne se duplique nuevamente en 2050.
Pero este tipo de prosperidad para algunos tiene grandes inconvenientes: la competencia por los granos ha comenzado. Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), un tercio de la producción mundial de cereales termina en graneros y no en nuestros platos. El balance para el consumo de carne es muy pobre - la producción de un kilogramo de carne de res requiere de siete a diez kilogramos de alimento concentrado de maíz o de soya.
En nuestro mundo globalizado, el consumo ya no es un asunto privado. Qué y cuánto comemos afecta a personas de otros continentes. La pregunta es ¿cuánto necesitamos? En los años 1960 y 1970, las familias se consentían con una carne asada el domingo y bastaba para satisfacer el consumo de carne en la semana. Hoy en día, en México como en el mundo, la gente come carne todos los días sin pensarlo dos veces. Pero hay muchas razones para comer menos carne. Aquí están cinco de ellas:
1. Mitiga el cambio climático
La ganadería es responsable del 18% de todas las emisiones de gases de efecto invernadero, junto a los sectores de energía y transporte, es una de las principales contribuyentes al calentamiento global. El dióxido de carbono se emite cuando los bosques son talados para estar al servicio de la ganadería. Aunado a ello, fertilizantes nitrogenados son utilizados para cultivar forraje, lo que resulta en la liberación de óxido nitroso, gas que contribuye al cambio climático, sin olvidar el coctel de plaguicidas que son aplicados y que deterioran los suelos y la salud de las personas.
Además, el ganado emite metano, un gas de efecto invernadero perjudicial (alrededor de un tercio del total de las emisiones de metano se genera por el ganado durante la digestión). La mayor parte del total de las emisiones de gases por la ganadería se puede atribuir a la producción de forraje y a la agricultura industrial intensiva. Por otro lado, el impacto ambiental de las granjas orgánicas y ecológicas es menor.
2. Más tierra sana para alimentos sanos
Se necesitan enormes áreas de tierra para la ganadería intensiva. Según la FAO, más de 19 mil millones de pollos, 1,4 millones de reses y 1 mil millones de cerdos se mantienen en todo el mundo. La cría de estos animales y el cultivo de forraje constituyen el 80% de todos los pastos y tierras de cultivo en el mundo.
Esto también compite con otros usos de la tierra, como el cultivo de hortalizas para el consumo de biogás o de la producción de biocombustibles (etanol / biodiesel).
Los granos han sido importados para garantizar un mayor crecimiento en la producción de carne. Por ejemplo, alrededor del 80 por ciento de la cosecha de soya mundial termina en el forraje, sólo el 19 por ciento se destina a la alimentación humana y solo la ganadería orgánica puede prescindir de las importaciones. Con el fin de que los países ricos puedan importar estos alimentos, hábitats valiosos como las selvas tropicales se borran y la tierra se convierte en áreas de pastoreo para el ganado o tierras de cultivo para el maíz y la soya. Ejemplo de ello, son las afectaciones que se viven actualmente en la selva maya en Campeche por la deforestación entre otros lugares en el país.
3. Vela por la biodiversidad
La agricultura industrial destruye la biodiversidad ya que se concentra en la producción de solo unas pocas razas. Muchas razas regionales ya han desaparecido o están en peligro de extinción debido a que solo las razas altamente productivas son mantenidas. Según la FAO, la quinta parte de todas las razas de ganado están en peligro de extinción.
Por otro lado, el cultivo de forraje en monocultivos con el uso indiscriminado de plaguicidas también contribuye a la destrucción de las especies, la superficie y los límites del campo desaparecen, y los fertilizantes químicos destruyen los hábitats de gran valor ecológico.
Por el contrario, la agricultura ecológica tiene como objetivo preservar la diversidad de especies vegetales y animales en los paisajes culturales desarrollados históricamente. Las buenas prácticas de cuidado animal permiten a los agricultores orgánicos y ecológicos mantener las razas de ganado en peligro de extinción en sus graneros.
4. Cuida el suelo y el agua
La agricultura industrial se basa en el beneficio de unos cuantos y no en la conservación de la naturaleza.
Mucha tierra cultivable se ha agotado por su uso excesivo, sin embargo, los rendimientos aumentan debido a la sobre fertilización. Esto significa que grandes cantidades de fertilizantes minerales (fósforo y nitrógeno) se aplican en los campos, lo mismo se hace para cultivar alimento, el nitrógeno después es liberado ya sea en forma de amonio en el aire o se filtra en el suelo en forma de nitrato, lo que significa que este nutriente vegetal contamina las aguas subterráneas o se filtra junto con el fósforo en los ríos y océanos. Los niveles máximos permisibles de nitrato, amonio y fósforo se exceden regularmente en las áreas de agricultura intensiva.
Además, la agricultura intensiva genera grandes cantidades de estiércol y aguas residuales que se descargan en campos, pero que no pueden ser absorbidos por el suelo o por las plantas. A través de los procesos de lluvia y lixiviación, el exceso de estiércol sólido y líquido alcanza las aguas subterráneas y superficiales.
5. Una vida sana
El consumo excesivo de carne es malo para nuestra salud. Una dieta rica en productos de origen animal combinada con otros factores como la falta de ejercicio, contribuye al sobrepeso, obesidad, enfermedades cardiovasculares y algunos tipos de cáncer. Recientemente, la Agencia de Investigación Sobre el Cáncer (IARC por sus siglas en inglés), de la Organización Mundial de la Salud, categorizó a la carne procesada como cancerígena y a la carne roja como probable cancerígena para los humanos.
En México el consumo de carne por persona (res, cerdo, ave, ovina y caprina en conjunto) en 1970 era de 23 kilogramos; para 1990 fue de 34 kg y actualmente es de 63 kg, lo que significa que en las dos últimas décadas registró un incremento de 84.5% (29 kilogramos), cuando un nivel saludable constituye solo 25 kilos de carne según el Fondo Mundial para la Investigación del Cáncer (WCRF por sus siglas en inglés). Los niveles de consumo de carne en México según datos de 2012, significan alrededor de 20.7 gramos de proteína por persona al día, 47% superior al registrado a nivel mundial.
Por otro lado, las personas que comen carne de las granjas industriales también ingieren restos de medicamentos, como los antibióticos, que a menudo se administran a todos los animales en un granero para el tratamiento de las enfermedades y el estrés. Además, la carne también puede contener hormonas del estrés de los animales.
Sabemos que este es un reto incluso cultural, sin embargo, creemos que poco a poco con la información adecuada se puede ir disminuyendo el consumo de carne, en este proceso, puedes disminuir el impacto ambiental buscando que esta provenga de una producción ecológica y de libre pastoreo.
Fuente: Greenpeace.
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