jueves, 24 de enero de 2019

La oposición se rinde

ALMA GRANDE
Por Ángel Álvaro Peña
Los partidos que conforman la oposición no pueden negar vivir en una adversidad que no terminan de entender. No quieren debate ni diálogo con el gobierno, exigen confrontación. No tienen en el gobierno federal un contrincante político sino un enemigo a muerte.

Tampoco pueden negar que el triunfo de Morena trastornó su estructura interna. En realidad, no saben cómo empezar a enfrentarse a un enemigo que, tenga o no razón, debe ser exterminado.

A algunos se les ocurre la idea de que tres de los miembros de un gabinete comparezcan ante los legisladores de oposición a los 60 días de haber tomado el cargo. Lapso en el cual nunca nadie había exigido comparecencia alguna.

Pero estos olvidadizos quieren someter al bullying político a los mimemos del nuevo gobierno por no explicar a tiempo su estrategia en la lucha contra el robo de combustible.

Sin embargo, esos mismos -que exaltados y a veces muy alterados- legisladores del PAN, del PRD, de Movimiento Ciudadano y de lo que queda del PRI, exigen la comparecencia de quienes combaten este saqueo, nunca levantaron la voz para denunciar lo que era evidente.

Callaron, y no porque hayan vivido en otro país sino porque sus correligionarios estaban implicados en esos delitos. Por eso la ferocidad ante los actos de justicia.

La oposición se manifiesta sistemáticamente contra cualquiera de las disposiciones del nuevo gobierno. No analizan, golpean. No las entienden, las rechazan. Ante este proceso de política de la negación no sólo se muestran como verdaderos porros de la política, sino como posibles cómplices del estado que guarda un país que está quebrado a causa de los gobiernos que encabezaron sus partidos. 

Cuando la derrota supera a la persona que la sufre, los equilibrios mentales suelen desajustarse.

Eso es lo que le sucede al líder nacional del PAN, cuya conducta pareciera ya la de un obsesivo compulsivo en busca de venganza.

Cada día asombra más a los mexicanos Marko Cortés con sus declaraciones, y para darles mayor relevancia organiza conferencias de prensa únicamente para desgastar al enemigo político, logrando sólo desgastarse a sí mismo.

La nueva acusación del líder nacional del PAN, no sólo lo describe como alguien que desconoce las leyes, sino que muestra a los panistas como verdaderos aprendices de políticos al calificar de traidor a Andrés Manuel López Obrador por no haber colocado a un panista como gobernador interino de Puebla.

La designación del gobernador interino que estará en el poder por un lapso máximo de cinco meses es decisión del Congreso local, de nadie más. Así lo dictan las leyes del estado.

Sin embargo, la crítica visceral de Marko Cortés, que denomina traición y deslealtad en la conducta de Andrés Manuel López Obrador, sólo exhibe el desconocimiento de las mínimas atribuciones de los funcionarios públicos.

El propio Marko Cortés fungió como legislador por el PAN antes de considerarse apto para encabezar la dirigencia de ese partido, pero lo primero que pensó seguramente fue que si personajes de corta inteligencia como Ricardo Anaya y Damián Zepeda pudieron dirigir el partido él no tenía por qué abstenerse de intentarlo y lo logró.

Marko considera que si el gobernador interino es panista podría crear una plataforma sólida hacia el triunfo electoral de su candidato para la gubernatura, ante la muerte de la gobernadora panista Martha Érika Alonso. El PAN perderá en Puebla un bastión que no ganó claramente.

Así lo hizo Yunes, en Veracruz, al colocar a su hijo en la candidatura hacia la gubernatura y perdió. Ahora, ante el rencor que les crea tal descalabro a algunos presidentes municipales, optan por colocar fronteras, límites y hasta hablan de muros en sus áreas de influencia, como si se tratara de reservas o ghettos.

Los panistas se sienten disminuidos hasta en su estado de ánimo y ahora quieren fortalecerse atacando al contrincante de manera torpe y visceral.

Los panistas han mostrado un rencor hacia la política mexicana en general que cada día los aísla más y los deja fuera de la influencia que todo partido político, digno de serlo, debe tener en el país.

Para Marko Cortés los vicios de la clase política son tradiciones, y en ese disparate señaló convencido: “el gobierno federal de Morena incumplió su palabra de respetar la tradición democrática en el nombramiento del gobernador interino de Puebla”.

Es decir, el líder nacional del PAN reclama al presidente de la República no haber violado la ley, lo critica por no someter bajo su mando al legislativo local e imponer su criterio particular y lo llama traidor por no beneficiarse de las costumbres malsanas de una política nacional que mostró su inoperancia desde hace muchos años.

El PAN anunció que analizará, “con sus diputados locales, su sentido del voto en el contexto en el que se dio el nombramiento del gobernador”, y exigió al gobierno federal “no meter las manos en el proceso electoral, y al recién nombrado gobernador le demanda garantizar piso parejo para todos los candidatos, transparencia en las elecciones y total equidad”.

Esto no se entiende sin tomar en cuenta la amargura del discurso de Marko Cortés que cae en la incongruencia, en la contradicción, en la ilegalidad, porque primero llama traidor a López Obrador por no imponer a un gobernador interino del PAN, y luego le pide al presidente que saque las manos del proceso electoral. 

La desesperada lucha por estar al alcance de los reflectores es para ellos el primer paso del contrapeso político, cuentan, como antaño en las oficinas del viejo sistema, que los impactos valen más que su contenido.

El partido que todavía no ha empezado a ser de oposición y ya se cansó de serlo es el PRI. Ahora el tricolor pareciera intentar congraciarse con Morena a través de los votos de sus legisladores en cualquier lugar del país.

Esto pudimos apreciarlo cuando el PRI votó al lado de la aprobación de la Guardia Nacional, pero también votaron juntos a la hora de aprobar como gobernador interino de Puebla al priista Guillermo Pacheco Pulido, quien fuera líder de la CNOP, presidente estatal del PRI y en 1987 asumió la presidencia municipal de Puebla capital, siendo gobernador de Puebla, Manuel Bartlett Díaz.

El PRI busca rescatar la credibilidad de la que nunca ha sido merecedor. PEGA Y CORRE. - La mano del ex gobernador Miguel Ángel Yunes Linares vuelve a mostrarse en un intento más por desacreditar al gobernador Cuitláhuac García Jiménez, a través de León Vladimir Hernández Ostos, ex abogado de Miguel Ángel Yunes. Este sujeto presentó una solicitud de juicio político contra el gobernador, porque la administración estatal no ha cumplido con la entrega de participaciones federales a municipios, que en 2016 desvió Javier Duarte de Ochoa, y que Yunes Linares tampoco pagó, pero incluyó en el Presupuesto de Egresos 2019. Es decir, traspasó el adeudo en lugar de pagarlo. Se trata de un pago que debió realizar Yunes Linares, pero no quiso hacerlo y ahora quieren obligar a García Jiménez a liquidar ese déficit. Las trampas de Yunes son cortinas de humo para ocultar su cochinero que supera al de Duarte…

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