miércoles, 14 de noviembre de 2007

COLUMNA RETRATOS.

Por Miguel Camin
retratos1 @gmail.com

Uno es uno, dos... ninguno

1. PRESIDENCIABLE UNO: Iracundo, arrebatado y soez, quienes han intentado tratarlo se quedan con esa incómoda impresión. Juan Ramón Gánem padece de ese defecto ancestral del mexicano: es un macho ogro, colérico y tempestuoso en privado, con los subordinados, entre cuatro paredes; y un ratón tembleque, extraviado, cuando lo golpea el aire libre, la muchedumbre, el auditorio. Obsesionado hasta la médula por ser alcalde de Tuxpan se antoja imposible que la bruma de su cabeza desaparezca. La ambición de Juan Ramón Gánem está por encima de sus capacidades, y en su aturdimiento suple las deficiencias con gritos, mentadas de madre y amenazas. Su enojo es de papel, de papel china. Basta confrontarlo a los ojos de todos para que se deshaga como kleenex en el agua. Queda en la memoria cuando quiso dejar de gatear y hacer un solito político sin el apoyo de Raúl Gibb. Éste le soltó una de ocho columnas donde se sugería la sospecha de sus negocios, y Gánem regresó gimiendo a la carreola, a la andadera.


2. PRESIDENCIABLE DOS: Crucé saludo con él por vez primera en una reunión social y me pareció haber estrechado la mano de un perezoso, de un oso perezoso. Lento en su coordinación motriz y lento en su voz, su cuerpo lo rebasa, lo achica. Como un niño en una descomunal masa corporal así sentí al doctor Miguel Alcántar. Atribulado se conducía entre la gente como lo que es y quiere dejar de ser: como un médico, como un especialista ensimismado en los achaques del cuerpo. No parece un posible hombre de política, de alcalde, y si llegará a ganar tampoco lo sería. Sería a lo más, un hombre encorsetado en los entretelones de la grilla, manipulado por su mujer y sus juglares en el PAN, vividores todos ellos sí, de regentear la franquicia sin recato en la más encuerada desvergüenza. La cagaría el galeno Alcántar en la administración municipal... los otros... los Aguilar, los Mancha, los Bautista, los Lobato, ya están acostumbrados a soltarse el pantalón a los tobillos, a acuclillarse, a que la vida los agarre como el tigre de Santa Julia: cagándola.

3. NOCTURNO: La noche del viernes en el bulevar Las Palmas escurre lenta y ordinaria. Un menesteroso gana la banqueta bajo una lluvia de pájaros. Le saludo. Un automóvil pintado de elegante futuro apaga las luces y detiene su marcha. Dos tipos disfrazados de hombres de bien tras los cristales me inspiran desconfianza. La luna. La luna, arriba y abajo, es una pálida yema sobre un telón de profundo negro enfermizo. Más allá del recodo este del río, sobre su rivera y unos cerros, un conjunto de mansiones invita al ladrón a la violencia, al saqueo, al ultraje. Una bandada de luminosas garzas cruza el horizonte, percudiendo el oscuro paisaje.

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