lunes, 12 de noviembre de 2007

A... COMENTARIO


Apreciado editor, no me agoto en cometer errores. El nuevo, no el último, pues habrá más, fue haber dado cuerda a la imaginación estadística científica de Fernando Morales. Sin tener para cuándo acabar nos receta la séptima entrega de esa larga ficción sobre Tuxpan, cuyo título es por sí ya mesiánico: Proyecto de Gran Visión.
En mi comentario pasado a esta somnífera novela precise mi ignorancia a discutir sobre sus contenidos. He leído los capítulos y me divierten sobremanera, pues a falta de entendimiento risa.
El narrador de ficción en ciernes contesta trayendo a cita unas líneas del Evangelio según Lucas que a la letra dice: “...de la abundancia del corazón habla la boca”. ¿Habrá leído Fernando Morales las sagradas escrituras en su totalidad, o sólo aquellos pasajes que le son a modo a su sentir, a su pensar? Porque si no es así, el sabe que detrás de El amor a los enemigos está El discurso del monte cuya dos joyas que a continuación transcribo son contrarias a esa mitología de la prosperidad material que tanto anhela Fernando Morales para los tuxpeños: “Felices los pobres, porque de ustedes es el Reino de Dios” y “...¡Pobres ustedes, los ricos, porque ustedes tienen ya su consuelo!”
Ampararse en la Biblia, viejo o nuevo testamento, es arriesgarse a la contradicción a la incongruencia. Obra de una suma de libros escritos en distintos tiempos y lugares La Biblia está plagada de hermosas inconsistencias narrativas.
Fernando Morales ha dicho que el sólo se refiere a temas que conoce y domina, y para muestra de su erudición y conocimiento al final de su letanía detalla la bibliografía consultada; y yo sigo sosteniendo que el sustrato que sostiene ese espíritu grandilocuente es de arena ya que hace menos daño un imbécil que un aprendiz de sabio pues “...me dediqué a investigar y a someter a un estudio crítico todo lo que se hace bajo el sol. Pues bien, es una ocupación bastante ingrata que Dios dio a los hombres. Contemplé todo lo que pasa bajo el sol, y hallé que todo es vano y un correr tras el aire. Lo torcido no se puede enderezar, ni se puede reemplazar todo lo deficiente. Y pensé para mí: Hice progresar la sabiduría más que cualquiera de mis antecesores en Jerusalén; probé largamente la sabiduría y la ciencia. He reflexionado sobre la sabiduría y el saber, la estupidez y la locura, y comprendo que estudiar eso es también correr tras el viento. Mucha sabiduría acarrea muchos problemas; mientras más se sabe, más se sufre”, dice Eclesiastés en el tercer siglo antes de Cristo. “Sólo el idiota es feliz” repetiría Dostoyevski en el siglo XIX, y crudo y cruel el rumano Emilio Cioran asentaría en el veinte: “Me basta escuchar a alguien hablar sinceramente de ideal, de porvenir, de filosofía, escucharle decir “nosotros” con una inflexión de seguridad, invocar a los “otros” y sentirse su intérprete, para que lo considere mi enemigo... Se sospecha de los ladinos, de los bribones, de los tramposos; sin embargo, no sabríamos imputarles ninguna de las grandes convulsiones de la historia; no creyendo en nada, no hurgan vuestros corazones, ni vuestros pensamientos más íntimos; os abandonan a vuestra molicie, a vuestra desesperación o a vuestra inutilidad; la humanidad les debe los pocos momentos de prosperidad que ha conocido; son ellos los que salvan a los pueblos que los fanáticos torturan y los “idealistas” arruinan”.
Gracias.
Miguel Camín.

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