Por Sara Lovera *
Estoy segura que la condición humana puede ser fatal para un proyecto, pero puede ser suicida para una nación. No sé que le pasaría de niño o de grande a Felipe Calderón y a su grupo, ya que además de la política sangrienta de este gobierno, ahora quieren borrar la información básica sobre quiénes somos, dónde estamos las y los mexicanos de hoy.
La denuncia de que el Censo 2010 se ha mutilado en líneas sustantivas; que de 56 preguntas se ha pasado a 24 y que se le ha sustraído a este recuento, sobre la población y la vivienda, la recopilación de información fundamental es espeluznante.
La decisión de menospreciar la información científica del censo revela la condición frívola de este grupo apoderado de la administración.
Leí que algunos intelectuales del Colegio de México consideraron que Eduardo Sojo, titular del Instituto Nacional de Estadística Geografía e Informática (INEGI), órgano encargado del Censo 2010, era considerado un hombre inteligente, no lo dudo, pero no tiene ética, algo muy importante en cuestiones de información y conocimiento.
Lo más grave es que Sojo dijo que la falta de información se sustituirá con una encuesta, ¿se imaginan? e informó que el problema es el presupuesto. Lo que contrasta con la inversión millonaria para “ficharnos” en una nueva base de datos de identificación personal, que manejarán confidencialmente y para fines poco claros.
El Censo permite preguntar en forma privada y con toda seriedad, de manera individual, en su casa a cada persona, lo que arroja conocer con detalle quiénes somos, cuántos, a qué nos dedicamos, si nos casamos y si profesamos alguna religión, es decir, mide la pluralidad y diversidad del país, pero también es de ahí donde se sabe el grado de progreso o deterioro socioeconómico.
Me pregunto, con toda seriedad y profundidad, qué le pasaría a Felipe Calderón. De qué tamaño serán sus crisis y sus frustraciones. ¿Por qué ese odio cotidiano contra las y los mexicanos que no le rinden pleitesía o que no le creen; por qué tanto castigo, por qué esa obsesión de reconocimiento, esa necesidad de existir sin habérselo ganado?
Como no existen explicaciones lógicas sobre muchas de las decisiones que toma el grupo gobernante, pienso en esto de la condición humana.
No sería grave que una persona sea insegura, incapaz, tenga frustraciones y odios, ni siquiera esa envidia que anula amistades, amores o desarrollo personal, porque en todo caso alguien que no tiene sino una pequeña influencia en la empresa o la asociación civil que dirige, hace poco daño, a pesar de todo lo perversa que sea.
Pero que un dirigente político, que maneja el presupuesto, decida de pronto que el Censo, único mecanismo de información pública, puede ser recortado, tratado con tal desprecio, sin preguntas fundamentales, retrasará en información 20 años las estadísticas en México.
Para las mujeres es terrible. Un Censo como el que se quiere hacer nos dejará sin datos de las madres solteras, porque no se peguntará el estado civil; tampoco sabremos cuánto colaboran las mujeres a la economía, porque no se preguntará sobre su actividad y no podremos cruzar los datos entre práctica religiosa y aborto; no sabremos el tamaño de las comunidades indígenas ni sobre las lenguas que se hablan. No habrá información sobre la discapacidad ni sobre las características del lugar donde se vive.
Es más, el daño es al gobierno en sí mismo que no tendrá un instrumento para planear y vislumbrar caminos de solución. La investigación sociológica se irá a pique. Esto es un golpe a la inteligencia.
La demógrafa Luz María Valdez, ex secretaria del Consejo Nacional de Población, informó que se maneja como secreto de Estado la planeación del Censo y las preguntas finales; quizá por ello Carlos Echavarri, presidente de la Asociación Mexicana de Demógrafos ha pedido que no se haga ahora, sino dentro de un año, para que no se ponga en riesgo información que se recopila desde 1900 y tiene una historia fundamental para poder hacer comparaciones.
Alguien como Sergio Aguayo, gritando un poco en el desierto, dijo que se pueden tener sospechas lógicas. Hace 10 años el Censo reflejó el país que recibió el Partido Acción Nacional, el retrato socioeconómico de ahora, probablemente ratificaría lo que todas y todos sabemos: que vamos para atrás. Y es eso lo que quiere Calderón y sus secuaces ocultar, al menos en la estadística oficial, pero con ello se llevaría entre los pies una de las instituciones que tenían credibilidad: el INEGI.
Sin datos socioeconómicos, la pobreza, la marginación, la migración y el movimiento territorial serían totalmente manipulados. Ese es el tamaño del problema.
*saralovera@yahoo.com.mx.
Estoy segura que la condición humana puede ser fatal para un proyecto, pero puede ser suicida para una nación. No sé que le pasaría de niño o de grande a Felipe Calderón y a su grupo, ya que además de la política sangrienta de este gobierno, ahora quieren borrar la información básica sobre quiénes somos, dónde estamos las y los mexicanos de hoy.
La denuncia de que el Censo 2010 se ha mutilado en líneas sustantivas; que de 56 preguntas se ha pasado a 24 y que se le ha sustraído a este recuento, sobre la población y la vivienda, la recopilación de información fundamental es espeluznante.
La decisión de menospreciar la información científica del censo revela la condición frívola de este grupo apoderado de la administración.
Leí que algunos intelectuales del Colegio de México consideraron que Eduardo Sojo, titular del Instituto Nacional de Estadística Geografía e Informática (INEGI), órgano encargado del Censo 2010, era considerado un hombre inteligente, no lo dudo, pero no tiene ética, algo muy importante en cuestiones de información y conocimiento.
Lo más grave es que Sojo dijo que la falta de información se sustituirá con una encuesta, ¿se imaginan? e informó que el problema es el presupuesto. Lo que contrasta con la inversión millonaria para “ficharnos” en una nueva base de datos de identificación personal, que manejarán confidencialmente y para fines poco claros.
El Censo permite preguntar en forma privada y con toda seriedad, de manera individual, en su casa a cada persona, lo que arroja conocer con detalle quiénes somos, cuántos, a qué nos dedicamos, si nos casamos y si profesamos alguna religión, es decir, mide la pluralidad y diversidad del país, pero también es de ahí donde se sabe el grado de progreso o deterioro socioeconómico.
Me pregunto, con toda seriedad y profundidad, qué le pasaría a Felipe Calderón. De qué tamaño serán sus crisis y sus frustraciones. ¿Por qué ese odio cotidiano contra las y los mexicanos que no le rinden pleitesía o que no le creen; por qué tanto castigo, por qué esa obsesión de reconocimiento, esa necesidad de existir sin habérselo ganado?
Como no existen explicaciones lógicas sobre muchas de las decisiones que toma el grupo gobernante, pienso en esto de la condición humana.
No sería grave que una persona sea insegura, incapaz, tenga frustraciones y odios, ni siquiera esa envidia que anula amistades, amores o desarrollo personal, porque en todo caso alguien que no tiene sino una pequeña influencia en la empresa o la asociación civil que dirige, hace poco daño, a pesar de todo lo perversa que sea.
Pero que un dirigente político, que maneja el presupuesto, decida de pronto que el Censo, único mecanismo de información pública, puede ser recortado, tratado con tal desprecio, sin preguntas fundamentales, retrasará en información 20 años las estadísticas en México.
Para las mujeres es terrible. Un Censo como el que se quiere hacer nos dejará sin datos de las madres solteras, porque no se peguntará el estado civil; tampoco sabremos cuánto colaboran las mujeres a la economía, porque no se preguntará sobre su actividad y no podremos cruzar los datos entre práctica religiosa y aborto; no sabremos el tamaño de las comunidades indígenas ni sobre las lenguas que se hablan. No habrá información sobre la discapacidad ni sobre las características del lugar donde se vive.
Es más, el daño es al gobierno en sí mismo que no tendrá un instrumento para planear y vislumbrar caminos de solución. La investigación sociológica se irá a pique. Esto es un golpe a la inteligencia.
La demógrafa Luz María Valdez, ex secretaria del Consejo Nacional de Población, informó que se maneja como secreto de Estado la planeación del Censo y las preguntas finales; quizá por ello Carlos Echavarri, presidente de la Asociación Mexicana de Demógrafos ha pedido que no se haga ahora, sino dentro de un año, para que no se ponga en riesgo información que se recopila desde 1900 y tiene una historia fundamental para poder hacer comparaciones.
Alguien como Sergio Aguayo, gritando un poco en el desierto, dijo que se pueden tener sospechas lógicas. Hace 10 años el Censo reflejó el país que recibió el Partido Acción Nacional, el retrato socioeconómico de ahora, probablemente ratificaría lo que todas y todos sabemos: que vamos para atrás. Y es eso lo que quiere Calderón y sus secuaces ocultar, al menos en la estadística oficial, pero con ello se llevaría entre los pies una de las instituciones que tenían credibilidad: el INEGI.
Sin datos socioeconómicos, la pobreza, la marginación, la migración y el movimiento territorial serían totalmente manipulados. Ese es el tamaño del problema.
*saralovera@yahoo.com.mx.
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