Por Orlando Segura Hervert.
Malena es una persona de aproximadamente 50 años, generalmente anda tranquila en la calle, descalza, con los pies hinchados, solo se dirige a las personas para pedirles limosna, muy jovialmente les dice que si le regalan una moneda de a peso, pero cuando le otorgas 20 o 50 centavos, se aleja refunfuñando, con un gesto grosero, maldiciendo no se sabe si al metal devaluado o al ciudadano que proporcionó semejante cooperación.
La señora carece de sus facultades mentales ya lleva más de 8 vidrios rotos en la institución bancaria ubicada en la zona centro, entre Corregidora y avenida Juárez. Dependiendo del humor de doña Malena, llega al lugar antes señalado y sin decir “agua va”, estrella el cristal contra un extremo de la pared y salen por el aire los dichosos cristalitos.
Cada vidrio cuesta aproximadamente 7 mil pesos, así es que haga usted las cuentas, del adeudo provocado al establecimiento, que aunque cuenta con seguro, ya se cansaron, mencionan a este medio que no es solo el dinero, sino que pone en riesgo la seguridad a los clientes que desde temprana hora se forman para retirar el efectivo de uno de los cajeros.
El agente del ministerio público del fuero común que le toca recibir el caso, cada vez que los elementos del orden detienen a Malena, solo se ríe, y posteriormente la deja libre, indica que no la puede detener. Así las cosas, Seguridad Privada está analizando como trasladar a la agresora a algún centro siquiátrico para su atención, de lo contrario, la cuenta crecerá estratosféricamente, a la fecha lleva mas de 50 mil pesos en vidrios destruidos.
El asunto es de risa loca, pero, ya hay preocupación en la institución bancaria. Ahora bien, el porque del comportamiento de la dama descalza y supuestamente apacible en la mayoría del tiempo; es muy simple, dicen que hace algunos meses, cobraba a través del banco una pensión, posteriormente los familiares de Puerto Pesquero, maniobraron, le quitaron tal aportación, luego entonces cada vez que pasa por BANAMEX, doña Malena comienza a ponerse histérica y entonces sube de tono su voz, no entiende que la negociación nada tiene que ver con el agravio provocado.
Entre sus demencias, Malena recuerda a su hermana y cada vez que la ve, le describe todo el árbol genealógico, la dama de Puerto Pesquero tiene que salir “huyendo”.
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