Orlando Segura Hervert.
La venta del camarón ya no es negocio, antes venían y acudían un buen número de personas, eran otras épocas, ahora, las ventas se han reducido sustancialmente, solo alcanza para irla pasando, así lo manifiesta Doña Virginia González de Casados, quien lleva más de 30 años de su vida dedicada a este negocio, mismo que le permitió sacar a sus hijos, les dio profesión, pero en la actualidad, solo percibe algunas ganancias que lo único que le posibilitan es sostener económicamente a ella y a su marido.
El negocio está ubicado a la entrada del mercado municipal, por la calle Pípila, ahí recibe a los consumidores, como ya tiene más de tres década despachando, la gente la conoce y le pide la mercancía, las amas de casa, tocan el producto, lo huelen, algunas que se ven en una situación crítica, solo solicitan 5, 10 u 11 pesos, la Señora, manifiesta que a ese precio no sale, pero que a veces, vale la pena, dar un poco de amor a los que menos tienen, aunque en este aspecto no quiere publicidad, porque si no, tendría a infinidad de personas pidiéndole caridad.
Oferta varios tipos de camarón, uno pequeño y otro un poquito más grande, a 40 y 50 pesos el cuarto, es un alimento nutritivo, rico, le hace propaganda, pero, casi ya no deja para vivir, los tiempos han cambiado, señala en su comentario dirigido a este medio.
La entrevistada cuenta con 72 años, indica que comenzó muy joven, su compañero de vida tiene 82, ambos han luchado con mucho tesón para educar a una familia, el camarón lo van a traer hasta Tamiahua, ella presume que el producto que venden es de calidad, único en el centro de abasto, nadie la puede igualar, porque hay experiencia en la preparación y en el servicio.
Se acerca la cuaresma, Semana Santa, pero las encargadas de la cocina, las que les toca preparar la alimentación de los hijos, no les queda otra que medir el presupuesto, estirar el salario que les proporciona el supuesto hombre fuerte de la casa, por eso, consumen muy poco los mariscos y pescados
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