miércoles, 28 de diciembre de 2016

Los cambios en el discurso de la igualdad y equidad

POR LA VERDAD Y LA CONFIANZA
Dra. Zaida Alicia Lladó Castillo
Imagen: pinterest
En los años 90, apareció el libro de la investigadora y filósofa Californiana Cristina Hoff Summers, denominado; ¿Who stole feminism? (quien robó el feminismo) y lo leí con atención porque era la década en que me iniciaba como líder en las organizaciones de mujeres-a nivel estatal y posteriormente nacional--. Y para mejor orientarme en el tema me puse a estudiar seriamente, interesada en dos enfoques básicos: el académico y el del colectivo-popular objetivo ( no radical) , lo que me sirvió de mucho para no ser enganchada por los grupos que en ese momento abundaban, con enfoques que rayaban en los extremos y que son los que vinieron a deformar durante varias décadas, la ideología original del feminismo que emprendieron las mujeres que lucharon-- y lo siguen haciendo--, por su emancipación y por el respeto a sus derechos sociales, económicos y políticos, nunca tomando esos movimientos como “ring” para pelear contra los varones.

Y en aquellos años me tocó estar en foros internacionales analizando el tema, especialmente los académicos. Como el haber asistido como parte de la delegación mexicana a la Trienal Mundial de Mujeres Universitarias celebrada en Yokohama, Japón en 1995, evento que se realizó a escasos días de la Cuarta Conferencia Internacional de la Mujer de Beijing, China. Y la postura de las académicas en Japón varió mucho de los resultados obtenidos en la Cumbre de China.

Mientras en Japón, se retomaron la teorías que analizaban y explicaban las condiciones de subordinación de las mujeres dentro de los sistemas sociales, económicos y políticos del mundo, mientras se reconocía la lucha histórica que venían enarbolando las mujeres y el discurso del feminismo de equidad que señaló tanto las diferencias en el trato de ellas con ellos, como las razones que dieron origen a la lucha organizada de las mujeres por diferentes causas que permitiera la obtención de logros educativos, de salud, de justicia social, políticos y de respeto a los derechos de los que hoy gozan ellas en el mundo, las “vanguardistas” de Pekín—como así se quisieron llamar-, hicieron cambios en los conceptos y en el discurso, para acomodarlos a modo de los movimientos feministas radicales del momento que llegaron con todo para imponerse, por ejemplo:

a) Cambiaron el concepto de “feminismo de “equidad” por “feminismo de género”, aduciendo que la simbolización cultural construida a partir de la diferencia sexual rige el orden humano y se manifiesta en la vida social, política y económica, por lo que había que incentivar un cambio en la conceptualización.

Hasta ahí la explicación parecía sana y válida, pero en el fondo llevaba otras intenciones: en el documento final el concepto “género” sustituyó al concepto de hombre y mujer o masculino o femenino. Es decir, de súbito un grupo de “ilustradas” en Pekín, cambiaron todo el sentido de la naturaleza misma, sin el menor respeto a otras concepciones tradicionales que también eran y siguen siendo válidas en la cultura de muchos países del mundo. Y a partir de esa visión sesgada, en adelante ya no nos llamaríamos mujeres, nos llamaríamos “género” dentro de las políticas públicas de los gobiernos.

Pero había otra razón de fondo, dar cabida o incorporar en el mismo concepto (género) las causas e intereses que poseían las mujeres con otras identidades sexuales--lo cual es muy respetable--, incluyéndose en ese grupo en mayoría las que se confrontan con los varones, combinándolas con las creencias culturales de mujeres con identidad femenina, que desean emanciparse pero sin establecer una lucha frontal con éste.

b) La libre disposición del cuerpo. Que hizo surgir la diferenciación entre la explicación científica y moral de lo biológico, con la cultural, que viene a definir la disociación entre sexualidad y género. Y la pretensión era aparentemente orientar a las mujeres para hacer uso de su libertad de decisión hacia dos orientaciones: “que quieres ser”, y “no necesariamente procrear”, lo cual es válido en términos del respeto a la capacidad de elección de cada quien. Pero en el fondo, sólo fue una forma de manipulación para convencer a las mujeres que podían prescindir del hombre en el aspecto de la procreación o simplemente no procrear. Es decir en el fondo, estaba la intención de devaluar la función de la maternidad, por considerarla una función natural de sumisión.

c) El concepto de empoderamiento. Que fue implementado originalmente para señalar la oportunidad de las mujeres de reconocerse en el valor de sus capacidades, pero que llevado a su nivel extremo, sólo se tradujo en empoderamiento para rebasar al varón o establecer estilos de dominación sobre él, dando pie a otros problemas en la actualidad.

Es decir, una vez más se hizo predominar la visión sesgada de las feministas radicales para hacer uso de esa superación, no para complementar el esfuerzo de la vida en común que buscan las feministas de equidad que creen en la vida en pareja hombre-mujer, sino para remarcar las potencialidades de éstas sobre los otros.

d) La visión de destrucción del sistema de valores. Esta fue una forma de imponer la visión marxista de la “clase dominante” que permea las estructuras políticas y sociales: escuela, religión, familia, partidos, sociedad, para llevar en el fondo hacía la eliminación, en la vida cotidiana de las mujeres, de la dependencia de finalidades religiosas, de tradiciones familiares y en comunidad, y una de las estructuras a erradicar o trasformar en primer término, era el concepto de familia, por supuesto la nuclear (padre, madre, hijos)

Y podría seguir mencionando muchos indicadores de la forma en que se planeó desde hace más de 20 años, el cambio de la ideología del feminismo de equidad sobre el feminismo de género radical, que afortunadamente no avanzó como se esperaba, para gusto de aquellas mujeres que merecen respeto y que no piensan en el varón como enemigo, sino como el complemento en la vida, y para satisfacción también de quienes se aceptan tanto en sus funciones naturales o por convicción de identidad: ser mujeres, tener derecho a enamorarse, vivir en pareja o matrimonio, procrear o adoptar un nuevo ser, que también es una forma de decidir cómo llevar su vida.

Por eso el discurso se ha vuelto a modificar. No hubo ya una nueva Cumbre mundial de la mujer, en todos estos más de 20 años. Sólo se han realizado evaluaciones quinquenales a la plataforma de Beinjing, siendo la última la del año 2015, en la que se examinaron y evaluaron los dictámenes en su aplicación en los países del mundo, resaltando ahora nuevos problemas como el incremento de la violencia hacia las mujeres, los feminicidios y los crímenes de guerra.

Y llama la atención la relación entre el incremento de la violencia y el empoderamiento—mal entendido—en algunas mujeres. Y ese efecto toma su base, al considerar que hoy algunas abusan de su condición de libertad o poder frente al otro y ello ha resultado contraproducente. Porque tan malo es que éstas abusen del mismo, como el que los varones utilicen su condición física-emocional para imponerse contra las féminas. Está demostrado que en el caso de las mujeres cuando abusan de esa condición y faltan al respeto al otro género, la exposición a la agresión aumenta. Y entre más grande es la ofensa la respuesta de agresión es mayor, incluso puede llegar a la lesión o la muerte. ¿Será que ahí está una de las razones por la cual ha aumentado la violencia contra las mujeres? Por ese empoderamiento mal entendido.

Hace poco vi la comparecencia de un funcionario del Gobierno Federal en el Senado y una Senadora olvidándose de su investidura y sobre todo de su educación, le dio un trato no sólo descortés sino majadero al primero, lo evidenció públicamente diciéndole que “era un ignorante y que debía ponerse a estudiar” a lo que el funcionario respondió: “usted necesita un psiquiatra”. Y eso fue suficiente para que la señora se hiciera la víctima y lo acusara de misógino y pidiera que renunciara. Es decir, a falta de argumentos inteligentes, las mujeres también están recurriendo a las “ofensas” o a la violencia psicológica contra los varones. Y creo que ahí estriba el gran error, en confundir el empoderamiento en una lucha de vanidades, de egos, que olvidan lo esencial, usar la capacidad y la sensibilidad para rescatar confianza, a partir de demostrar los más altos valores para lograr relaciones armoniosas.

Y por eso hoy retomo el libro de Hoff Summer, que me sigue interesando, convencida de que tiene la razón en muchas cosas, porque tanto su primer libro “quien nos robó el feminismo”, como el segundo llamado: “The War against boys” (La guerra contra los chicos), fundamentó esa dura crítica al feminismo de género que buscó implantarse y pretendió robarse el discurso de las mujeres, que por fortuna no se logró y que obliga hoy a retomar el feminismo de equidad o de causas, que ha justificado en todos los momentos de la historia sus justas luchas.

Hoy el enfoque obliga a aceptar que no hay un solo “feminismo”, sino que hay diferentes “feminismos”, en plural, que hacen la diferencia en las concepciones entre la forma de pensar de las mujeres de corte liberal con las de corte tradicional y de la existencia de otras identidades. Posiciones todas que son totalmente válidas. Por otra parte, que el concepto de género se ha ampliado, sustituyéndolo por el de “géneros”. Porque si se quiere lograr la equidad y la igualdad debe pugnarse por formar una educación orientada a ambos géneros: femenino y masculino y de esta manera, lograr la cultura de la colaboración y no de la competencia, para que los avances y equilibrios necesarios se den en la sociedad, y permitan al respeto mutuo entre todos los que la conformamos.

Y esto se debe ver reflejado en las políticas públicas de Estado. Por eso es muy importante, que cuando se tomen las decisiones para encabezar instancias como los Institutos de las Mujeres, sean a nivel federal, estatal o municipal, lo hagan eligiendo a mujeres preparadas en el tema, con liderazgo, con visión neutral, conscientes de que esos espacios no son para el lucimiento o para generar confrontación, sino para impulsar los logros que merecen éstas con el apoyo del Estado y sus instituciones, para hacer escuela e inculcar aprendizajes que ayuden a éstas a valorarse, ser autónomas y responsables de su vida y para lograr que a partir de ello, la propia sociedad avance integralmente y con mayor celeridad.

El meollo de la igualdad y la equidad en todos los ámbitos, está en cambiar juntos para saber convencernos --más no vencernos---mutuamente.

Gracias y hasta la próxima

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