Uriel Flores Aguayo
urielfloresaguayo@hotmail.com
En los últimos años Xalapa vive un notable y peligroso proceso de ingobernabilidad, reflejado en la falta de aplicación y respeto a las leyes y reglamentos y en la centralidad de los conflictos como parte sustancial del quehacer del ayuntamiento, entre otros. Es tan fácil e impune violar la legalidad en Xalapa que se van repitiendo todo tipo de actos irregulares hasta crear un ambiente de caos, el cual inicia con acciones específicas y dolosas pero se nutre de inercias, imitaciones y mimetismos. Creo que no soy demasiado exigente si afirmo que los últimos cuatro o cinco años han sido perdidos para Xalapa en gobernabilidad.
El rezago en esa materia es enorme, por lo tanto el reto para la nueva administración es de grandes proporciones. Para empezar a resolver esos problemas es indispensable que el nuevo equipo de gobierno municipal tenga el diagnostico adecuado, donde ubique el tipo de problemas que va ha enfrentar. No debe eludirlos, como se ha hecho hasta ahora, ni si quiera por cálculos políticos. Xalapa será moderno solamente si es un municipio de leyes, se gobierna con sentido social y se estimula la participación de los ciudadanos.
De las muchas manifestaciones irregulares que rodean a Xalapa, donde podemos encontrar casos de fraccionamientos, de bares y centros nocturnos, de invasiones de áreas publicas, de ocupación de parques y banquetas, etc., no resisto comentar dos sencillos ejemplos de lo que son anomalías que surgen por el desorden., de esos casos artificiales y de fácil solución que, sin embargo, se dejan crecer y se vuelven imposibles.
Caso uno: en el parque Juárez, frente al palacio municipal, colocaban un puesto de” hot dog “que después de realizar su actividad normal entre las diez y ocho y las veinte y cuatro horas era retirado; es decir, alguien hacia su labor comercial en lugar privilegiado, a unos metros de la sede del ayuntamiento, y en el resto del día lo desocupaba para su uso principal que es la movilidad de los paseantes. Digamos que entre ese ciudadano y el espacio público había una relación armónica y de respeto, como debe ser. Sin embargo, ese pacto tácito o explicito se quebró hace tres años cuando llegó el desorden a ese parque; al aparecer puestos por todos lados la persona de los” hot dog” ya no sintió la obligación de acatar los reglamentos; ahora su puesto es fijo y está abierto permanentemente.
Caso dos: desde hace unos meses aparecieron unos singulares vendedores de artesanías en las calles del centro de Xalapa, casi siempre los fines de semana y con cierta movilidad. Llamaba la atención su vestimenta que los hacia parecer como paisanos de Papantla, cuando en realidad provienen de Coetzala, Puebla; nadie puede negar que la actividad que realizan es perfectamente normal y que se explica en la motivación que tienen de“ ganarse la vida “. El caso es que ahora aparecen peleando “derechos “en el callejón del “diamante” que, como sabemos, es una zona comercial, y céntrica. Aquí el caso es la facilidad con que se pueden crear problemas como este. Estos esforzados artesanos difícilmente podrían hacer lo mismo en su propia capital o, ni siquiera, en Teziutlan, que es su ciudad vecina.
Por su puesto que estos casos son simbólicos, no pretendo darles mas importancia de la que tienen; de hecho, sirven de ejemplo pequeñito de lo que no se debe hacer a la hora de gobernar. Es un buen recordatorio del papel y el concepto de autoridad, de la aplicación de la ley, del comportamiento ciudadano y muy especialmente de la dimensión e importancia de lo público.
Me detengo un poco en este punto al hablar de lo público que, también, se podría entender como lo colectivo y lo general. Habría que preguntarnos quiénes lo entienden y quiénes lo asumen; si hablamos de los ciudadanos estaríamos ante un déficit de comprensión de sus derechos y obligaciones que los estancan en niveles de lo meramente individual; si hablamos de autoridades estamos ante casos de omisiones graves, irresponsabilidades e incumplimientos de deberes legales.
Es muy difícil saber de autoridades que observen el interés general, que apliquen las leyes sin sesgo político y que no naden de “a muertito”. Xalapa anda tan mal en muchos aspectos por esas formas frívolas e inexpertas de gobernar. Para hacer las cosas bien los que pronto nos gobernarán tienen que acabar con ese estilo que se impuso en los últimos años y que va del valemadrismo al despapaye.
Recadito: nos llueve sobre mojado, sigamos aportando.
urielfloresaguayo@hotmail.com
En los últimos años Xalapa vive un notable y peligroso proceso de ingobernabilidad, reflejado en la falta de aplicación y respeto a las leyes y reglamentos y en la centralidad de los conflictos como parte sustancial del quehacer del ayuntamiento, entre otros. Es tan fácil e impune violar la legalidad en Xalapa que se van repitiendo todo tipo de actos irregulares hasta crear un ambiente de caos, el cual inicia con acciones específicas y dolosas pero se nutre de inercias, imitaciones y mimetismos. Creo que no soy demasiado exigente si afirmo que los últimos cuatro o cinco años han sido perdidos para Xalapa en gobernabilidad.
El rezago en esa materia es enorme, por lo tanto el reto para la nueva administración es de grandes proporciones. Para empezar a resolver esos problemas es indispensable que el nuevo equipo de gobierno municipal tenga el diagnostico adecuado, donde ubique el tipo de problemas que va ha enfrentar. No debe eludirlos, como se ha hecho hasta ahora, ni si quiera por cálculos políticos. Xalapa será moderno solamente si es un municipio de leyes, se gobierna con sentido social y se estimula la participación de los ciudadanos.
De las muchas manifestaciones irregulares que rodean a Xalapa, donde podemos encontrar casos de fraccionamientos, de bares y centros nocturnos, de invasiones de áreas publicas, de ocupación de parques y banquetas, etc., no resisto comentar dos sencillos ejemplos de lo que son anomalías que surgen por el desorden., de esos casos artificiales y de fácil solución que, sin embargo, se dejan crecer y se vuelven imposibles.
Caso uno: en el parque Juárez, frente al palacio municipal, colocaban un puesto de” hot dog “que después de realizar su actividad normal entre las diez y ocho y las veinte y cuatro horas era retirado; es decir, alguien hacia su labor comercial en lugar privilegiado, a unos metros de la sede del ayuntamiento, y en el resto del día lo desocupaba para su uso principal que es la movilidad de los paseantes. Digamos que entre ese ciudadano y el espacio público había una relación armónica y de respeto, como debe ser. Sin embargo, ese pacto tácito o explicito se quebró hace tres años cuando llegó el desorden a ese parque; al aparecer puestos por todos lados la persona de los” hot dog” ya no sintió la obligación de acatar los reglamentos; ahora su puesto es fijo y está abierto permanentemente.
Caso dos: desde hace unos meses aparecieron unos singulares vendedores de artesanías en las calles del centro de Xalapa, casi siempre los fines de semana y con cierta movilidad. Llamaba la atención su vestimenta que los hacia parecer como paisanos de Papantla, cuando en realidad provienen de Coetzala, Puebla; nadie puede negar que la actividad que realizan es perfectamente normal y que se explica en la motivación que tienen de“ ganarse la vida “. El caso es que ahora aparecen peleando “derechos “en el callejón del “diamante” que, como sabemos, es una zona comercial, y céntrica. Aquí el caso es la facilidad con que se pueden crear problemas como este. Estos esforzados artesanos difícilmente podrían hacer lo mismo en su propia capital o, ni siquiera, en Teziutlan, que es su ciudad vecina.
Por su puesto que estos casos son simbólicos, no pretendo darles mas importancia de la que tienen; de hecho, sirven de ejemplo pequeñito de lo que no se debe hacer a la hora de gobernar. Es un buen recordatorio del papel y el concepto de autoridad, de la aplicación de la ley, del comportamiento ciudadano y muy especialmente de la dimensión e importancia de lo público.
Me detengo un poco en este punto al hablar de lo público que, también, se podría entender como lo colectivo y lo general. Habría que preguntarnos quiénes lo entienden y quiénes lo asumen; si hablamos de los ciudadanos estaríamos ante un déficit de comprensión de sus derechos y obligaciones que los estancan en niveles de lo meramente individual; si hablamos de autoridades estamos ante casos de omisiones graves, irresponsabilidades e incumplimientos de deberes legales.
Es muy difícil saber de autoridades que observen el interés general, que apliquen las leyes sin sesgo político y que no naden de “a muertito”. Xalapa anda tan mal en muchos aspectos por esas formas frívolas e inexpertas de gobernar. Para hacer las cosas bien los que pronto nos gobernarán tienen que acabar con ese estilo que se impuso en los últimos años y que va del valemadrismo al despapaye.
Recadito: nos llueve sobre mojado, sigamos aportando.
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