Por Edgar Mendoza Alafita
emprendedor56@hotmail.com
“Prefiero molestar con la verdad
que complacer con adulaciones”
(Lucio Anneo Séneca)
SER O NO SER, HE AHÍ EL DILEMA…
Cuando las situaciones comienzan a disminuir las ventajas de las personas, cuando el interés personal se ve amenazado, es muy fácil caer en la postura del egoísmo y la soberbia, es muy fácil perder la lealtad. La lealtad tiene que ver con sinceridad, fidelidad, unidad.
Es por esto que a diario nos topamos con tantas traiciones de gente conocida, de los de arriba y de los de abajo, de los buenos, de todos, y hasta de nosotros mismos.
La falta de lealtad se puede ver casi a diario en los agentes de tránsito. La falta de lealtad se puede observar en los policías que se dejan corromper.
La falta de lealtad se puede sentir en los gobernantes que juran cumplir las leyes que la Constitución nos dicta y que finalmente ellos no cumplen. La falta de lealtad es causa de asombro en casos en que los médicos, a pesar de haber hecho el Juramento de Hipócrates, actúan en forma contraria.
La falta de lealtad se hace presente en la insubordinación de los trabajadores a sus jefes o de los hijos a sus padres.
Pero también la deslealtad puede confundirse con los errores, pues muchas veces cometemos errores y no estamos conscientes del daño o el grado de afectación que pueden sufrir las personas de nuestro alrededor; entonces no se puede hablar de falta de lealtad, sino de estupidez involuntaria.
Pero cuando se tiene pleno conocimiento del daño que se causará y obviamente si las acciones son realizadas con el único y firme propósito de afectar a alguien, y ese alguien es conocido, amigo ó compañero de trabajo, entonces se puede hablar de deslealtad.
En estos días en que las “galleras” de todos los partidos políticos ya están alborotadas, surge la disyuntiva dentro de las filas de los hombres públicos: “Le entro o no le entro?”; “me lanzo o no?”; “el señor no me “pela”, y yo quiero, que hago?”.
Y otros más osados: “Yo no me voy a detener”.
Es sabido que en lo que respecta a la Fidelidad –que no al P. R. I., porque como dice el perredista Enrique Romero Aquino: “En Veracruz no hay P. R. I., hay Fidelidad, los priistas que no pertenecen a la Fidelidad, no tienen partido…”-, el que va a marcar la pauta a seguir es el hombre de Nopaltepec, bueno, ya la marcó (y por cierto muy empecinadamente), pero sólo respecto a la gubernatura, y recordemos que el cuatro de julio del 2010 también se eligen diputados y alcaldes; pero, ahí está el “pero”, los demás “suspirantes” tanto a la gubernatura como a los demás puestos de elección popular van a ser como el chinito Zhenli Ye Gon quien nada más se quedo “milando” como le birlaban sus millones de dólares –que dicho sea de paso-, quien sabe a quién se le quedaron?.
Me estoy refiriendo a los Fidelistas y a los “Fidelistas”. Porqué Fidelistas sin comillas y “Fidelistas” entrecomillados?, porque a los Fidelistas puros ya los conocemos, están bien identificados, pero también están los “Fidelistas”, aquellos que desde el 1° de diciembre del 2004 comen con manteca cobrando bien y bonito gracias a la Fidelidad, a esos son a los que me refiero. Aclaro.
Ya salto uno, pero no es Fidelista tal vez fue “Fidelista” durante buen tiempo, pero como mencione al principio, tal vez su interés personal se ve amenazado. Bueno, él y su conciencia.
Por ahí hace algunos días un alto funcionario Fidelista ¿o “Fidelista”? (existen ciertas dudas al respecto), dijo entre otras cosas, ante cámaras y micrófonos de un diario de gran circulación estatal que “él está física y mentalmente apto para ejercer el cargo de gobernador…” y que “los jóvenes deben adquirir experiencia primero…”. A las 24 horas, en el mismo diario…, ¡va pa tras!. En fin, él y su conciencia, pero sobre todo su alcance de lealtad.
Existe otro, ese un poco más congruente entre su hacer y decir, no es Fidelista y mucho menos “Fidelista” pero si muy institucional, un joven caballero de la política; hasta ahora respetuoso de las “formas” como siempre ha sido; no ha dicho “esta boca es mía”, pero ni duda cabe que es –de todos-, el aspirante natural.
Y los que se acumulen de aquí a noviembre.
Pero de los “Fidelistas”, esos a los que ya les encarno la camisa roja por no quitarsela ni para dormir, y no precisamente por amor, sino por adulación, cuántos de esos andan ya con la “jiribilla” de una diputación o alcaldía?; les aseguro estimados tres lectores que muchos, muchísimos y que muchos de ellos –como siempre ha sucedido-, cuando vean disminuidas sus ventajas dentro de la Fidelidad, o más bien de la “Fidelidad” en la que “navegaron de a muertito”, entonces se irán en busca de otras franquicias, perdón, partidos políticos. Así será y así ha sido siempre.
Fidel Herrera Beltrán a quien nunca se le ve solo, si tiene momentos de soledad, si debe tener momentos de soledad física; estoy seguro que esos cinco o diez minutos de soledad debe aprovecharlos para cavilar lo que ya está en puerta. Lo debe hacer, debe borrar de su mente hasta a su señora esposa, y debe ensimismarse en el asunto.
Pero mejor todo lo dejamos a la conciencia de los Fidelistas y “Fidelistas”; de lo que si estoy seguro (y ojala sea así), es que Fidel Herrera Beltrán no mete las manos al fuego por ninguno, y de los Fidelistas, pues meterá las manos por dos o tres, no creo que por más, digo…, si Fidel es sensato.
Yo en lo personal –y aunque mi opinión no cuente para nada-, no metería las manos al fuego por ninguno, es más, ni por mi mismo pues en algunas ocasiones las circunstancias me han empujado a ser desleal con mis principios. El que esto escribe no es Fidelista ni mucho menos “Fidelista”, desde un principio esa fue mi postura, soy priista por convicción, porque conozco la historia de mi país, por eso soy priista, y me duele lo que algunos hombres y mujeres han hecho con el partido.
En todas las elecciones voto. Es mi obligación.
Y cuando mi partido postula a un candidato que no me convence, simple y llanamente anulo mi voto. Es mi derecho.
La lealtad es uno de los valores más preciados por los hombres, pero es de los valores más difíciles de adquirir y aún más difícil de mantener.
Hay que aprender a ser fieles y leales en las cosas pequeñas para que nos sean confiadas las grandes.
“Prefiero molestar con la verdad
que complacer con adulaciones”
(Lucio Anneo Séneca)
SER O NO SER, HE AHÍ EL DILEMA…
Cuando las situaciones comienzan a disminuir las ventajas de las personas, cuando el interés personal se ve amenazado, es muy fácil caer en la postura del egoísmo y la soberbia, es muy fácil perder la lealtad. La lealtad tiene que ver con sinceridad, fidelidad, unidad.
Es por esto que a diario nos topamos con tantas traiciones de gente conocida, de los de arriba y de los de abajo, de los buenos, de todos, y hasta de nosotros mismos.
La falta de lealtad se puede ver casi a diario en los agentes de tránsito. La falta de lealtad se puede observar en los policías que se dejan corromper.
La falta de lealtad se puede sentir en los gobernantes que juran cumplir las leyes que la Constitución nos dicta y que finalmente ellos no cumplen. La falta de lealtad es causa de asombro en casos en que los médicos, a pesar de haber hecho el Juramento de Hipócrates, actúan en forma contraria.
La falta de lealtad se hace presente en la insubordinación de los trabajadores a sus jefes o de los hijos a sus padres.
Pero también la deslealtad puede confundirse con los errores, pues muchas veces cometemos errores y no estamos conscientes del daño o el grado de afectación que pueden sufrir las personas de nuestro alrededor; entonces no se puede hablar de falta de lealtad, sino de estupidez involuntaria.
Pero cuando se tiene pleno conocimiento del daño que se causará y obviamente si las acciones son realizadas con el único y firme propósito de afectar a alguien, y ese alguien es conocido, amigo ó compañero de trabajo, entonces se puede hablar de deslealtad.
En estos días en que las “galleras” de todos los partidos políticos ya están alborotadas, surge la disyuntiva dentro de las filas de los hombres públicos: “Le entro o no le entro?”; “me lanzo o no?”; “el señor no me “pela”, y yo quiero, que hago?”.
Y otros más osados: “Yo no me voy a detener”.
Es sabido que en lo que respecta a la Fidelidad –que no al P. R. I., porque como dice el perredista Enrique Romero Aquino: “En Veracruz no hay P. R. I., hay Fidelidad, los priistas que no pertenecen a la Fidelidad, no tienen partido…”-, el que va a marcar la pauta a seguir es el hombre de Nopaltepec, bueno, ya la marcó (y por cierto muy empecinadamente), pero sólo respecto a la gubernatura, y recordemos que el cuatro de julio del 2010 también se eligen diputados y alcaldes; pero, ahí está el “pero”, los demás “suspirantes” tanto a la gubernatura como a los demás puestos de elección popular van a ser como el chinito Zhenli Ye Gon quien nada más se quedo “milando” como le birlaban sus millones de dólares –que dicho sea de paso-, quien sabe a quién se le quedaron?.
Me estoy refiriendo a los Fidelistas y a los “Fidelistas”. Porqué Fidelistas sin comillas y “Fidelistas” entrecomillados?, porque a los Fidelistas puros ya los conocemos, están bien identificados, pero también están los “Fidelistas”, aquellos que desde el 1° de diciembre del 2004 comen con manteca cobrando bien y bonito gracias a la Fidelidad, a esos son a los que me refiero. Aclaro.
Ya salto uno, pero no es Fidelista tal vez fue “Fidelista” durante buen tiempo, pero como mencione al principio, tal vez su interés personal se ve amenazado. Bueno, él y su conciencia.
Por ahí hace algunos días un alto funcionario Fidelista ¿o “Fidelista”? (existen ciertas dudas al respecto), dijo entre otras cosas, ante cámaras y micrófonos de un diario de gran circulación estatal que “él está física y mentalmente apto para ejercer el cargo de gobernador…” y que “los jóvenes deben adquirir experiencia primero…”. A las 24 horas, en el mismo diario…, ¡va pa tras!. En fin, él y su conciencia, pero sobre todo su alcance de lealtad.
Existe otro, ese un poco más congruente entre su hacer y decir, no es Fidelista y mucho menos “Fidelista” pero si muy institucional, un joven caballero de la política; hasta ahora respetuoso de las “formas” como siempre ha sido; no ha dicho “esta boca es mía”, pero ni duda cabe que es –de todos-, el aspirante natural.
Y los que se acumulen de aquí a noviembre.
Pero de los “Fidelistas”, esos a los que ya les encarno la camisa roja por no quitarsela ni para dormir, y no precisamente por amor, sino por adulación, cuántos de esos andan ya con la “jiribilla” de una diputación o alcaldía?; les aseguro estimados tres lectores que muchos, muchísimos y que muchos de ellos –como siempre ha sucedido-, cuando vean disminuidas sus ventajas dentro de la Fidelidad, o más bien de la “Fidelidad” en la que “navegaron de a muertito”, entonces se irán en busca de otras franquicias, perdón, partidos políticos. Así será y así ha sido siempre.
Fidel Herrera Beltrán a quien nunca se le ve solo, si tiene momentos de soledad, si debe tener momentos de soledad física; estoy seguro que esos cinco o diez minutos de soledad debe aprovecharlos para cavilar lo que ya está en puerta. Lo debe hacer, debe borrar de su mente hasta a su señora esposa, y debe ensimismarse en el asunto.
Pero mejor todo lo dejamos a la conciencia de los Fidelistas y “Fidelistas”; de lo que si estoy seguro (y ojala sea así), es que Fidel Herrera Beltrán no mete las manos al fuego por ninguno, y de los Fidelistas, pues meterá las manos por dos o tres, no creo que por más, digo…, si Fidel es sensato.
Yo en lo personal –y aunque mi opinión no cuente para nada-, no metería las manos al fuego por ninguno, es más, ni por mi mismo pues en algunas ocasiones las circunstancias me han empujado a ser desleal con mis principios. El que esto escribe no es Fidelista ni mucho menos “Fidelista”, desde un principio esa fue mi postura, soy priista por convicción, porque conozco la historia de mi país, por eso soy priista, y me duele lo que algunos hombres y mujeres han hecho con el partido.
En todas las elecciones voto. Es mi obligación.
Y cuando mi partido postula a un candidato que no me convence, simple y llanamente anulo mi voto. Es mi derecho.
La lealtad es uno de los valores más preciados por los hombres, pero es de los valores más difíciles de adquirir y aún más difícil de mantener.
Hay que aprender a ser fieles y leales en las cosas pequeñas para que nos sean confiadas las grandes.
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