•Club de Elogios Mutuos
•Exclusiva con García Márquez
•Dormía en un sarcófago
Luis Velázquez
DOMINGO
Club de los Elogios Mutuos
¡Ah, la juventud! ¡Tiempos aquellos cuando cada uno es feliz e indocumentado!
Por ejemplo, el reportero escritor Miguel Molina, en la facultad de Letras de la Universidad Veracruzana, forma con sus homólogos un club de literatura. El nombre lo dice todo: “Club de los Elogios Mutuos”.
Los aprendices de escritores se juntan con frecuencia a una tertulia. Café. Quizá una botellita. Cigarros.
Y como es natural, unos a otros se leen su incipiente obra literaria. Y, claro, se intercambian palabras bajo la siguiente regla no escrita:
Tú me lees. Yo te leo.
Tú me alabas. Yo te alabo.
Tú me críticas. Yo te crítico.
Tú te emponzoñas contra mí. Yo también.
De algún modo reproducen el esquema de cientos, miles de artistas en el mundo.
Por ejemplo, Carlos Monsiváis, José Emilio Pacheco, Sergio Pitol, Juan Vicente Melo y Juan García Ponce, entre otros, amigos entrañables que llevan el ejercicio literario a la perfección.
Y/o la famosa “Mafia literaria” de la zona rosa, en la ciudad de México, a la que pertenecen, entre otros, Carlos Fuentes, Fernando Benítez y José Luis Cuevas.
Así inició sus pininos Miguel Molina. Luego, sería cronista del semanario “Punto y aparte” del jefe Froylán Flores Cancela y terminaría en Londres como cronista de la BBC.
LUNES
Internet en cantinas para reporteros
Sobre la calle Zaragoza, frente al ayuntamiento, en el puerto jarocho, hay una cantina, Santana’s bar, frecuentada por los reporteros. Es su segunda oficina. Su casa alterna. El centro de reunión y convivencia.
Los tundeteclas acostumbran llegar al filo del mediodía, luego de la talacha reporteril. Ahí platican y arreglan el mundo.
El reportero de policía se siente comandante y dicta cátedra.
El reportero de deportes se cree director técnico de los Tiburones Rojos y decide las posiciones en el próximo juego.
El reportero de información general se siente politólogo, alcalde, secretario del gabinete, y profetiza el futuro mediato e inmediato de la clase duartista.
De pronto, llegaba la hora de retirarse a la sala de redacción del periódico para entregar en tiempo y forma el budget, que es el resumen de las noticias que cada uno escribirá más tarde, y se despiden aprisa y deprisa.
Así, el dueño de la cantina descubrió que con tal pendiente laboral, los reporteros dejaban de ingresar centavitos a la caja y la ganancia del día se mermaba.
Entonces, para evitar que se fueran decidió instalar internet en la cantina, y a partir de la fecha, las partes son felices: los reporteros envían por internet al periódico su budget y hasta teclean sus notas, mientras siguen consumiendo bebidas espirituosas y el dueño también se alegra y pone contento.
MARTES
Un reportero duerme en un sarcófago
En aquellos tiempos, el reportero Miguel Molina tenía una noviecita en Tuxpan, Veracruz.
Y con frecuencia viajaba al pueblo para pasar el fin de semana con ella.
Un día, llegó sin avisar cuando en Tuxpan se efectuaba el carnaval y las habitaciones de los hoteles estaban saturadas.
Pero por fortuna, el padre de la novia tenía una funeraria y le ofreció que, ni hablar, como peor era dormir en el parque público, ahí estaba la agencia la funeraria para descansar.
Cada noche de los días del carnaval Miguel Molina llegaba en la madrugada al negocio, en estado inconveniente y se acostaba a dormir y descansar en un sarcófago, como si fuera un vampiro.
Los empleados lo dejaban dormir en la caja mortuoria hasta que hubiera reposado lo suficiente…
MIÉRCOLES
“La quinceañera”
“La quinceañera” le apodaban en el pueblo y acaba de morir.
Era trabajadora sexual y tenía un solo objetivo en su vida crapulosa: enseñar los secretos del amor fogoso a los adolescentes y jóvenes.
Incluso, hasta mereció el récord Guiness porque su fama se fue multiplicando y los quinceañeros solitos llegaban a la casa de citas preguntando por ella.
Y es que, además, ella les enseñaba con delicadez y ternura desde maternal hasta el abecedario del Kamasutra y poco a poco los iniciaba.
Pero más aún, los adoptaba y los seguía conservando como la mamá de los pollitos… hasta que cada uno decidiera tomar camino, y sin reproches, permitía que eligieran a otra compañera sexoservidora.
Ella cubrió una, dos, tres generaciones completas.
La casa de citas se llamaba “El cafetal”, estaba en las goteras del pueblo y solo tenía cinco habitaciones para el sexo efímero, sin amor.
El techo era de palma, las paredes de horcones y palmas, y el piso de tierra.
Y para que las parejas furtivas se revolcaran en cada cuarto había un catre, envejecido en el uso cotidiano.
Y, claro, los gritos y espasmos de aquellos jóvenes se escuchaban en las cuatro habitaciones restantes y todos conocían sus secretos entre sí.
Descanse en paz “La quinceañera”, la mujer más desinteresada, solidaria y generosa de todos los tiempos…
Un padrenuestro, lector, por ella…
JUEVES
El niño que pesca…
Un reportero es, parafraseando a Honorato de Balzac, un niño que pesca en el fondo de la memoria y selecciona los recuerdos más intensos para emocionar al lector.
Un niño que observa con ojos de curiosidad como si por vez primera mirara cada hecho y palpara cada circunstancia para así contar la historia que además de informar al lector, lo sorprenda como una regla prioritaria.
Por eso el día que un reportero, un fotógrafo, un camarógrafo, un editor, dejan de sorprender al lector se pierde circulación, y lo peor, se pierde también la credibilidad.
Por eso mismo un trabajador de la información es como un niño, decía Balzac, que como un carpintero va eligiendo las palabras en su texto con el objetivo de dar a conocer un hecho noticioso, pero al mismo tiempo, deslumbrar, hipnotizar, impactar, avasallar.
Y, por tanto, el texto debe ser algo así como un puñetazo al hígado, el corazón y las neuronas del lector.
Hay que trabajar el texto decía Balzac. Quitar la hojarasca que daña el sentido narrativo.
Y/o como decía Truman Capote, si de pronto sientes que la segunda o la tercera hoja de tu texto impresionan más que la primera, entonces, sin ninguna misericordia, la primera hoja habrá de tirarse al cesto de la basura y reescribirla.
Thomas Mann, uno de los escritores preferidos de André Malraux, lo decía de la siguiente manera: un periodista se sacrifica a sí mismo cuando en cada texto suprime y oprime párrafos débiles, frágiles, mal logrados, ineficaces en la fascinante manía de contar historias.
VIERNES
Exclusiva con García Márquez
Se recuerda hoy a la reportera Azucena Valderrábano, quien del semanario Punto y Aparte pasara a La jornada México.
En aquel entonces, la Universidad Veracruzana efectuó un congreso de escritores y Gabriel García Márquez fue uno de los expositores.
En un receso entre la mañana y la tarde, Azucena descubrió a García Márquez sentado en el sofá de un hotel, mirando a los demás, un libro y un periódico en la mano izquierda, sin que nadie se le acercara.
Meses anteriores, el colombiano había declarado que dejaría de escribir novelas hasta que cayera el dictador chileno, Augusto Pinochet.
Y en efecto, el Gabito dejó de escribir, y/o cuando menos, de publicar.
Así los hechos y circunstancias, Azucena, igual que Elena Poniatowska con las preguntas más sencillas, naturales e ingenuas de la vida, se acercó a García Márquez y le pregunto hasta cuándo volvería a escribir.
Contestó el Premio Nobel de Literatura: “Como Pinochet no cae, volveré a escribir”.
Fue toda la entrevista. El Gabito no volvió a pronunciar una palabra por más insistencia de Azucena.
La noticia, claro, se publicó en portada, a ocho columnas, en el semanario de Froylán Flores Cancela.
Y de ahí brincó a la prensa nacional y siguió caminando en el resto del mundo.
POSDATA: Crónicas picosas, reportajes picosos y columnas picosas en blog.expediente.mx… como en ningún otro medio de Veracruz.
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