Por: Imelda Torres Sandoval
jurisagro@yahoo.com.mx
La importancia de llamarse Íñigo...
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La importancia de llamarse Íñigo...
En una de sus más deliciosas obras, La importancia de llamarse Ernesto, Oscar Wilde imprime a esta obra lietraria el humor inglés de su época: con estilo y gravedad acusa la hipocresia de una sociedad sujeta estrictamente a cánones y apariencias, que nos lleva a una hilarante falsedad e hipocresia de todos los personajes de esta novela. El nudo de esta obra se desenreda en la farsa montada por el protagonista, que para poder continuar con su vida de juerga y disipación sin perder su noble apariencia de vida decente y formal, asume una identidad falsa, adoptando el nombre de Ernest en vez de Jack. En realidad, la traducción al español del título de la novela es imprecisa, por que Oscar Wilde, como todo genio literario, juega con las palabras, y en su idioma original Ernest suena fonéticamente igual al vocablo earnest, que significa "serio o formal.
Jack-Ernest, en sus correrías, conoce a la virtuosa Lady Backnell, quien se enamora de él precisamente por que su nombre la convence. Jack Worthing, noble inglés, logra conquistar el corazón y el amor de la bella Lady Bracknell convenciendola de su caballerosidad y decentes intenciones a través de lo que su nombre representa. Finalmente, Jack-Ernest es atrapado por sus propias mentiras ya que la familia de Lady Backnell le niega su mano para desposarse con ella por considerarle incierto su origen y su posición social: en los asuntos de importancia, el estilo y no la sinceridad, es lo esencial.
En esta analogía, surge la importancia de llamarse Íñigo, que al igual que el protagonista de la novela de Wilde, logrará conquistar los corazones de los tuxpeños por lo que su nombre representa: el nombre de Íñigo, en nuestro idioma, se entiende y relaciona a trabajo y honestidad. Además, en asuntos de tanta importancia como lo es el futuro de Tuxpan, para Íñigo no es el estilo sino la sinceridad lo esencial. Podremos ver a otros protagonistas de la política, que serían capaces hasta de cambiarse el nombre con tal de convencernos de que el pasado no importa, que una vida de bribonadas y raterías se salva por seis meses de apapachar a la ciudadanía con recursos ajenos. Pero Ñaño piensa distinto: trabajo mata grilla. Por eso, él sigue trabajando. No ofrece recursos que no tiene ni promete soluciones con sombrero ajeno: cumple con gestionar, con acercarse a la gente para conocer de fondo los verdaderos problemas de Tuxpan: desempleo e inseguridad.
Necesitamos en Tuxpan alguien que tenga palabra y que tenga nombre. No queremos más payasos que oculten tras maquillajes costosos y espectáculos romanos su hambre de poder y su ambición por empacharse y recuperar su "inversión" para quedarse con la silla de Juárez 20.
Usted apreciable lector. Este próximo cuatro de julio ¿votará por un payaso o por un nombre?
Hasta la próxima.
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