viernes, 30 de mayo de 2014

XALAPA: BLOQUEADA Y MALTRATADA

Uriel Flores Aguayo

Como capital de Veracruz, somos sede de los poderes públicos estatales y las delegaciones federales, lo cual nos da un carácter burocrático y político singular. De manera natural llegan personas y comisiones ciudadanas a gestionar múltiples asuntos oficiales, pero también vienen en son de protesta quienes organizados optan por la denuncia y la presión para hacerse oír o ser atendidos. Casi todos los días hay manifestaciones en nuestra ciudad, principalmente en el centro, siendo mas recurrentes las que bloquean calles; estamos ante una especie de cultura del bloqueo de personas y vehículos. Obstruir la vialidad en una ciudad como Xalapa, con severos problemas de tráfico vehicular y con una topografía tan accidentada, es generar caos y molestias sin fin a sus habitantes; aquí las afectaciones son mayores. Al respecto se está dando un debate y reflexión que merece mayor amplitud y salidas concretas y efectivas, sobre todo de una definición de las autoridades involucradas y los líderes de las organizaciones o grupos que realizan este tipo de presiones.

No se discute el derecho de reunión y la libre manifestación, no se cuestionan la causa de esas acciones, se critica el acto de bloquear por sus efectos nocivos en la población. Cualquier derecho tiene como límite el interés de terceros, colectivos y generales; no se puede reivindicar algo a favor de unos cuantos y lesionar, a la vez, los intereses de la inmensa mayoría. Un bloqueo de calles es un acto de presión mal dirigido, supuestamente para llamar la atención de las autoridades, pero que afecta directamente a la población. No se perjudica a los funcionarios, ellos se ausentan de su espacio de trabajo o despachan en oficinas alternas cuando saben que hay manifestaciones; los de mayor jerarquía utilizan helicópteros aun. Los únicos afectados son las personas que se ven en una situación difícil ante algún bloqueo; los grupos que vienen y nos obstruyen, regresan a sus lugares de origen inmediatamente, no se percatan de los daños que dejan atrás, para ellos fue un momento; para los Xalapeños es un suplicio porque lo padecen casi todos los días. No comprende una señora del Dique, un niño de la Esc. Rébsamen, un locatario del Jáuregui o un bolero del Parque Juárez, entre miles, que tiene que ver con un despido laboral en Tlapacoyan, con los choferes de AU, con un puente en Isla o con las despensas de Teocelo; ni sabemos, ni entendemos, ni tenemos responsabilidad alguna; no habría que estar pagando en nuestra movilidad cotidiana. 

El bloqueo de calles, especialmente el centro, ha vacunado a la ciudadanía sobre este tipo de manifestaciones, devaluándolas y acarreándoles desprestigio, lo cual es grave cuando e trata de asuntos de verdadera importancia social y democrática. Por lidercillos demagogos se pierde la nobleza y oxigenante movilización social. Evidentemente hay mucho de irracionalidad en este tipo de demostraciones, resultando en actos sin lógica y sin sentido; de esos que se hacen por mala costumbre. El colmo es que muchos de los grupos que afectan la vida de los Xalapeños sean de corte oficialista, del PRI y financiados por el propio Gobierno del Estado, lo cual habla de un desprecio por Xalapa. Se debe ser muy preciso en la denominación de bloqueo, como el acto de obstruir vialidades para presionar a las autoridades, para evitar malas interpretaciones. Es muy distinto en el caso de las manifestaciones multitudinarias que tienen que ocupar calles por cuestiones de espacios, como las de los maestros, o las marchas que avanzan, aunque lento, sin detener tajantemente el tráfico vehicular. 

Se requiere un consenso social para cuestionar y detener los bloqueos de nuestras calles, no darles justificaciones y que tengan una sanción moral y administrativa; hay que trabajar para que se vea mal, anormal, ese tipo de acciones; que no se vuelvan anécdotas, que reciban una fuerte desaprobación social. Hacerles saber a los que encabezan esas acciones que no es una gracia, que no afectan al gobierno y que, al contrario, son nocivos para los Xalapeños. Ellos deben aprender a respetarnos, a encauzar sus manifestaciones por medios pacíficos y en forma creativa. No tenemos porque seguir tolerando ese tipo de extorciones. Para el Gobierno corresponde una actitud profesional, altamente responsable, de tal manera que su aparato político trabaje las 24 horas, acudiendo inmediatamente a la atención de los manifestantes, en mesas de diálogo que los canalice a las instancias correspondientes. Debe haber absoluta responsabilidad de las autoridades, para que, agotado el diálogo, proceda a utilizar la fuerza pública en forma disuasiva. No debe haber justificación o pretexto para los líderes de las ´protestas para bloquear las calles, por supuesto que ni impunidad; ahora no pasa nada, no tienen ninguna consecuencia de sus actos dañinos; vienen, nos bloquean y se van tan tranquilos, muchas veces hasta con dinero público en sus bolsillos. Reclamemos la acción obligadísima de las autoridades, que no sean omisos, que no escondan la cabeza.

Los Xalapeños no debemos soportar las extorsiones de lidercillos demagogos ni la negligencia oficial, hagamos saberles nuestra postura de condena y exigencia, que les cueste políticamente comportarse de esa manera irracional u omisa. Xalapa debe valorarse más, hacerse respetar. No mas bloqueos a nuestras calles, no más daños a nuestra vida cotidiana, ya de por si algo deteriorada por inseguridad, rezagos de infraestructura y servicios, gobernabilidad y caos vial.

Recadito: Tan corrupto el poder judicial de allá como el de acá 

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