martes, 1 de noviembre de 2011

EL PRI DE SIEMPRE...


ENVIADO A VAXTUXPAN…
Raúl Abraham López Martínez*
Durante los setenta y un años que el PRI mantuvo bajo su control la presidencia de la república lo hizo recurriendo al autoritarismo como su principal instrumento de control.
Haciendo un recuento sobre las principales características de la hegemonía del PRI podemos encontrar la falta de un sistema político de corte democrático, la ausencia real del imperio de la ley, la falta de libertad de expresión, la represión de la disidencia y de los movimientos sociales y el sometimiento de los medios de comunicación a los intereses del presidencialismo.

Con estos elementos, se instauró un sistema cuyos componentes transversales han sido la corrupción y la impunidad.

Los dos ejemplos paradigmáticos para entender la manera en cómo operan la corrupción y la impunidad los podemos encontrar en dos personajes del PRI: Carlos Hank González y Carlos Salinas de Gortari.

Para ubicar con claridad el perfil de estos dos priístas podemos recurrir al reciente libro de Denise Dresser “El país de uno” (septiembre 2011, editorial Aguilar).

En donde las relaciones con las redes de poder se convierte en la clave para acumular riquezas y beneficios políticos. Siempre al amparo de los gobierno en turno para torcer la ley en beneficio de los amigos.

De esta manera, “el profesor enseñó una forma de construir y de ejercer el poder. Y dado que los dinosaurios de la clase política todavía no están en extinción, el PRI como forma de vida y de hacer política sigue coleando.”. A partir de esta idea, Dresser nos dice que las lecciones de Hank se han transmitido de “generación en generación: de Echeverría a López Portillo, de López Portillo a Carlos Salinas y de Salinas en adelante: lecciones traspasadas, aprendidas, emuladas incluso por los miembros de otros partidos”.

En Salinas de Gortari encontramos a un priísta que prometió modernizar al PRI, de modernizar al país, pero al final de su mandato sólo mostró su capacidad de modernizar las viejas formas de corrupción heredadas por sus predecesores.

Dresser señala en su libro “El país de uno” que “Salinas jugó a cambiar el país cuando creía que eso no era verdaderamente deseable. Fue un déspota ilustrado pero un déspota al fin. Como no buscó erradicar hábitos políticos, siguen vivos. Como no busco desmantelar complicidades añejas, siguen presentes. Como no quiso erradicar vicios históricos, hoy resurgen en su partido. Como no quiso democratizar la dominación, la hizo más evidente.”.

Hank ha muerto físicamente pero sus prácticas políticas forman parte del código genético de cada priísta. No hay priísta que admire y pretenda emular al profesor. Si él pudo hacerla “nosotros también”.
Salinas de Gortari, también dio su aporte al código genético priísta, incrustando en cada mentalidad de los miembros del PRI sobre la inseparable relación entre el poder público y la corrupción.“Una corrupción compartida, revelada en conversaciones telefónicas grabadas entre sus hermanos Raúl y Adriana. Una corrupción facilitada por empresarios, avalada por amigos, ignorada por tecnócratas, permitida por las autoridades. Años tras año. Cuenta tras cuenta. Millón tras millón. Inmueble tras inmueble. Una corrupción fácil de atrapar y difícil de comprobar, como lo han argumentado los fiscales suizos.” (El país de uno).

Este es el PRI del pasado, del presente y del futuro. El PRI que se niega a cambiar, el que sigue saqueando el erario público. El que falsifica y encubre documentos para endeudar a los gobiernos estatales. El PRI que hace de la pobreza su principal botín para acarrear votos. El PRI y sus gobernadores que actúan como genuinos señores feudales. El PRI que nunca va a cambiar.
*Director de la Revista Digital Independiente Voz Universitaria www.vozuniversitaria.org.mx

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