domingo, 8 de enero de 2017

De revoluciones hipster y cosas peores…

Tienda de Raya…
Por Imelda Torres Sandoval
Imagen: sinembargo
Un hipster es aquel joven que vive en constante protesta contra el sistema. Al menos así lo proclaman quienes asumen esta postura de “contracultura” y demuestran su enojo con particular vestimenta y pose a favor de lo orgánico, lo local, lo artesanal, y su negativa de adherirse a un partido político, por considerarlos corruptos y lo peor de la sociedad en la que viven. 

Los hipster solo siguen movimientos sociales políticamente correctos, que puedan ser fácilmente seguidos en las redes sociales, y jamás en la vida impulsarían protestas que atenten contra las estructuras económicas que sustentan el sistema político que tanto critican.

El problema es que en México, cualquier payaso, por lo regular cuarentón, vástago de sobrevivientes de la generación del 68, se asume como hispter para justificar su inacción social y cultural. 

El hipster cuarentón, ya entrado a los cincuenta, espera cambiar el mundo desde protestas convocadas en redes sociales, y critica con denuedo a quienes, también herederos de la generación del 68, decidimos continuar la lucha de nuestros padres por la vía de la protesta pacífica, la no violencia, aunque nos siguen madreando bien y bonito.

Eso es a lo que llamo “revolución hipster”. Ese masa de supuestos inconformes que ahora tomaron las calles y anda armando mitote, son los mismos que hace veinte años, se encogieron de hombros ante el fraude electoral de 1988, jamás se pronunciaron ante el movimiento zapatista de 1994, ni se asomaron a la red para condenar la Matanza de Acteal de 1997, promovieron el voto del “cambio” con Fox en 2000, y le negaron la posibilidad de cambio de rumbo a México en 2006, al emitir su voto a favor de la continuidad. Y no contentos con ello, insistieron en votar por Peña Nieto en 2012. 

“El si va a negociar con el crimen organizado” “es tan guapo, y su esposa tan linda”; “yo prefiero una gaviota en los Pinos”; “Peña Nieto, bombón, te quiero en mi colchón” “yo no voto por el Peje porque no quiero un Venezuela en México”, y otra sarta de estupideces se escucharon en aquella elección presidencial, teniendo como resultado la pareja presidencial más bonita de toda nuestra historia, y la mayor crisis social, política y de derechos humanos de la que se tenga precedente en México.

Sin temor a equivocarme, la mayoría de quienes ahora protestan por el gasolinazo, o votaron o por el PRI, o el PAN, por Quadri, por Cantinflas, o no votaron. Todos estos votos originaron una bancada de legisladores ignorantes, vendidos y al servicio de los intereses económicos, lo que ha producido leyes y políticas públicas que favorecen no solo el incremento de la gasolina, sino que la mayoría de los mexicanos vivan en la extrema pobreza; y quienes presumimos de clasemedieros, veamos mermado de manera permanente nuestro poder adquisitivo.

¿Por qué afirmo que quienes hoy protestan tienen la culpa de la causa por la que protestan? Porque son los mismos quienes instalaron a Peña Nieto y a sus aprendices y cómplices en el poder.

Lamento que, en lo que va del sexenio peñista, ni el incremento en los feminicidios, ni la constante violación a los derechos humanos, ni los asesinatos de periodistas, ni la desaparición forzada de miles de jóvenes involucrados en el crimen organizado; ni la reforma educativa, ni la desaparición de los 43 normalistas de Ayotzinapa, ni el encarcelamiento injusto de personas involucradas en la autodefensa de sus comunidades; ni las fosas clandestinas, ni la pederastia clerical, ni los crímenes de odio contar la comunidad lésbico- gay; hayan levantado el ámpula hispeteriana de quienes encabezan hoy el gasolinazo.

Aplaudo que al fin hayan reaccionado, aunque me entristece profundamente que la causa que les hayan afectado es que ahora tengan que pagar más por llenar el tanque de su vehículo.

Así no se puede construir un movimiento social legítimo. Mientras no nos solidaricemos con las causas que en realidad afectan la vida digna de las personas, pues seguiremos con revueltas feisbuqueras, que a nada conducen, y que solo nos muestran como personas superficiales, carentes de conciencia social y política.

El cambio profundo que tenemos que impulsar debe tener su base en la solidaridad social, para que podamos asumir que las acciones del poder que afectan a las personas indígenas, gays o con capacidades diferentes, también nos afectan a nosotros, incluso cuando no estemos de acuerdo con su forma de ser, o de ver la vida, de esas personas. 

Hago votos para que, en este 2017 y el próximo 2018, lo que nos mueva sea el entendimiento de que somos una sociedad pluricultural en manos de personas de la peor ralea, corruptos y egoístas, que solo busca su beneficio particular, utilizando la idea hipsteriana de revoluciones políticamente correctas para permanecer en el poder, bien a gusto.

Necesitamos cambiar, por las vía pacífica, el podrido sistema político que legisla e instituye leyes y políticas públicas en beneficio de unos cuantos,

Ya dejen de votar por el PRIANPRD. Otro México si es posible.
Hasta la próxima. 

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